Un diagnóstico para la crisis de la democracia liberal

Alquimistas del malestar. Del momento Weimar al trumpismo global

Martín Alonso Zarza y Francisco Javier Merino Pacheco

Trea,

Gijón, , 2022, , 488 pp.

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Aunque sigamos usando con cierta frecuencia el conocido retruécano de Ortega según el cual lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa, hay razones para pensar que quizá nos suceda exactamente lo contrario: estamos tan seguros de saber lo que nos pasa que nos olvidamos de cuestionar las certezas que producimos. Algo de eso sucede con la literatura sobre la crisis de la democracia liberal, que reemergió con fuerza tras el estallido de la crisis financiera en 2008 y se convirtió casi en una industria autónoma con el referéndum sobre el Brexit, primero, y la victoria de Donald Trump, después. Nos hemos dedicado así a explicar cómo mueren las democracias, sin que ninguna haya muerto todavía pese a que hay algunas –Polonia, Hungría, México– cuya evolución resulta preocupante y exista otra –Venezuela– que apenas muestra ya signos vitales. Pero no sabemos si esa literatura ha ayudado a contener el deterioro democrático; es posible que sus advertencias, en ocasiones alarmistas, ayuden a conjurar el peligro

Viene esto a cuento de la publicación de un notable ensayo que se dedica justamente a analizar las causas de la referida crisis de la democracia liberal, que para Martín Alonso y Francisco Merino remiten a la figura del “alquimista del malestar” que figura en el título. Por su parte, el subtítulo evoca un precedente susceptible de repetirse (Weimar) y otorga carta de naturaleza a un concepto que parece circunscribir el peligro que padecen las democracias hoy a los movimientos que forman parte de la derecha populista o nacionalista (“trumpismo global”). Los autores cuentan con una sólida formación académica y una larga trayectoria profesional como docentes en la enseñanza secundaria; ambos han publicado valiosos trabajos acerca de los nacionalismos catalán y vasco. En este voluminoso y documentado libro, escrito a cuatro manos con una prosa impecable, se proponen contestar a una de las preguntas del momento: si la democracia liberal va camino de ser reemplazada por alguna forma de autoritarismo populista. Su respuesta no es tajante, porque no puede serlo, pero los autores encuentran motivos para preocuparse: los antecedentes históricos sugieren que el ascenso del identitarismo nativista, impulsado por “hombres fuertes” que se dicen capacitados para acabar con el malestar social generado por la desigualdad neoliberal, puede comprometer la estabilidad de las democracias liberales.

Para desarrollar esa tesis, Alonso y Merino hacen dos cosas. De un lado, revisan la abundante literatura sobre el tema, haciendo suyos los conceptos y las hipótesis que mejor encajan con su diagnóstico. Y de otro, más originalmente, presentan con alto nivel de detalle un conjunto de casos particulares: el Reino Unido y su Brexit; la Italia que ha funcionado históricamente como laboratorio de tendencias diseminadas con posterioridad a otros países; los países del llamado Grupo de Visegrado, cuestionados hasta ayer mismo por su trayectoria iliberal; la Yugoslavia que se desmiembra violentamente a principios de los años noventa; ese Israel que va perdiendo paulatinamente sensibilidad democrática y endureciendo su perfil religioso; y la compleja Francia de la V República en su actual estado de desorden partidista y pesimismo cultural. Señalan los autores que los casos han sido elegidos con intención heurística, por su potencialidad para ilustrar tendencias típicas que pudieran reproducirse en otro lugar. Resultan especialmente recomendables los análisis que aquí se ofrecen del caso israelí y del yugoslavo; el primero porque se repara poco en las singularidades de aquel sistema político y el segundo por la tremenda fuerza ejemplarizante –en sentido negativo– que todavía tiene una tragedia que tuvo lugar en el corazón del continente europeo. Dicho esto, resulta discutible que los autores no hayan incluido supuestos que habrían proporcionado una visión más completa del tema –los riesgos para la democracia liberal en todo el mundo– que les ocupa: la Cataluña del procés (a la que se hace no obstante referencia en distintos momentos) y la Venezuela de Hugo Chávez habrían sido casos tan oportunos como ilustrativos.

¿Y por qué habrían de disponer estos “alquimistas del bienestar” de un público receptivo en nuestra época? Para Alonso y Merino, los conflictos acerca de la identidad –en los que ha puesto énfasis también una izquierda culturalista a la que se le habría indigestado la French theory de Foucault y compañía– son una distracción interesada: el problema está en la desigualdad creada por el neoliberalismo al que da inicio esa pareja de malos oficiales que son Reagan y Thatcher. Bajo este punto de vista, el líder populista solo se aprovecha de unas condiciones sociales preexistentes, creando una oferta política que proporciona confort cognitivo al identificar un enemigo –el “otro”– que sirve como culpable sobre el que canalizar las energías negativas del cuerpo social. El poder de los alquimistas, escriben, consiste en “crear secuencias de atribución hacia problemas percibidos”; de ahí el éxito histórico del antisemitismo y su papel en el ascenso del nazismo. Los autores, que llegan incluso a citar al Horkheimer que vincula indisolublemente fascismo y capitalismo, apuestan sin embargo demasiado fuerte por la desigualdad como variable explicativa del ascenso populista. O, al menos, pierden la oportunidad de matizar que lo que cuenta es la percepción de la desigualdad y no la desigualdad misma: la participación del poder público en el pib no ha dejado de aumentar en los países democráticos. Por otra parte, también hay exitosos partidos populistas o nacionalistas en las prósperas socialdemocracias nórdicas. Y aunque aquí se culpa a Samuel Huntington de desviar de manera malintencionada la atención del público con su “choque de civilizaciones”, los años noventa fueron una época de optimismo económico sobre los que no debemos proyectar el desasosiego de nuestros días.

En cualquier caso, los autores extraen la lección pertinente de Weimar, que además de un episodio histórico se ha convertido en un símbolo que funciona como advertencia sobre “la fragilidad inherente e inmanente de las democracias”. Es verdad que las autocracias no pasan por su mejor momento: la Rusia de Putin y la China de Xi no dan forma a modelos atractivos fuera de sus fronteras y los meses transcurridos desde que este trabajo se dio a imprenta han reforzado esa impresión. También la historia del siglo XX ha de servir para algo; las democracias liberales son más fuertes de lo que solemos pensar. Pero no hace falta que sucumban con estrépito: pueden debilitarse o esclerotizarse. A esos efectos, como puede comprobarse en ese otro laboratorio político que es España, el populismo de derechas no es la única amenaza; la ideología no cuenta mucho cuando se trata de usar el señuelo de la “voluntad popular” como palanca para colonizar las instituciones democráticas. Este libro habría sido aún mejor si hubiera enfatizado lo que une a los distintos populismos al margen de su filiación ideológica: López Obrador se parece más a Orbán de lo que sus seguidores están dispuestos a admitir y partidos como ERC o Bildu muestran que los partidos nacionalistas no siempre se inclinan a la derecha.

Se trata, con todo, de un reproche menor: Alquimistas del malestar es un libro recomendable para cualquiera que desee profundizar en el conocimiento de los problemas que aquejan hoy a las democracias liberales. Ofrece, como quieren los autores, una explicación y una enseñanza: si acontece el desastre, al menos, nos cogerá bien informados. ~

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(Málaga, 1974) es catedrático de ciencia política en la Universidad de Málaga. Su libro más reciente es 'Ficción fatal. Ensayo sobre Vértigo' (Taurus, 2024).


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