Diez claves para entender la religión catódica

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Aplauso: Método expresivo muy extendido en televisión. Consiste en juntar rítmicamente las palmas de ambas manos provocando un ruido que debería expresar algo parecido al entusiasmo. Se utiliza sobre todo en los programas con público. A veces, sin embargo, las condiciones de dichos programas son muy duras (aire acondicionado demasiado fuerte, interminables esperas, largos viajes en autocar hasta los estudios y la sensación de estar participando en una ceremonia absurda) y al público le resulta muy difícil, por no decir imposible, saber cuándo uno tiene, o no, que aplaudir. Por ello, los aplausos son regulados por un especialista llamado regidor que, con gesticulaciones dignas de un director de orquesta, se encarga de avisar al respetable de cuándo conviene aplaudir y cuándo es mejor estarse quietecito. Decía Orson Welles: "Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude". Si en lugar de dedicarse al cine, a engordar y a fumar habanos Welles se hubiera dedicado a la televisión, no habría tenido este problema. En televisión se aplaude al empezar, durante y al terminar los programas sin que, aparentemente, exista ninguna razón para hacerlo.
     Audiencia: Única vara de medir de la televisión. Así como las oscilaciones en el precio del barril de petróleo repercuten sobre la economía mundial, la audiencia se convierte en el todopoderoso valor que regula la Bolsa televisiva. Cuanta más audiencia tiene un programa, mejor, ya que eso permitirá a la cadena movilizar a más anunciantes para las pausas publicitarias, los cuales estarán dispuestos a pagar todavía más en función de la cantidad de audiencia independientemente de que el programa guste o no. Así, partiendo de la exagerada aunque no descabellada hipótesis de que una cadena retransmitiera en directo la ejecución de un condenado a muerte y eso suscitase una audiencia espectacular, no se analizarían tanto los contenidos del programa como su resultado en número de telespectadores.
     Caja tonta: Expresión peyorativa que utilizan los enemigos de la televisión para criticarla. La idea consiste en atribuir personalidad propia a un electrodoméstico. De tanto repetirse, el ofensivo la caja tonta se ha convertido en un tópico todavía más desprestigiado que el objeto criticado. Es más: no descarten que alguien haga un programa titulado La caja tonta y que sea un éxito. A medida que las pantallas se han ido haciendo planas, aplicarles el apelativo de caja es, además, una incorrección.
     Concurso: Género televisivo que consiste en presionar a personas que, sin que nadie les haya obligado a punta de pistola, acuden a un plató para responder a preguntas difíciles o para superar pruebas de dudoso gusto. Cuando el concurso se basa en responder a preguntas, se le llama de cultura general, aunque a la práctica se convierta en una vergonzosa demostración de hasta qué punto está generalizada la incultura. Cuando el concurso consiste en superar diversas pruebas físicas y en someterse a formas varias de humillación individual y colectiva, se le llama concurso a secas o, en círculos más íntimos, tortura psicológica, ya que, en ocasiones, se somete al concursante a vejaciones como sumergirle en una bañera llena de hielo o permitir que una manada de ratas le recorra el cuerpo. Si, a veces, la fe católica se expresa en sangrientas flagelaciones protagonizadas por creyentes que participan en procesiones fustigándose con látigos y otros objetos contundentes para expiar sus pecados, la religión catódica también cuenta con esa forma de compromiso espiritual que raya con el masoquismo y que, además, no dispone de ningún método de absolución. Es más: algunos de los concursantes conservan sus suplicios grabados en vídeo.
     Debate: Género popular en los años setenta que, paulatinamente, ha ido perdiendo protagonismo. Consiste en reunir a varias personas y animarles a discutir sobre un tema, rodeadas de una escenografía austera (austero es el eufemismo que utilizan los directivos de las cadenas para no tener que decir barato). Los participantes en los debates deben defender sus posiciones procurando no dejarse convencer por sus interlocutores, ya que cualquier acuerdo en la exposición de los argumentos arruinaría el sentido de la reunión. En los últimos años, debido a la crisis del género, se han introducido interesantes variantes, como por ejemplo animar a los invitados a que se insulten o se peguen. Incluso se especula sobre la posibilidad de que, en un futuro próximo, los debates acaben llamándose combates.
     Enemigos de la televisión: Desde su aparición, la televisión ha generado enormes movimientos de detractores. A veces, su malestar parece dirigirse más hacia aquellos a los que les gusta la televisión que hacia los contenidos de la misma. Curiosamente, la intensidad de su fidelidad a la programación es proporcional al asco que les produce. Cuanto más la ven, más la odian, por lo cual siempre es saludable recordarles que existe la posibilidad de no verla para, de este modo, no tener que odiarla. Entre los detractores también circulan sesudas bibliografías que estimulan un debate necesario en la evolución de todo medio de comunicación de masas y que conviene no menospreciar. Entre los ensayos más contundentes del sector crítico está el Four Arguments for the Elimination of Television, de Jerry Mander, en el que se lee: "No se puede cambiar la televisión. Hablar de reformar la televisión resulta tan estúpido y absurdo como hablar de reformar las armas de fuego. Sólo existe un modo de resolver el problema de la televisión y es eliminarla por completo y de una vez por todas del paisaje mediático".
     Enemigos de los enemigos de la televisión: Compensan la presencia militante de los enemigos de la televisión y la defienden a capa y espada. Es habitual que los más aguerridos enemigos de los enemigos de la televisión sean ex enemigos de la televisión reconvertidos en conversos tras un proceso de desintoxicación (¿o de intoxicación?). Manejan sus propios tópicos como, por ejemplo, el que sostiene que la televisión es una "ventana abierta al mundo", un lugar común que algunas personas han desmentido insinuando que, a veces, las ventanas no dan a ninguna parte. En el interesante ensayo titulado L'apostasie de la television, por ejemplo, la socióloga Elisabeth Castro-Thomasset incluye testimonios de personas que rechazan el consumo televisivo y escribe: "Si la televisión puede aparecer como una potencial apertura al mundo, en la mayoría de los casos sólo es una ilusión o una simulación de esta apertura al mundo". Así pues, intelectualizar la defensa de la televisión con una radicalidad que se limite a compensar el simétrico maniqueísmo del sector más crítico sólo nos lleva a un estancamiento de las posiciones. Por eso conviene escuchar y leer todas las aportaciones. Sobre todo si son tan sugerentes como las de Neil Postman en su ya mítico Divertirse hasta morir: "Lo que quiero destacar aquí no es que la televisión es entretenimiento, sino que ha hecho del entretenimiento en sí el formato natural de la representación de toda experiencia. Nuestro televisor nos mantiene en constante comunión con el mundo, pero lo hace con un rostro cuya faz revela una sonrisa inalterable. El problema no es que la televisión nos dé material y temas de entretenimiento, sino que nos presenta todos los asuntos como entretenimiento, lo que es una cuestión bien diferente."
     Documentales sobre animales: Género de contenido violento y casi siempre pornográfico que, paradójicamente, cuenta con numerosos defensores. Consiste en filmaciones de la vida sexual y militar de diferentes especies animales y, al mismo tiempo, irracionales. La estructura tradicional del documental sobre animales se reduce a filmar a cámara lenta a diferentes bestias copulando, persiguiéndose o degollándose. Bajo el envoltorio de interés científico, se publicitan imágenes que pueden resultar traumáticas para cualquier adulto sensible. Incomprensiblemente, ni las asociaciones de padres ni los sindicatos de maestros han pedido jamás la supresión de ninguno de estos lamentables espectáculos.
     Mando a distancia (1): Piedra filosofal que funciona con pilas.
     Mando a distancia (2): Aparato que durante nuestra vida tocamos mucho más que a cualquiera de nuestros seres queridos.
     Programación infantil: La gente suele quejarse muchísimo de la programación infantil. Que si es demasiado violenta. Que si no es la adecuada para inculcar valores. Incluso algunas asociaciones de padres, profesores y/o gente de bien intentan influir en los contenidos y en los horarios de la televisión destinada a los niños. Hablan de la televisión infantil como si la televisión para adultos fuera una maravilla, como si el hecho de preocuparse por lo que ven sus hijos les diera la coartada perfecta para desentenderse de lo que ven ellos. ~

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