La xenofobia es una pasión infame que mezcla racismo probado, complejo de inferioridad probable e inteligencia por probar. Que se convierta en política es triste, y en política cultural grave, pues atenta contra el sentido mismo de la libertad cultural.
Pues la xenofobia asomó su patética cabeza en la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, que sonaba mejor como ensamble que como asamblea.
Un grupo de músicos decidió sentirse agraviado por la presencia entre ellos de algunos que tienen la horrible desdicha de no ser mexicanos. Su ideólogo, que resopla un trombón, de nombre Julio Briseño, confeccionó esta pasmosa idea: “en una orquesta, que alguien toque bien es lo menos importante, pesa más una buena convivencia” (periódico Reforma, 12 de marzo). Por primera vez en la historia, el convivium prevalece sobre el musicum.
Lamentablemente, el director de la orquesta, señor Enrique Barrios, refrendó esa postura al declarar (El Universal, 17 de noviembre) que “hay un pequeño grupo de músicos que repudia la nacionalidad mexicana, mayormente de nacionalidades estadounidense, francesa y polaca”, músicos que “conservan sus costumbres, su idioma y no se han integrado”. Es decir, que “se niegan” a dejar sus nacionalidades para acogerse a la mexicana que, como es sabido, es mucho más buena, intensa, profunda y auténtica que las suyas.
Como consecuencia de estas filosofías, músicos de primerísimo nivel han tenido que abandonar el país al que dedicaron décadas de trabajo. Es el caso, por ejemplo, del cornista Jon Gustely, cofundador de la Sinfonietta Ventus y del grupo Vox Corno y que enseñó durante años en la escuela Vida y Movimiento (Ollin Yoliztli). Años y años de dedicación, cariño y trabajo que se ven súbitamente cancelados porque los señores Briseño y Barrios, autonombrados réferis en el arte de “la convivencia”, no toleran que se niegue a abandonar su nacionalidad.
En todo este deplorable escenario se elevó la voz sensata de Elena Cepeda, titular de cultura del gobierno del DF, que declaró el 15 de noviembre: “No vamos a permitir más que en una instancia pública se susciten actitudes racistas, intolerantes, groseras e incluso agresivas. Eso no volverá a suceder; es algo que amerita sanciones y las voy a ejecutar” (la sanción fue despedir al señor Barrios).
Mis respetos, señora.
¿Y la orquesta? Bueno, mientras su “comisión mixta” no decida que Beethoven, Brahms o Wagner, por no ser mexicanos…
Foto: María Luisa Severiano
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.