Tras las primeras refriegas electorales, el panorama a cuatro partidos se consolida con algunos matices respecto a lo anunciado por los sondeos. Los representantes del bipartidismo “imperfecto” resisten a pesar de la caรญda. En la cuneta han quedado antiguos aspirantes a quebrar la barrera que nuestro sistema electoral levanta contra terceras y cuartas fuerzas: UPyD e Izquierda Unida. Y ascienden, aunque con trayectoria mรกs accidentada de lo que se prometรญan, los representantes de esa “nueva polรญtica” que aรบn ha de cargarse de contenido, Podemos y Ciudadanos. Hasta las elecciones generales se libra una competiciรณn no solo entre marcas electorales y programas, sino entre organizaciones muy distintas, algunas de ellas inmersas en un proceso de construcciรณn que afecta a la misma naturaleza de su definiciรณn ideolรณgica y programรกtica.
Podemos y c’s siguen trayectorias opuestas desde la irrupciรณn de esta รบltima fuerza en los sondeos a finales de 2014. El crecimiento del partido de Albert Rivera coincidiรณ con una bajada de Podemos hasta las elecciones de mayo, cuando las tendencias comenzaron a invertirse. La “crisis” de Podemos y el resultado de las elecciones andaluzas, tomado por algunos como discreto pese a representar objetivamente un รฉxito, coincidieron con un debate en torno a la posiciรณn a la que debรญan aspirar en el eje izquierda-derecha, o mรกs bien si debรญan tomar como referencia dicho eje en absoluto. Las diferencias de criterio organizativo entre Pablo Iglesias e รรฑigo Errejรณn se sumaban a la discusiรณn entre una plataforma netamente de izquierdas que intentase reproducir el รฉxito de Syriza, o bien un movimiento de corte pospolรญtico, que rehuyera la identificaciรณn ideolรณgica tradicional para poner en circulaciรณn nuevos marcos y referencias y apelar a electorados mรกs amplios –lo que parecรญa ser el plan inicial desde la campaรฑa de las europeas de 2014.
Pero los debates y tensiones –no siempre negativos– son mรบltiples en Podemos. Existe una dialรฉctica general entre los lรญderes y quienes aspiran a una mayor horizontalidad representada en los “cรญrculos”; a que el partido sea instrumento de una vaga voluntad de cambio y profundizaciรณn democrรกtica que se asocia al 15-m, antes que una organizaciรณn polรญtica tradicional. Estos crรญticos no siempre han tenido capacidad de plantar cara al hiperliderazgo de Iglesias y su capital comunicativo, pero la configuraciรณn de gobiernos autonรณmicos y locales les ofrece la posibilidad de construir bases de poder local desde las que presentar una oposiciรณn mรกs firme.
Ademรกs, desde las elecciones de mayo un nuevo debate ocupa el espacio electoral a la izquierda del psoe: concurrir a las generales bajo la marca Podemos o integrar candidaturas de “unidad popular” en la estela de las experiencias de Ahora Madrid y Barcelona en Comรบ. Ni dentro ni fuera de Podemos y organizaciones afines parece haber argumentos objetivos claros para decidirse por una opciรณn u otra. Como ha seรฑalado Sebastiรกn Lavezzolo, los datos de las elecciones autonรณmicas y locales son difรญcilmente trasladables a unas generales debido a lo dispar de las candidaturas populares o municipalistas, que han constituido cada una un experimento en sรญ mismo. Ahora Madrid ha contado con una candidata que apelaba sentimentalmente a la izquierda en conjunto, y con la participaciรณn de organizaciones, redes y sociedad civil tradicionalmente afines a iu, pero tambiรฉn a movimientos de “izquierda transformadora” hasta ahora al margen de lo institucional, asรญ como al mismo psoe. Esto ha posibilitado atraer a un espectro amplio de electores, simbolizado en la extensiรณn del split ticket –Carmena (am) en el Ayuntamiento, Gabilondo (psoe) en la Comunidad– entre votantes tradicionalmente socialistas. Y se ha materializado en una campaรฑa electoral con elementos de grassroots que se ha difundido de manera felizmente caรณtica por los distritos de la ciudad gracias a estas redes semiautรณnomas. Es lรญcito preguntarse cuรกnto tiempo podrรญan mantener se esa excitaciรณn y ese caos creativo en una campaรฑa mรกs larga, cuando el control del mensaje probablemente sea mรกs decisivo que en las municipales y las tensiones organizativas mรกs graves. Habrรญa que sumar ademรกs el protagonismo de la cรบpula de Podemos. Tampoco puede obviarse que los experimentos exitosos de Colau y Carmena han contado con candidaturas potentes e independientes y se han producido en lugares donde la alternativa socialista estรก hundida, y aprovechando su anclaje en la sociedad civil. Cabe dudar de que el modelo sea totalmente extrapolable a las generales sin una pasokizaciรณn siquiera parcial del psoe.
La moribunda iu se debate tambiรฉn entre “confluir” o resistir a la espera de tiempos mejores –suponiendo que lleguen–. Ni siquiera estรก claro quรฉ incentivos tiene ya Podemos para ofrecerles un espacio. El caso remite a la dialรฉctica entre Ciudadanos y upyd en el centro, sobre todo por lo que las estrategias de “gestiรณn de la miseria” de los puristas izquierdistas y magentas tienen de anรกlogo. c’s se labrรณ un hueco en el sistema de partidos catalรกn mucho antes de intentar el salto nacional. Como en el caso de Podemos, el hiperliderazgo de Albert Rivera se sustenta en su capital comunicativo, y el nรบcleo barcelonรฉs aspira a mantener el control a pesar del crecimiento desordenado: a diferencia de la “leninista” upyd, que preferรญa dinamitar franquicias locales si no podรญa controlarlas, c’s ha crecido al aluviรณn, absorbiendo partidos y cuadros diversos, no siempre con las mejores credenciales. Sin embargo, a diferencia de Podemos, y pese a continentes aรบn vacรญos como “Movimiento Ciudadano”, estรก ayuno de un relato movilizador y, sobre todo, de redes sobre las que sustentarlo. Incluso allรญ donde ha fagocitado a upyd, carece de mรบsculo organizativo, que los magentas nunca tuvieron en realidad. Si decรญamos que las candidaturas de confluencia municipal se han alzado sobre redes preexistentes en torno a organizaciones y tendencias ideolรณgicas diversas, Ciudadanos se maneja satisfactoriamente en la virtualidad de la comunicaciรณn televisiva y digital, algo que quizรกs no le baste para objetivos mรกs ambiciosos. c’s atrae a rentas medias y altas y ha logrado la aprobaciรณn de ciertas รฉlites econรณmicas y sociales antes afines al pp, pero parece aรบn alejado de la solidez que el votante espera de una opciรณn de gobierno, asรญ como de la implantaciรณn necesaria para venderla. Buena parte de la batalla electoral va a librarse, como apuntรกbamos, en el plano organizativo, y la habilidad que estos “nuevos” partidos muestren para materializar sus discursos de cambio en estructuras de movilizaciรณn abiertas pero no caรณticas serรก decisiva en su pugna con los viejos partidos, y entre sรญ en las circunscripciones o espacios ideolรณgicos donde compitan. ~
Jorge San Miguel (Madrid, 1977) es politรณlogo y asesor polรญtico.