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He aquí una nueva esperanza de dignidad para todos aquellos que nunca ganamos las becas de Conaculta, no conseguimos un editor ni secuestrándole a los hijos del kinder o no tenemos mejor opción que la sección de comentarios de un blog para enterar al resto de los mortales de nuestros talentos. Para alcanzar esa fama esquiva que anhelamos sólo basta tomarle una foto al propio trasero y enviarla a Inglaterra, para participar en el ilustrado concurso Show me your sloggi!.

Como en todo certamen con ambiciones, en este hay numerosas y reñidas categorías de competición. Si, por ejemplo, uno es vanidoso (y no ha logrado convencer a ninguna casa editorial de que su novela, basada en una lectura transgresiva y deconstructiva de Pito Pérez, será un éxito) puede proponer la imagen de su posterior para la categoría “hottest”, las ligas mayores de los traseros. Si a uno le ríen los chistes solamente los amigos en el café (hartos de que se les narre el mismo proyecto de poemario, inconcluso desde tiempos de Salinas de Gortari), se puede optar, más modestamente, por competir en “funniest”. O si, en cambio, uno tiene experiencia como fetichista de la autoedición (y guarda, por tanto, en el armario los 3954 ejemplares sobrantes de sus obras completas), quizá lo adecuado será competir en “tattooed”, ya que la de “best dressed” es una categoría que parece reservada para los funcionarios culturales que comenzaron por ofrecer, prometeicos, “nuevas formas de lectura para el mexicano” y acabaron, dionisiacos, por conformarse con un guardarropa nuevo y algunos viajes a congresos en Europa.

El premio prometido a los ganadores masculinos y femeninos (que asciende a diez mil euros) es lo de menos. Lo importante aquí es la autoafirmación: “Sí, señores, escribo con el culo, pero vean nada más qué culo”.

– Antonio Ortuño

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