En un programa de radio, un locutor que fue famoso en la tele menciona al nadador Phelps. El nadador Phelps es el que ganó cien medallas en las olimpiadas. Otro locutor que está presente reacciona de inmediato y dice: “El chico medallas”. Esto provoca un fornido ataque de hilaridad a los presentes.
–¿Por qué se ríen?
-Porque en la frase el chico medallas se entiende que “el chico” no es ese muchacho, sino una parte de la anatomía.
–¿Cuál?
-Bueno, pues el así llamado ano.
–Pero… ¿y por qué?
-Pues porque el ano es “el chico”.
–¿Y por qué?
-Porque así le dice el pueblo.
–¿Y por qué?
-Quizás sea una expresión de cariño.
–Caramba.
-Y “medallas” significa me das.
–¿Por qué?
-Porque se le hace síncopa a la palabra medallas y queda “me das”.
–¿Me das…? Me das… ¿qué?
-Me das el “chico”, o sea: me das el ano.
–Es decir que…
-Así es.
-…
-…
–Pero… Y ¡qué liberalismo! ¡Y en la tierra de los meros machos!
-Bueno, no tiene que ver mucho con eso…
–¿Y entonces con qué?… ¡Un señor le ha dicho públicamente a otro que lo desea!
-No necesariamente. Es complicado… Mira, en México a esto se le llama un albur. Es un doble sentido con carga sexual. Se supone que es una manera de emplear el ingenio verbal para humillar a otro.
–¿Por qué?
-Porque lo reduce a una posición de subordinamiento que en la imaginación mexicana es femenina y, por tanto, denigrada.
–Pero ¿por qué desea humillar al otro?
-Pues para manifestarle afecto.
–No entiendo nada.
-Bueno, para “triunfar” sobre él y asumirse como su dominador.
–Y entonces ¿por qué les provoca tanta risa?
-El que recibe el albur no se ríe. Bueno, en teoría… En teoría, no se percata de que ha sido “violado”, lo que es muy malo para su imagen pública. Y en caso de percatarse debe poner en evidencia su rechazo.
–Retando al otro a duelo.
-No; le lanza un albur aún más devastador…
–…con el que también le expresa su deseo.
-Bueno, no necesariamente…
–No veo cómo, si un señor le pide a otro que “le dé el ano”, el deseo pueda quedar excluido.
-Es que… Bueno sí, en la forma…
–Ah, y en el fondo no…
-Y entonces el “violado”, si no se le ocurre un albur más potente, debe decir dos veces la frase ritual “¿Qué pasó?” fingiendo que se ha ofendido, aunque no sea cierto.
–Porque en realidad no es cierto.
-Pues no. Es nada más una manera de rechazar el abuso y, de inmediato, poner en evidencia su amistad.
–Entonces el caballero que le dijo a otro en la radio, ante 20 millones de personas, “tú me das el ano”, lo hizo para manifestarle amistad.
-Pues sí.
–No porque deseé sodomizarlo.
-No… O no necesariamente, no sé.
–Y, no entiendo.
-Exhibió su “ingenio” y ha “poseído” a su adversario.
–Que es su amigo.
-Así es.
–Me parece de lo más entreverado.
-Pues sí.
–Pero que en vez de decirle a su amigo “tú me das el ano” le haya dicho “medallas el chico” es meritorio.
-“El chico medallas”
–Y, como sea. Es meritorio.
-Sí, porque se supone que es ingenioso y chistoso.
–¿Quieres decir que es una expresión conocida?
-Bueno sí, se usa con frecuencia. Un chiste gastado.
–Y pensé que se le había ocurrido en ese momento.
-No, es muy conocida.
–Y aún así produce risa.
-Sí.
–¿Por qué?
-Bueno, pues…
–Si el tal albur ya es conocido, además de sus fantasías sexuales, lo que exhibió entonces ese señor es su falta de originalidad.
-Pues sí.
–Pero la gente igual se ríe.
-Sí.
–¿Por qué?
-¡Ya, a la chingada! ¡Basta! ¡Te voy a dar bibliografía, y ya! ¡Qué pereza!
-…
-…
–Y “la chingada”… ¿qué es?
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.