Crecimiento y desarrollo económico en el combate a la pobreza

Históricamente hay dos campos de estudio de la economía que están estrechamente implicados en los niveles de pobreza y las posibles medidas para reducirla.
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La economía tiene escuelas de pensamiento que en muchas ocasiones  difieren. El tema de reducción de pobreza no es la excepción. Hay investigadores que buscan soluciones desde la postura del crecimiento y más recientemente ha habido un fuerte énfasis en las estrategias de desarrollo.

La OCDE promueve una visión en la que ambas visiones trabajen juntas. A lo largo de febrero presentaremos estas posturas, algunos casos desde la visión del desarrollo y la metodología para medir su impacto.

 

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Tomando como referencia la línea de pobreza utilizada por el Banco Mundial de 1.25 dólares per cápita diarios, en 2010 el 20% de los 6,800 millones de habitantes en el mundo vivía en condiciones de pobreza. Es decir alrededor de 1,350 millones. Si la línea de pobreza subiera 75 centavos de dólar para alcanzar los 2 dólares per cápita diarios, la tasa de pobreza mundial se duplicaría (40%) y la de nuestro país sería de 4.5%.

En México, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) es el organismo encargado de medir la pobrezay evaluar programas y políticas sociales del gobierno Federal. En el reporte que presentaron en 2012, se señalaba que el 45% de los mexicanos recibía ingresos por debajo de la línea mínima de bienestar[1], y el 10% de la población disponía de un ingreso tan bajo que incluso destinándolo completamente a la compra de alimentos, no podrían adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana.

Crecimiento económico

Históricamente hay dos campos de estudio de la economía que están estrechamente implicados en los niveles de pobreza y las posibles medidas para reducirla. Uno de ellos es el del crecimiento económico, entendido este como la capacidad de una economía para incrementar la producción de bienes y servicios de un periodo a otro. La manera más común para medir el crecimiento es a través de la variación porcentual del Producto Interno Bruto (PIB), aunque también se pueden usar otras variables macroeconómicas (variaciones en los niveles de ingreso, empleo, e inversión) para mostrar la existencia de procesos de crecimiento.

Elevadas tasas de crecimiento traen consigo mayores niveles de ingreso per cápita, lo que se traduce en menores índices de pobreza, de ahí que una de las preguntas más elementales de la economía sea: ¿Qué hace que algunos países crezcan a tasas elevadas mientras otros se estancan en niveles de ingreso bajos? Y es difícil exagerar la relevancia de esta pregunta. Respecto a esto Robert Lucas, premio Nobel de economía en 1995, escribió: “una vez que uno comienza a pensar en estos temas [y en sus consecuencias sobre el bienestar humano], es difícil pensar en cualquier otra cosa”.

Para tener una idea del impacto que puede tener el crecimiento económico, basta con considerar un ejemplo numérico muy sencillo[2]: la economía mexicana creció a 1.3% en el 2013, a este ritmo, nos llevaría 53 años duplicar el ingreso promedio de las personas, pero si creciéramos a tasas de 7%, en tan solo 10 años lograríamos ese objetivo. Las implicaciones en términos del ingreso per cápita son enormes: creciendo a tasas de 1.3%, en 53 años el ingreso promedio de los jóvenes de hoy en día será el doble que el de sus abuelos, mientras que con tasas de 7% éste sería ¡32 veces mayor!

El crecimiento económico aumenta el nivel de ingreso per cápita de un país, y en economías con niveles de ingreso per cápita elevados la población tiene una mayor esperanza de vida, mejores niveles de educación y menores tasas de pobreza y marginación. Suecia y Canadá, países con niveles de ingreso per cápita de 55,000 y 52,000 dólares anuales respectivamente, tienen una esperanza de vida que supera los 80 años y su mayor tasa de mortalidad infantil (por cada 100,000 habitantes) no supera los 5. Por otro lado, en países como Honduras y Sierra Leona, con niveles de ingreso per cápita de 2,300 y 635 dólares anuales, la esperanza de vida es de 73 y 45 años, respectivamente; mientras que la tasa de mortalidad infantil es de 23 (por cada 100,000 habitantes) en Honduras y de 182 en Sierra Leona.

En nuestro país, el ingreso per cápita es de 9,700 dólares, la esperanza de vida de 77 años y la tasa de mortalidad infantil de 16, lo que nos ubica como un país de ingreso medio en el entorno internacional.

La experiencia internacional muestra que países con tasas de crecimiento que se mantienen por periodos prolongados han experimentado reducciones significativas en sus índices de marginación y pobreza. Un ejemplo de ello es China, que entre 1990 y 2010 creció 10% logrando con ello disminuir en 57% la taza de pobreza; para el mismo periodo Indonesia, con un crecimiento anual de 5%, redujo en 41% la pobreza. Por otro lado, Bolivia y Paraguay, que apenas crecieron en dicho periodo, mantuvieron constantes sus niveles de pobreza.

Desarrollo económico

El desarrollo económico se encarga de estudiar las medidas que se orientan a mejorar la calidad de vida, por ello para poder cuantificarlo es necesario considerar aspectos que van más allá de las variables macroeconómicas, como el acceso y calidad de la educación, salud, la esperanza de vida, disponibilidad de aire limpio y las condiciones de criminalidad, entre otros.

El campo de estudio del desarrollo económico descansa en el uso de métodos estadísticos y en recolectar evidencia empírica para medir los efectos de intervenciones en comunidades y escenarios particulares. A partir de esta área de la economía se pueden identificar medidas que tienen impacto sobre indicadores muy concretos. Por ejemplo, se ha probado que en comunidades rurales de la India, llevar información a los padres sobre los retornos monetarios de la educación, es suficiente para que los padres destinen mayores recursos para asegurar que sus hijos asistan a la escuela y mejoren su aprovechamiento académico.[3]

Otro ejemplo de una intervención exitosa y que ha llamado la atención en todo el mundo tiene su origen en nuestro país. A partir del principio de que ante los incentivos adecuados los padres destinan mayores recursos para que sus hijos asistan a la escuela, en 1998 el gobierno federal echó a andar Progresa, un programa para comunidades pobres con el fin de mejorar la salud y educación de estas familias. Este programa, basado en transferencias monetarias condicionadas, consistía en otorgar dinero a los hogares a cambio de que sus hijos asistieran a la escuela y de que acudieran a revisiones médicas para prevenir enfermedades y poder identificar a tiempo ciertos padecimientos. Estudios empíricos han demostrado que el programa fue muy exitoso en aumentar la inversión en capital humano y romper el vínculo intergeneracional de pobreza. En una de sus primeras evaluaciones, se encontró que entre los hogares participantes, la matrícula de educación secundaria aumentó en 70% para niñas y en cerca de 75% para niños. El impacto del programa fue tal, que programas similares se han implementado exitosamente en países de África y Asia, y ha servido de base para programas de transferencias condicionadas en la  ciudad de Nueva York. En México el programa fue evolucionando hasta convertirse en Oportunidades.

Si bien no existe una fórmula única para reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida de las personas, a partir de la experiencia internacional podemos concluir que los beneficios del crecimiento no se reflejan de inmediato, por ello una estrategia integral para combatir la pobreza debe contemplar: una política económica orientada a garantizar tasas de crecimiento elevadas, programas sociales e intervenciones puntuales que atiendan las necesidades más urgentes de la población, y que implementadas adecuadamente, pueden tener un impacto en la vida de la personas en uno o dos años. Existe un consenso en la literatura económica en cuanto a que aquellas intervenciones que funcionan en un país determinado y ante un grupo específico de la población, no necesariamente tienen el mismo efecto cuando se aplican en un entorno social y económico distinto. Es importante considerar esta característica de las intervenciones si quieren extrapolar a distintos países y grupos de población.


[1]La línea de bienestar equivale al valor de una canasta alimentaria y no alimentaria por persona al mes, y contiene los bienes y servicios esenciales para una vida digna, como alimentos básicos, transporte, cuidados de la salud y vivienda (aquí más información). Las cifras de pobreza corresponden al año de publicación de la más reciente Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares.

[2]Para obtener el número de años que lleva duplicar la producción de bienes y servicios de una economía, basta con obtener la razón entre el número 70 y la tasa a la que crece la producción.

 

 

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Economista egresado de la Facultad de Economía de la UNAM (2002). Realizó estudios de maestría en El Colegio de México y el doctorado en la Universidad de Chicago.


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