Cuarto informe

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El cuarto informe presidencial que se llevó a cabo el primero de septiembre de este 2010 aconteció en un clima de perfecta armonía cívica, claridad intelectual, orden republicano y honestidad valiente.
     ¡Qué lejos aquellos años en que la ceremonia era un sainete vergonzoso que humillaba a las instituciones republicanas ante propios y extraños! ¡Qué lejos de la atmósfera descompuesta de aquellos informes del sexenio anterior —sobre todo el del 2006— cuando interpelaciones, berridos, aullidos y cuchufletas hacían imposible el derecho de la Patria a escuchar el mensaje y convertían la ceremonia en zacapela, el Palacio Legislativo en pulquería, la figura presidencial en blanco fijo y, sobre todo, la banda presidencial en un trapo sin sentido!
     El Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador restituyó el orden luego de las sangrientas elecciones del 2006. Si bien en su primer informe fue interpelado por las facciones “ultra” de su propio partido —las mismas que convirtieron el Palacio de San Lázaro en unidad habitacional durante varios meses—, no le tembló la mano a la hora de restaurar la dignidad al recinto. El informe del 2008 fue más ordenado, pues la oposición era ya insignificante, derrotada limpiamente en las urnas, y disminuida aún más por el “Cambio de ruta” que realizó el pri cuando decidió disolverse y afiliarse en masa al prd, sumando al partido en el poder a la totalidad de sus fuerzas vivas —y aún las muertas, gracias a la milagrosa cuanto inesperada resurrección de Fidel Velásquez el primero de mayo de 2007. La “Unión de la Esperanza” dio origen así al Partido de la Revolución Institucional Democrática (PRID). Apoyado después en un plebiscito que le permitía “aplicar todo el peso de la ley a los groseros, a los léperos, a los que no tienen esperanza y a los innombrables”, el Presidente restituyó a la ceremonia el solemne esplendor de antaño.
     La importancia de haber impuesto de nuevo los buenos modales republicanos es algo que, como bien dice el líder de mi Sindicato Unico Nacional de Periodistas Libres, debemos agradecer todos los habitantes de esta nuestra Patria de la Esperanza. ¡Qué alegría fue vivir nuevamente esa jornada entre el júbilo popular, disfrutando el día de asueto, no en lo oscurito, como antes, sino a pleno día, bajo ese sol azteca tan nuestro, bajo las cataratas de confeti tricolor, con soldados haciendo marcial acto de presencia en lugar de aterrados granaderos; con pequeñas vallas para señalar la ruta en lugar de grotescas murallas; con una sabrosa romería de libertades populares en lugar de ansiedades y miedos; con el Zócalo limpio de protestas y plantones; con las ordenadas mesas donde bastaba mostrar su credencial de “Esperanzado en Activo”, para que el pueblo recibiese su “Torta valiente”!
     El famoso cuanto modesto Tsuru del Señor Presidente salió justo a las seis de la mañana del Palacio Nacional con la Comisión de Cortesía adentro. Avanzó hacia San Lázaro entre muestras de afecto de la poderosa Unión Nacional de Esperanzados Jóvenes —los llamados “descamisados”— o por los Ancianos Prematuros Beneficiados por Apoyos, Becas, Unidad Habitacional, Salud Eterna, Educación Continua y Bolos Alimenticios. Por acá el Sindicato Único de Microbuses y Taxistas Ilegales Pero con Esperanza sonando sus bocinas; por allá la Unión de Sindicatos de Instituciones en Quiebra Pero con Esperanza —ISSSTE, Pemex, CFE— sonando sus tradicionales matracas; por acullá el Sindicato de Trabajadores Universitarios con sus pancartas de Stalin, y la Iglesia “Luz del Mundo” con las de su salvador; por aquí el Sindicato Nacional de Artistas y Escritores, y en las puertas del recinto el detalle conmovedor: el Sindicato de Nonatos del IMSS voceando la consigna “¡Ahí viene, ya avanza / el líder de la esperanza!”
     El Presidente llegó a las puertas del Congreso en punto de las siete de la mañana y, dos minutos más tarde, ante todos los poderes, pronunciaba la fórmula de rigor: “Honorable Congreso de la Unión…” Un informe de doce cuartillas que fue leído en catorce horas y media, dado el peculiar estilo expresivo del Señor Presidente y las ciento sesenta y cuatro ovaciones. El final y más prolongado aplauso fue, desde luego, el que saludó la decisión del Primer Magistrado de la Nación de nacionalizar “la totalidad de la realidad Patria”, como respuesta al “complot y golpe de Estado” que orquestan en vano los innombrables, los yanquis, los riquillos y otros “de que andan en lo oscurito”. Ellos son los responsables —dijo— de que la tasa de inflación haya alcanzado el 2,204% mensual, de la fuga de capitales, la caída de la inversión, el disparo de las tasas de interés, el colapso del PIB, el colapso del segundo piso del Periférico, la explosión de la economía informal y el tipo de cambio de 377,000 pesos por dólar. “Nada de esto —aseguró enfático el Señor Presidente— impedirá de que triunfe la Esperanza, esa de que, por cierto, se han encontrado enormes yacimientos en la sonda de Tabasco y de que ponen al país en la vanguardia de la producción mundial del insumo.”
     Terminado el informe, el Señor Presidente regresó al Zócalo y escuchó desde su balcón una serenata multitudinaria que le cantó Sigo siendo el Rey. Para terminar, luego de un plebiscito organizado al vapor, ante el aplauso de las masas, postergó las elecciones del 2012 hasta el 2018. –

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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