Ilustraciรณn: Yurex Omaskin

Cenicienta

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Habรญa una vez, hace poco, poco tiempo, un manojo de pelos, un puรฑado de dedos y una disyuntiva. Esa situaciรณn la viviรณ la Cenicienta, una mujer muy hermosa y pobre pero sometida por su madrastra y dos hermanastras.

La Cenicienta, abnegadamente, depilaba las peludas piernas de las mujeres con cera lรญquida, arrancando de un enรฉrgico tirรณn muchos gritos y ramilletes de vellos. Despuรฉs, con gran maestrรญa y cuidado, inyectaba bรณtox en las mofletudas mejillas de las damas, todo con el fin de otorgarles una expresiรณn mรกs permanente. Les sugerรญa la compra de fajas y remedios contra la gordura por TV Directo. Pese a todos sus esfuerzos –no se sabe si bienintencionados o no– la madrastra y las hermanastras resultaban cada dรญa mรกs feas, gordas, arrugadas y aburridas.

Una noche, en el noticiero, se anunciรณ una gran cena de gala con el fin de recaudar fondos para una causa noble. ¿Cuรกl? No importaba. El altruismo brotรณ, como un manantial, de los robustos pechos de las damas y decidieron ir al evento, sobre todo para portar sus รบltimas adquisiciones en ropa y accesorios. “La Cenicienta no podrรก ir –dijo la madrastra en tono cruel–, ella no tiene ni un mรญsero trajecito sastre. Asรญ que tendrรก que quedarse en casa limpiando los azulejos de los baรฑos. Y, como no tenemos tan mal corazรณn, le regalaremos ese dรญa un nuevo limpiapisos ecolรณgico.”

Llegรณ la noche del esperado evento y la madrastra y sus hijas se marcharon a la fiesta, emperifolladas y perfumadas al mรกximo, como solo pueden hacerlo las mujeres desesperadas.

Sola, de rodillas, fregando las baldosas, la Cenicienta llorรณ. Y en ese momento apareciรณ un hada. Se trataba de una mujer ejecutiva, muy elegantemente vestida de azul oscuro y que portaba un portafolios de piel.

–¿Cuรกl es el problema? –preguntรณ en tono muy prรกctico.

–No tengo nada que ponerme –respondiรณ moqueando la Cenicienta.

–Querrรกs decir que no tienes crรฉdito. Pero eso se resuelve con MasterCard.

Y el Hada extrajo de su bolsillo una varita mรกgica de forma rectangular, hecha de plรกstico. En letras doradas y resaltadas, se podรญa leer el nombre de su nueva propietaria:

Cenicienta รlvarez, miembro desde 2000.

–Tienes crรฉdito ilimitado. Espera mi visita a fin de mes, antes del corte –le advirtiรณ el Hada.

Con ese mรกgico adminรญculo la Cenicienta se comprรณ un vestido de Versace, una bolsa Louis Vuitton y zapatos Jimmy Choo. Tambiรฉn rentรณ una limusina y contratรณ a un chofer muy orejรณn.

El evento de caridad estaba resultando un รฉxito. Toda la prensa habรญa sido convocada. El anfitriรณn, el soltero mรกs codiciado de las revistas sociales, repartรญa a su paso simpatรญa y buen humor. Pero cuando llegรณ la Cenicienta, su amabilidad se convirtiรณ en amor. Bailaron toda la noche. Al dar las doce, la Cenicienta tuvo que abandonar intempestivamente el salรณn de baile porque el servicio de limusina se vencรญa a medianoche. En su loca carrera, perdiรณ su zapato Jimmy Choo. El anfitriรณn, desconsolado, conservรณ ese zapato como un anzuelo.

La Cenicienta regresรณ a su triste vida cotidiana. Al tรฉrmino del mes, recibiรณ la visita del Hada Madrina exigiendo el pago de la tarjeta o serรญa incluida en el burรณ de crรฉdito. Sus desgracias parecรญan no tener fin.

Mientras tanto, el prรญncipe aรฑoraba encontrar el pie que embonara en aquel calzado, asรญ que convocรณ a todas las damas de la sociedad para probarles el zapato. El hombre no quiso delegar a ningรบn lacayo tarea tan delicada, por lo que รฉl mismo se sentรณ en un banquito para revisar una a una a todas las candidatas. Habรญa una larga fila de mujeres de todos los niveles deseosas de cambiar de status. ¡Cuรกntos pies se esforzaron por entrar en esa fina cueva de terciopelo! Entre ellos, los de la hermanastra, cuyos afilados juanetes impidieron el paso por la cavidad. Las verrugas plantares de otra mujer no armonizaban con tan fino diseรฑo. Incluso pies pequeรฑos, delicados y suaves como palomas no fueron bien recibidos por el zapato. El prรญncipe examinaba, palpaba y probaba. Su labor parecรญa no rendir los frutos deseados, pero la llevaba a cabo con gran concentraciรณn y amorosa entrega.

Al tรฉrmino de la fila, el prรญncipe revisรณ el รบltimo pie. Tenรญa un tamaรฑo colosal: calzaba del nรบmero seis y medio. Era rollizo: recordaba la forma de un chile relleno. Cada dedo estaba adornado por un esfรฉrico y perfecto ojo de pescado que parecรญa mirar al prรญncipe con fijo interรฉs. El corazรณn del hombre se acelerรณ. Los paparazzis que ahรญ se encontraban afirman que su aristocrรกtica lengua lamiรณ cada metatarso y que los ojos se le pusieron en blanco cuando pasรณ el dedo รญndice por la piel engrosada del talรณn. Un rรญo de saliva mojรณ el empeine de la candidata. El prรญncipe no necesitรณ alzar la vista para identificar a su dueรฑa. Supo que por fin habรญa encontrado lo que tanto buscaba.

El pie de la Cenicienta entrรณ en el zapato como cuando penetran dos pรกjaros en el mismo nido.

El prรญncipe podรณfilo y la Cenicienta –ahora bautizada como socialite– vivieron felices para siempre. ~

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Autora de Libros imposibles (Almadรญa 2011) y La excepciรณn de la regla (FCE, 2012). En su tรญtulo mรกs reciente- Habรญa una vez. Cuentos de cabeza y al revรฉs (El Naranjo, 2013).


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