Discutir no está a discusión

El fundador de la UACM propuso un modelo universitario tan revolucionario que terminó por ser inoperante como institución educativa. 
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La semana pasada el creador y exrector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Ing. Manuel Pérez Rocha, publicó un editorial titulado “Discutir la universidad” en el que explica que discutir en latín se dice disputatio y que discutir, desde la edad media, es “una forma fecunda de aprender”.

Gracias.  

El comentario del Ing. Pérez Rocha aparece el 10 de octubre en el diario La Jornada, diario especialmente atento a la crisis que vive la UACM. (Este diario publicaba durante el rectorado del Ing. Pérez Rocha un suplemento de la UACM que le costaba a la UACM 2.7 millones de pesos al año. La Dra. Orozco, sucesora del Ing. Pérez Rocha, canceló el contrato por razones presupuestales).

En ese editorial, el Ing. Pérez Rocha se refiere a un artículo titulado “La imposible democracia” que publiqué el 25 de septiembre, y a una entrevista con Josu Landa que publicó la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en su serie Diálogos para la reforma de la UNAM en 2000, y que se recoge también en mi libro Allá en el campus grande (Tusquets, 2000).  

El Ing. Pérez Rocha (a quien dejaré de llamar ingeniero, toda vez que en su opinión los títulos universitarios acusan una “visión profesionalizante” reñida con su idea de la universidad) extrajo de mi artículo la idea de que desdeño la disputatio como ingrediente del proceso educativo. Una lectura maromera que ofende mi inteligencia (lo que es comprensible) pero, sobre todo, la de los lectores: ¿hay alguien tan tonto como para postular un aprendizaje sin discusión?

Parece que sí: yo.

Mirabile visu!

En una universidad maestros y alumnos discuten desde la primera clase y continúan haciéndolo hasta el examen profesional. Así pues, discutir en una universidad no está a discusión. Salvo que se trate, como en la UACM, de discutir “el proyecto” que le dio origen, pues ese proyecto es sagrado y goza de dispensa especial.

Yo digo que entre maestro y alumno hay diferencia jerárquica, una asimetría que deriva de que el maestro transmite un saber que el alumno desea, y que tal jerarquía se refleja en que los académicos gobiernan las universidades. Pérez Rocha piensa en cambio que si hay discusión en el aula debe haberla también en el gobierno de las universidades. Estudiantes y trabajadores tendrán así la misma categoría que los profesores y se evitará un “régimen autoritario, rígidamente jerárquico”. 

Esto es tan revolucionario que, al borrar las jerarquías entre el estudiante de primer ingreso y el experimentado profesor, al parecer se erradica el autoritarismo. Un autoritarismo del que también prescinde el profesor al no poner exámenes, pues es autoritario que obre como “un funcionario público que con el poder de su firma le extiende un valor de mercado al estudiante” (como ha dicho aquí Pérez Rocha).

Estas y otras ideas –que están fuera de discusión porque son dogma del “proyecto”– vienen del congreso de Córdoba (1918), cuando la Federación Universitaria Argentina proclamó la universidad “social” con docencia y asistencia “libres”, de cuyo gobierno formaría parte esencial la juventud “cansada de soportar a los tiranos”. Ya he contado cómo el Partido Comunista Mexicano revivió ese proyecto en los sesentas y lo incluyó en su “Declaración de principios” de 1980. ¿Para mejorar la enseñanza? No: para contar con “centros de acción política”. Así dice.

Pérez Rocha ha narrado, con encomiable franqueza,  cómo AMLO le ordenó crear una universidad en seis meses. Sería una universidad “nueva”, pues Pérez Rocha se negó a “una organización que pudiéramos haber copiado de cualquier otra institución”. El resultado fue, reconoce, “muchos déficits de organización”. Es lo mismo que dice la Dra. Orozco.

La estrategia, agrega Pérez Rocha, fue “ir estructurando la universidad conforme su vida lo fuera exigiendo”.

Eso lo declaró en 2006.

Seis años más tarde la UACM es un lamentable caos causado por una disputa alrededor de la manera de constituir democráticamente su “cogobierno”,  pero que también obedece a la riña por un centro de acción política.

Pero el cogobierno universitario es el “sueño materializado” que cantan los ideólogos. Un sueño que está fuera de toda discusión. 

 

(Publicado previamente en El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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