Se han publicado los resultados de la nueva encuesta sobre hรกbitos de lectura en Mรฉxico. Cuando apareciรณ la primera, en 2006, escribรญ un comentario:que, me temo, sigue vigente, como estos otros:
Igual que hace siete aรฑos, el resultado de hoy es autoincriminatorio: no hay resultados.
El รบnico resultado del estudio (que, con encomiable franqueza, se titula “De la penumbra a la oscuridad”) es que el รบnico hรกbito de lectura que hay en Mรฉxico es carecer de รฉl.
De nuevo los anรกlisis, de nuevo las teorรญas del complot (el “poder” no quiere que “leamos”), de nuevo las buenas intenciones, de nuevo la retรณrica de que el libro “libera” y mejora. Y de nuevo, una caรญda de lo que ya hace siete aรฑos estaba por los suelos: sรณlo el 1% de la poblaciรณn lee libros. No, no lo festejo. Los leo, los escribo, los estudio y los enseรฑo hace dรฉcadas.
Quizรก sea necesario cierto realismo. La idea de que los libros, ademรกs de ser libros, vacunan contra la estupidez es insostenible. Hay indicios –en la apariciรณn de grupos nazis y en el antisemitismo en las redes– de que hay mรกs gente leyendo hoy Derrota mundial de Salvador Borrego que hace siete aรฑos. Ese libro perfectamente estรบpido, ¿hace mรกs estรบpidos a los estรบpidos o, sรณlo por ser libro, los desestupidiza? ¿O los estupidiza a la vez que los desestupidiza?
Si se es estรบpido, no sรณlo ningรบn libro va a enmendar la estupidez sino que muchos –incluso los grandes libros– pueden ahondarla.
Quizรก no se lee en Mรฉxico porque, como se trata de un pueblo proclive a la agitaciรณn, la alharaca y la bola –casi siempre sin causa justificada–, la idea de leer un libro se antoja de entrada sospechosa: es demasiado inmรณvil, silenciosa y solitaria. Existe entre la gente nacional la acendrada idea de que cuando alguien se queda solo, quieto y callado, necesariamente se debe a causas de fuerza mayor y, desde luego, nocivas. Ante un lector quieto, callado y solo con su libro, el 99.99 por ciento del mexicanaje diagnostica enfermedad terminal.
La excusa รบnica para quedarse quieto y en silencio (estar solo no tiene coartada) es cuando el individuo se encuentra observando escrupulosamente un programa de televisiรณn.
Para la media nacional, fijar los ojos en la pantalla de TV califica como actividad, mientras que fijarlos en un libro califica de no hacer nada. Y a mรกs ignorancia, mรกs dependencia de la TV: circulo vicioso habemus. El consumo en Mรฉxico de TV per cรกpita se inicia in utero. A los dos aรฑos, el mexicano ya dedica un promedio de seis horas diarias a ver televisiรณn en bola mientras devora comida chatarra. El resultado es un elevado porcentaje de gordos como morsas verticales con los ojos muy pirados. Esto ya no tiene remedio, y como ademรกs se hereda de generaciรณn en generaciรณn, el daรฑo es inconmensurable e irreversible.
La TV aporta las necesidades y los satisfactores de manera simultรกnea: seรฑoritas de descomunales tetas, seรฑores chistosos, pelรญculas de explosiones, telenovelas y pronรณstico del tiempo. Aunque ¿quiรฉn va a decir que la emociรณn de un televidente, cuando observa a Axel Yvรกn seducir a la cรกndida aunque carnosa Yanireth Lizbeth es inferior en calidad a la emociรณn del lector que lee la seducciรณn de Emma Bovary a manos (y a todo lo demรกs) de Rodolphe?
Y sin embargo las autoridades y la gente cultivada dirรกn que es mejor leer a Flaubert que mirar en la TV “Huerfanitas en brama” o como se llame la telenovela de moda. La emociรณn del lector puede ser mรกs inteligente, pero no mรกs emocionante. Y, bueno, pues resulta que a la gente le gusta consumir su dosis de emociรณn humana con actores bien sopleteados y con anuncios de Ajax en lugar de nรบmeros de capรญtulo.
¿Quiรฉn soy para despreciarlos?
(Publicado previamente en El Universal)
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.