Cómplices de Simenon

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El centenario del nacimiento de Simenon es argumento suficiente para que el célebre belga vuelva con fuerza al mercado editorial en numerosos países. Así, las librerías francesas anuncian un auténtico vendaval de más de cincuenta nuevos títulos, reediciones incluidas. Una fascinante desmesura sólo equiparable al hombre récord que siempre fue el creador de Maigret: millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, cerca de 350 obras escritas (con su nombre o bajo distintos seudónimos) y miles de artículos periodísticos de toda índole. Traducido a noventa idiomas, también se cuentan por centenares las versiones que el cine y la televisión han realizado de sus novelas. Un escritor enormemente popular que, sin embargo, sólo gracias al paso del tiempo ha conseguido una pátina de prestigio literario casi unánime.
     En España, y más allá de otras consideraciones, los lectores de Simenon debemos rendir justo tributo de reconocimiento a la constancia de Tusquets Editores. Casi han transcurrido diez años desde que, en octubre de 1993, el sello barcelonés tuviera la feliz idea de iniciar la publicación de toda la obra literaria de Simenon. Un proyecto que tuvo un pórtico de lujo en un delicioso librito fruto del azar. En él Gabriel García Márquez nos narraba la profunda huella que le produjo la lectura ocasional y juvenil de un cuento enigmático. Y la sorprendente peripecia que, tras varias décadas de pesquisas y olvidos, le llevó al fin a desvelar el misterio de aquel título y de aquel autor sepultados por la propia desmemoria y por la pérdida de la antología que lo albergaba. El mítico relato era “El hombre de la calle”, Simenon había sido su creador y el entrañable comisario Maigret su protagonista.
     Retorna Simenon. Vuelve con fuerza para conquistar otra vez a miles de lectores con sus historias siempre atractivas, quizás algo nihilistas. Historias imaginarias que continúan proporcionándonos una visión esencial y exhaustiva de la sociedad. Historias eficaces, sintéticas y bien escritas, útiles en la tarea de describir con nitidez la complejidad del ser humano. “Debería hablarse de Simenon un poco todos los días”, aconsejaba uno de sus admiradores más insospechados, el otrora “maldito” Louis-Ferdinand Céline. Y la recomendación no es nada inocente porque, según el testimonio de Josep María de Sagarra, “Simenon, como nuestra época, va al grano, con una ferocidad de tigre”.
     El casi centenar de títulos traducidos hasta ahora por Tusquets revela, con total nitidez, esa condición de hallarnos ante lo que Álvaro Mutis describía como “una literatura de primerísima clase”. Cómo olvidar obras como El hombre que miraba pasar los trenes, Los vecinos de enfrente o La mirada inocente; tres de las mejores novelas que integran esa ingente versión contemporánea de la “Comedia humana” que redactó sin descanso. Pero si la desbordante creatividad de Simenon ha venido gozando del favor de una parte significativa del público lector de diversas latitudes y culturas durante décadas, no es menos cierto que la extraña y compleja personalidad del escritor ha contribuido también sobremanera a forjar la leyenda.
     Ojalá los fastos del centenario permitan, definitivamente, reivindicar sin rubor alguno a Simenon como “uno de los grandes escritores del siglo xx”, según la elogiosa definición de Roberto Calasso. Porque Simenon fue, como subrayaba el célebre crítico francés Bernard Pivot, “alguien al que el famoso eslogan de la fuerza tranquila se aplicaba de maravilla. Las novelas, por docenas, por centenas, se acumulaban, y él continuaba tranquilamente, imperturbablemente, implacablemente, inventando nuevos personajes, construyendo nuevas historias. Era el único en no asombrarse por ser tan productivo. Escribía novelas, su oficio, y eso era todo”. Porque para el autor nacido en Lieja en 1903, su prodigiosa capacidad creadora debía ser entendida como una consecuencia lógica del “único oficio que sé hacer”. Simenon nos descubrió la fórmula idónea para desentrañar, desde la literatura, los rituales que gobiernan al hombre contemporáneo. Ahora, con la oportunidad que nos brinda esta celebración de su centenario, el buen lector tiene una nueva ocasión de comprobarlo, de sumergirse en la que ha sido descrita con justicia como “una de las aventuras novelescas más inolvidables”. ~

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