Carta de Reims: Europa bajo 0°

Aunque no lo parezca, Europa está también plagada de sus Elba Esther Gordillo.
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Europa. Hoy, hace exactamente un mes, los europeos se despertaron sabiendo que eso que compran en los supermercados para su consumo como carne de res, es en realidad carne de caballo; la histeria comenzó en Inglaterra, visitó Francia, y terminó salpicando a dos empresas de supuesto renombre por sus controles de calidad: la sueca Ikea, que vende albóndigas del cuadrúpedo, y la suiza Nestlé, que se ha especializado en lasañas de equino; ambas, aparentemente sin saberlo, hasta que saltaron las alarmas y todos los países del continente se pusieron a hacer análisis por su cuenta temerosos de encontrar carne de caballo, algo que, por lo visto, nadie se toma la molestia de supervisar; o no con la regularidad que deberían.

Son, hasta la fecha, 20 los países europeos que han encontrado rastros de carne de caballo en productos precocinados, empacados todos ellos en Europa; una vez que las autoridades sanitarias de cada país han vuelto de unas largas vacaciones, supongo que merecidas tras la crisis de las vacas locas que a punto estuvo de colapsar al mercado de la carne a finales de los años ochenta, principios de los noventa –y por la que cuesta creer que los controles de etiquetado y venta de carne para consumo humano sean tan laxos como para hacer pasar gato por liebre–, cada día se suma uno nuevo a lista: que si Eslovenia, que si Italia, que si Finlandia, que si Dinamarca, que si en todo el continente el caballo se ha puesto de moda –ahora hay hasta quien defiende los atributos de este tipo de carne: más proteínica, más suave, más rica y, sobre todo, más barata–. Tal parece que de no haber hecho nada, todos los países han pasado a competir por ser los primeros en anunciar a los otros: “¡Nosotros también encontramos caballo en nuestras lasañas!”.

Hace unos días, en un restaurante, hice la broma al mesero: ‘se me antoja todo, pero sin caballo, s’il vous plaît’. El hombre hizo cara de disgusto, como si yo lo estuviese acusando de trabajar para un rastro clandestino de Europa del Este. ¡Ah, los europeos!… En el viejo continente, donde nadie les ha enseñado a reírse de sí mismos, los ciudadanos siguen pensando que son parte de los conquistadores del mundo, por más que la crisis les recuerde lo contrario; siguen pensando, pese a que las noticias están plagadas de casos de corrupción, que esta solo existe en África, Rusia o en América Latina.

Mucho ipad, mucho iphone, mucho YouTube, mucho Facebook, mucho Twitter, y sin embargo, al mínimo contacto humano, lo último que esbozan es una sonrisa, ningún gesto de complicidad. Me hubiese bastado con el ingenio chispeante de alguien que hubiese despertado en el mundo real: “No se preocupe, joven, se lo quitamos”.

Este invierno bajo cero ha vuelto mustios a todos.

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Alemania. Sealtiel Alatriste o Alfredo Bryce Echenique, no son los únicos que buscan burlar al sistema “agobiados” por la producción o necesitados de falsas credenciales para pasar por lo que no son y acceder a puestos, dinero o premios. Así lo demostró recientemente la ministra de Educación y Ciencia alemana, Annette Schavan, quien tuvo que decir adiós al cargo que ocupó durante siete años, el pasado 9 de febrero, acusada de haber plagiado su tesis doctoral. No es el primer ministro alemán que le renuncia a la canciller Angela Merkel por ese mismo motivo. Hace dos años, Karl Theodor zu Guttenberg, un hombre que había llegado al cargo de ministro de Defensa con las mejores credenciales posibles, corrió con la misma suerte.

En el país en el que todo parece correcto, ordenado y sereno, las cosas están cambiando: la cadena pública ARD emitió hace unas semanas un reportaje sobre las condiciones deplorables en las que Amazon Alemania tiene trabajando a sus empleados, la mayoría de ellos inmigrantes, a fin de engrosar sus ya de por sí abultadas ganancias. Para mayor inri, el reportaje testimonia que los uniformes del personal de seguridad son Thor Steinar, marca vinculada a grupos de extrema derecha, y prohibida en algunas universidades, parlamentos y estadios de fútbol. No, desde luego, en las instalaciones de Amazon, a la que ya se ha comenzado a boicotear en ese país.

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España. Acompañando al desmoronamiento de una sociedad en crisis con un aumento de suicidios alarmante vinculados al desahucio –esto, por no hablar del desempleo galopante de más del 25 por ciento de la población activa–, la sociedad se encuentra en vilo con la enésima revelación de corrupción, esta vez, al interior del partido en el gobierno, PP, y de su líder y presidente, Mariano Rajoy; a ello se suman las confirmaciones del ex socio de Iñaki de Undargarin, Diego Torres, de que la Casa del Rey estaba perfectamente al corriente de los negocios del yerno y de su enriquecimiento ilícito, y last but not least, con el juicio que se le sigue a Eufemiano Fuentes –y del que la prensa española habla muy poco–, el médico que creó un sistema de dopaje a través de transfusiones sanguíneas en España y Europa, y de quien se dice que, si llegase a hablar y a decir todo lo que sabe, hasta la Copa del Mundo obtenida por España en Sudáfrica pendería de un hilo, dadas sus inmensas áreas de influencia en el deporte español: futbol, tenis, ciclismo, atletismo, justo en las especialidades en las que España ha destacado en los últimos años.

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Francia. La política parece tan aburrida que la vuelta de Nicolas Sarkozy en el 2016 es el tema que ocupa y preocupa a los analistas y comentaristas de todos los medios. Para hacer menos sobrio el invierno, una argentina oportunista, colaboradora del diario Libération, ha sacado un libro de su amorío con el antiguo director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, que ha llamado Belle et Bête, amorío que, al parecer, resultó un encargo de la antigua venerada editorial Stock, que, se dice, le ha pedido a la “autora” pasar por puta y acostarse con Strauss-Khan para contar su experiencia. En Francia, estas rarezas gustan, más si la que escribe es una feminista que reclama haber querido defender la mala reputación de un “cochino” como Strauss-Kahn. De puta, nada, dice ella, puro periodismo al estilo Günter Wallraff. Solo que Marcela Iacub, como se llama la plagiaria del título de periodista, no es otra cosa que abogada queriendo dar pasos de escribana.

Ahora que abunda el periodismo ficción, en una época en la que los reporteros televisivos no saben retratar la realidad si no es con cámara oculta con la que se vale todo tipo de engaño para conseguir “exclusivas”, conquistar al hombre más fácil del mundo acusado de violar a una camarera en Nueva York, para después contar sus relaciones sexuales en un libro ya no parece escandaloso, sino parte de la receta para alcanzar el éxito.

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Italia. La primera noticia es que Berlusconi no ha ganado; la segunda es que al no haber ganado nadie, Italia parece ingobernable. La tercera es que todo ello recuerda que Europa no ha salido de la crisis.

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Europa y el mundo. Ayer, hace exactamente un mes, la Europol, oficina europea de policía, anunció haber desmantelado una red criminal involucrada en 680 partidos de fútbol comprados, más de la mitad de ellos en Europa, incluidos varios encuentros pertenecientes a la Liga de Campeones de Europa, así como de la ronda de calificación para la Copa del Mundo de Sudáfrica, en 2010.

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Epílogo. Aunque no lo parezca, Europa está también plagada de sus Elba Esther Gordillo; bien es verdad que no hay corrupción tan pintoresca como la de la Maestra, hecha en México a 22° grados centígrados, donde un mesero avispado me hubiese respondido: “carne de caballo, joven, ¿cómo cree?, ni que fuera esto Neiman Marcus”.

 

 

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Periodista y escritor, autor de la novela "La vida frágil de Annette Blanche", y del libro de relatos "Alguien se lo tiene que decir".


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