Cómo mejorar el sistema electoral mexicano: ¿Y si afinamos la representación?

La representatividad podría mejorarse conforme a cuatro propuestas descabelladas (pero tal vez plausibles).
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El quid de la democracia moderna es la representación. Es, en primer lugar, el fundamento y la razón de ser de los partidos políticos y los parlamentos. En segundo, es causa necesaria y suficiente de las instituciones electorales. Sin embargo, si revisamos el funcionamiento de nuestro sistema electoral, encontramos que se encuentra diseñado para hacer buenos procesos electorales, pero no para mejorar la representación.

No es difícil hallar literatura según la cual el descontento o la desafección de una parte de los ciudadanos respecto a las instituciones partidarias, parlamentarias y electorales, así como por las burocracias, se debe en buena medida a que no hay una efectiva representación de sus intereses o demandas en ellas y en los políticos profesionales. La abstención, anular el voto o la intención de votar por la opción menos mala, necesariamente guarda alguna relación con una representación que difícilmente trasciende de lo legal a la identificación con el ciudadano.

Aun sin tener claro si las democracias en que los ciudadanos se sienten más y mejor representados son más eficaces que aquellas en las que menos, puede suponerse que una  representación descriptiva, es decir, en que haya semejanza entre representante y representado, tiene muchas posibilidades de favorecer la legitimidad. El supuesto es que tanto más tengan ambos en común, mayor compromiso habrá para cumplir con sus promesas u oferta electoral por parte del primero, y más aumentará el interés en participar y dar seguimiento al trabajo parlamentario por parte del segundo.

La representatividad podría mejorarse conforme a cuatro propuestas descabelladas (pero tal vez plausibles):

  1. Empobrecer a los legisladores.- Para representar a los intereses de la mayoría es más importante la depauperación de los congresistas que la pulcritud del proceso electoral. Esto, en razón a que en las actuales condiciones, sin importar el origen del legislador, al momento de tomar protesta se convierte en un miembro de élite. Una desigualdad en ingresos de 10, 20 o 30 veces del representante sobre sus representados hace irrelevante compartir ideología. Peor si hay fuero de por medio y otros privilegios. Solo me siento representado por alguien que tenga una capacidad de consumo o ahorro similar a la mía o inferior. Las filiaciones políticas no valen de nada si no se tiene en común la condición de clase y de nada serviría a la representación reducir el número de legisladores, si esto los hace más poderosos. Con el fin de mejorar la representación socioeconómica, ningún congresista debería obtener ingresos superiores al promedio del PIB per cápita.
  2. Obligar a votar.- Si invertimos nuestras reglas por las cuales el voto es más un derecho que un deber, podríamos abatir el abstencionismo y reducir los efectos del clientelismo político, el corporativismo y la coacción. Hacer obligatorio presentarse a la casilla el día de una elección, bajo pena de sanción no hacerlo, produciría representantes que deben mucho más a los ciudadanos sin filiación partidaria que al voto duro de sus institutos políticos y líderes.
  3. Integrar a ciudadanos sin filiación partidaria al congreso.- Para mejorar la representación política no basta con permitir las candidaturas ciudadanas, sino establecer una cuota porcentual de representación en el congreso de legisladores sin filiación partidaria, equivalente a la tercera o la cuarta parte del total. Todos los ciudadanos que no se sienten representados por los partidos políticos tendrían una nueva y distinta posibilidad para ello.
  4. Componer la  relación territorio-población representada.- El distrito es un híbrido entre objeto volador no identificado y el lado oscuro de la luna: se supone que ahí está, pero nada más. Es algo raro y desconocido. Tanto que se expresa con números romanos. A nadie le importa cuál es su distrito ni sus colindancias porque son totalmente ajenas a su identidad territorial o de pertenencia a su localidad. Que se presente un candidato diciendo, “hola soy fulanito y vota por mí para el distrito X, Y y Z” es como de teatro de Ionesco. Más valdría que las entidades de la República tuviesen una cuota proporcional de diputados en razón de su total de población, que fuesen diputados por estado o ciudad y no por distrito.

La manera de aplicar estas propuestas está al alcance de un plumazo de los legisladores, así de cerca y de imposible. Son ellos los que pueden cambiar las leyes necesarias para ello, pero también quienes tienen sus objetivos y prioridades en otros asuntos personales, de grupo y de partido. Proponer esto sin probabilidad a favor, no es más que pasear por el jardín. Pero pasear por el jardín es también una manera de pensar en otra fachada posible para la casa propia. Y eso a veces es bueno.

 

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Politólogo y comunicólogo. Se dedica a la consultoría, la docencia en educación superior y el periodismo.


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