De una guerra civil

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Arthur Koestler, Diálogo con la muerte (Un testamento español), traducción de José Erezuma, prólogo de Lluís Bassets, Amaranto, Madrid, 2004, 275 pp.

 
     Esta es la primera vez que Un testamento español aparece en una edición española. En 1938, poco después de su publicación original, se editó una traducción en Argentina, Testamento español (La Nueva España), con prólogo de la Duquesa de Atholl, Katharine Ramsay, una de las defensoras británicas de la “no intervención” en la Guerra Civil Española y autora de un libro en el que ofreció su visión del conflicto, Searchlight on Spain. Sin embargo, la traducción que ahora ve la luz no está hecha sobre la edición de 1937, sino sobre la de 1966, transformada ya definitivamente, de Diálogo con la muerte, nombre con el que Arthur Koestler había rebautizado su obra en 1942.
     Los lectores de su Autobiografía (Debate), y en especial de su segundo volumen, La escritura invisible, ya conocerán algunos de los acontecimientos que se cuentan en Diálogo con la muerte, sus reflexiones en las cárceles de Málaga y de Sevilla.
     Todo este preámbulo parece un tanto enredado, pero aún se le puede añadir un poco más de lío. Lluís Bassets, prologuista del volumen, afirma que nadie ha conseguido ver un ejemplar de Espagne ensanglantée, versión francesa, o Menschenopfer unerhört, versión alemana, el primer libro que Arthur Koestler escribió sobre la Guerra Civil, y que en parte incorporó a la primera edición de Un testamento español; pero cuando escribo esta reseña, 12 de julio de 2004, basta ir a la página Web abebooks.com para hacerse con un ejemplar de la versión en alemán por sólo 295 dólares, en la librería de Peter Petrej en Zúrich.
     Y es que esta complicada peripecia bibliográfica es de alguna manera un reflejo de la complicada peripecia vital e ideológica de Arthur Koestler (Budapest, 1905-Londres, 1983), que Bassets ilumina en su prólogo. Su fe judía le llevó a abrazar tempranamente las ideas sionistas, que defendió sobre el terreno en Palestina y que abandonó posteriormente para abrazar el comunismo, del que acabaría separándose a finales de los años treinta al conocer las purgas de Stalin, que denunció en su libro El cero y el infinito (Destino). Su crítica de los totalitarismos derivó más tarde hacia el activismo social (como sus campañas contra la pena de muerte).
     Diálogo con la muerte es un libro autobiográfico, algunas de las partes están recreadas por la memoria y otras son las anotaciones que Arthur Koestler realizaba en su diario, cuando tenía papel y lápiz, materiales de los que no siempre podía disponer. Está dividido en dos partes muy diferentes. La primera es el relato de lo que vive en la Guerra Civil mientras permanece en el lado leal, fundamentalmente en Valencia y en Málaga, durante los primeros meses de 1937. La segunda parte es el relato de su encarcelamiento en Málaga y en Sevilla, tras ser apresado por el bando franquista.
     La primera parte, bastante breve, es una demoledora descripción de la situación en la zona leal y de la actitud de las tropas que estaban bajo mando republicano: desorganización, apatía, falta de munición, falta de cadena de mando, falta de información, falta de tensión de guerra, desmoralización, cobardía… y, sobre todo, un increíble triunfo de la propaganda sobre los hechos. “La gente del ejército piensa siempre que es suficiente llamar victoria a una derrota para que ésta se convierta en victoria y los muertos resuciten. Creen en el efecto mágico de la propaganda mentirosa, como los bosquimanos en los rezos de sus brujos”, afirmaba Arthur Koestler ante la caída de Málaga.
     La primera parte es, además, la constatación de que los sublevados contaban con ayuda exterior: alemana, italiana y marroquí. Y es que parece ser que la misión original de Arthur Koestler era la de demostrar que las tropas franquistas no estaban solas.
     La segunda parte, bastante más extensa, es una crítica feroz de la brutal represión franquista durante la Guerra Civil: juicios falsos, ejecuciones indiscriminadas, condiciones infrahumanas, tortura… “Durante la noche del lunes fusilaron a diecisiete. Ocho la noche del jueves. Nueve la noche del viernes. Trece la noche del sábado. Trabajarás seis días, dijo Dios, y al séptimo, el día del Sabbat, no harás ningún tipo de trabajo. La noche del domingo fusilaron a tres.”
     Arthur Koestler no huyó de Málaga cuando las tropas rebeldes entraron en la ciudad, aunque pudo hacerlo, y fue apresado y trasladado a la cárcel de Sevilla, una prisión modelo realizada por la República. Durante dos meses vivió atemorizado por una ejecución que inevitablemente tenía que llegar, pero que finalmente no se produjo debido a un intercambio de prisioneros entre filas que le salvó la vida. El “diálogo” de Arthur Koestler con la muerte no es metafísico, aunque en ocasiones se acerca: y su suicidio, que quizá explique retroactivamente parte de su vida, demostraría esa condición metafísica. Más bien, parece un “diálogo” de piel: “Esa noche me desperté varias veces, sintiendo que mi cama temblaba, como sacudida por un seísmo. Luego me di cuenta de que era mi propio cuerpo el que temblaba de la cabeza a los pies”.
     Pero además del tú a tú de Arthur Koestler con la Parca hay en la segunda parte de Diálogo con la muerte un reflejo emocionante de la vida penosa de los presos, que todavía tienen fuerzas para cantar, para jugar al fútbol, para dejarse seducir por la propaganda que se cuela por las rendijas de los muros o para leer Guerra y paz. La camaradería de Arthur Koestler con sus compañeros es, pese a las circunstancias, una evidencia del amor y de la esperanza.
     Arthur Koestler tuvo la suerte de ser liberado y esa suerte hizo que se convirtiera poco más tarde en un defensor de la libertad. Este libro es un buen comienzo. –

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(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.


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