Dos testigos

Primo Levi y Jorge Semprรบn fueron vรญctimas de la violencia nazi y reflexionaron sobre ella en obras memorables. En esta nueva lectura, Beck y Canal abordan dos aspectos claves de la experiencia: el dolor fรญsico y la condiciรณn de superviviente.
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Las primeras lรญneas de Si esto es un hombre –el relato del quรญmico y escritor italiano Primo Levi sobre su estancia como prisionero en Auschwitz entre 1944 y 1945– son seguramente algunas de las mรกs perturbadoras de la literatura moderna. Se trata de una maldiciรณn:

 

Pensad que esto ha sucedido:

Os encomiendo estas palabras.

Grabadlas en vuestros corazones

Al estar en casa, al ir por la calle,

Al acostaros, al levantaros;

Repetรญdselas a vuestros hijos.

O que vuestra casa se derrumbe,

La enfermedad os imposibilite,

Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

 

Apenas comienza, la lectura de la obra de Levi sitรบa al lector en un raro estado de intensidad. No solo le reclama la atenciรณn de su intelecto: le exige que ponga en crisis, o por lo menos en suspenso, su disposiciรณn moral ante el dolor y su postura mental hacia la historia del siglo XX –que sigue siendo, de tantas maneras, todavรญa la nuestra.

 

En Si esto es un hombre Levi se propone realizar una fenomenologรญa –una descripciรณn analรญtica y minuciosa– de la desdicha sin lรญmites. En el prefacio nos advierte que su relato “no se ha escrito con el fin de formular nuevas acusaciones”, sino que “debe ser capaz, mรกs bien, de proporcionar documentaciรณn para un estudio sosegado de ciertos aspectos de la mente humana”. Estos aspectos son los del funcionamiento de la conciencia en una situaciรณn de privaciรณn extrema –la de sentirse “afuera del mundo”–. Levi disecciona la significaciรณn especรญfica del sufrimiento corporal en un estado de derelicciรณn y apunta: “Era la misma incomodidad, los golpes, el frรญo, la sed, lo que nos sostuvo en el aire en el vacรญo de la desesperaciรณn sin fondo.” En sus descripciones de la experiencia del sueรฑo en el campo se repite una misma imagen inquietante: la sensaciรณn onรญrica de estar durmiendo sobre un lugar hecho para el movimiento, no para el reposo; una orilla y no un lugar –la percepciรณn de encontrarse encima de una carretera o los rieles de un ferrocarril–. En el campo ni siquiera el sueรฑo ofrece la oportunidad de una salida. Soรฑar no representa la liberaciรณn del inconsciente, sino la continuidad del terror. El sentido del amanecer y el despertar igualmente se transforman: ya no significan la promesa de un nuevo comienzo, sino que marcan el principio de una “condena cotidiana”. Palabras habituales de la vida en libertad como “cansancio”, “miedo” o “dolor” pierden el sentido o se vuelven inรบtiles. El sentimiento de hambre de un prisionero no es la sensaciรณn de haber perdido una comida. El prisionero no tiene hambre: es hambre. Su manera de tener frรญo “tiene necesidad de una nueva palabra”.

La obra de Levi estรก atravesada por un conflicto de actitudes con respecto al testimonio: la conciencia simultรกnea de su urgencia y de su imposibilidad. Por un lado, Levi describe la necesidad apremiante y primordial de contar, de hacer que “los demรกs” participen de su historia. Narrar era para Levi y otros antiguos cautivos una premura que habรญa adquirido “el carรกcter de un impulso violento e inmediato, hasta el punto de competir con nuestras otras necesidades elementales”. La compulsiรณn de narrar representaba ademรกs el procedimiento de oposiciรณn al nazismo y su “falsificaciรณn orwelliana de la realidad”, su combate agรณnico contra la memoria y la evidencia –un combate que continรบa hasta nuestros dรญas–. Por otro, Levi apunta lo paradรณjico de su condiciรณn de sobreviviente: el testimonio sobre los campos es en cierto sentido imposible porque quien padeciรณ esa sucesiรณn de suplicios aberrantes siempre supo que estaba en medio de “un tipo de noche que los ojos humanos no podrรญan atestiguar y sobrevivir”. En Los hundidos y los salvados, otra de sus obras sobre su existencia en Auschwitz, Levi recuerda que la historia de los campos ha sido escrita por aquellos que, como รฉl mismo, nunca conocieron el fondo: “Aquellos que lo hicieron no regresaron, o su capacidad de observaciรณn se paralizรณ por el sufrimiento y la incomprensiรณn.” El testigo completo es, pues, el que por su aniquilaciรณn fรญsica o moral estรก incapacitado para hablar.

Giorgio Agamben ha caracterizado esta situaciรณn contradictoria como “la aporรญa de Auschwitz”. La aporรญa encierra una discrepancia en la estructura misma del testimonio: lo sucedido en el campo es la realidad mรกs intensa, una saturaciรณn de lo real que por su mismo exceso se presenta simultรกneamente como inimaginable. Los sobrevivientes, dice Agamben, “dieron testimonio de algo de lo que es imposible dar testimonio”. Desde la perspectiva de Walter Benjamin y sus reflexiones sobre la narraciรณn, se podrรญa aventurar que Primo Levi y los demรกs relatores de los campos, al haber encontrado la manera de convertir en escritura la ruptura mรกs atroz en la continuidad de la conciencia humana, se convirtieron en los creadores de una tradiciรณn imposible: la tradiciรณn que narra el quiebre de la experiencia.

El estilo literario es una de las estrategias mediante las cuales Levi concilia la oposiciรณn entre la urgencia y la imposibilidad. Si al describir episodios y situaciones del internamiento en el campo Levi hace continuamente referencia a lo fรกrsico y lo grotesco, al leerlo es inevitable no pensar –es evidente– en lo kafkiano y, mรกs allรก, en lo dantesco. ¿Es posible imaginar una alteraciรณn mรกs absurda y bestial del “Abandonen toda esperanza” que Arbeit macht frei –“El trabajo trae la libertad”–, divisa que recibรญa a los prisioneros en Auschwitz? Para dar con las claves expresivas de Levi, sin embargo, habrรญa que ir quizรกs todavรญa mรกs allรก: a lo bรญblico. Por momentos Si esto es un hombre se lee como un anti-Evangelio, una anti-Revelaciรณn, la de la “mala nueva” de Auschwitz –como una inversiรณn malรฉfica de lo bรญblico–. Las historias “simples e incomprensibles” de los prisioneros, nos dice Levi, son “las historias de una nueva Biblia”, una extraรฑa Biblia que se repite, esta vez sin Providencia ni salvaciรณn. Pero este relato de proporciones apocalรญpticas no estรก escrito en un estilo arcaico o grandilocuente, sino con una prosa distintivamente vigesรฉmica, sucinta y contenida. Las fuentes de esta prosa no estรกn en la obra de contemporรกneos como Ernest Hemingway o Albert Camus, sino –descubre Levi en una entrevista– en el estilo de los “reportes semanales” que circulan en las fรกbricas, escritos en un lenguaje conciso y comprensible a todo el mundo.

La significaciรณn mรกs profunda de Si esto es un hombre es quizรกs la de representar, junto con Mรกs allรก de la culpa y la expiaciรณn de Jean Amรฉry, una de las mรกs inquietantes meditaciones sobre la redefiniciรณn de lo humano. En los campos, los prisioneros vivรญan en un estado de precariedad absoluta, de “vida desnuda”. Levi retorna constantemente al motivo de la desnudez: la existencia en el campo era una sucesiรณn de desnudeces impuestas –aun a la intemperie, en medio del frรญo y de la nieve– que tenรญa el fin de reducir el cuerpo a una pura masa, de privarlo de su capacidad de ser un signo de humanidad. Se trataba no solo de una degradaciรณn del cuerpo: ahรญ tambiรฉn se desfigurรณ el rostro de lo humano. De ahรญ la pena en principio inexplicable que, de acuerdo con Levi, sentรญan los justos entre las vรญctimas por los delitos de los victimarios: “percibรญan que lo que habรญa pasado alrededor de ellos y en su presencia, y en ellos, era irrevocable. Nunca jamรกs podrรญa ser limpiado; probarรญa que el hombre, la especie humana –nosotros, en breve– tenรญa el potencial de construir una enormidad infinita de dolor”.

En mรกs de una ocasiรณn, Levi se refiere a la experiencia histรณrica de los campos como un “experimento”: el de mirar el mundo de los hombres desde la extraรฑeza de un extremo absoluto, desde el espacio exterior de lo no humano. ¿Quรฉ se descubre desde esa perspectiva radical? Entre otras cosas, el darse cuenta de que, en un siglo sobrepoblado de cultos a la ruptura, la verdadera rebeliรณn no consiste en la transgresiรณn, sino en la afirmaciรณn de un lรญmite –la conciencia de que lo humano, a pesar de ser una condiciรณn abierta, cuya naturaleza consiste en la negaciรณn de la naturaleza, tiene una forma.

En un pasaje estremecedor, Levi relata que uno de los sueรฑos mรกs recurrentes de los prisioneros consistรญa en soรฑarse a sรญ mismos despuรฉs de su liberaciรณn, contando la historia de su existencia en el campo. Aunque el relato es trรกgico, en el sueรฑo el pรบblico no escucha, es indiferente. Se trata de una inquietante mise en abรฎme del libro entero y, en realidad, de toda la literatura del testimonio sobre el Holocausto. “Sucediรณ, por lo tanto puede suceder otra vez: este es el corazรณn de lo que tenemos que decir.” Unido a la imprecaciรณn que da apertura a la obra, este gesto revela que la lectura del libro de Levi, el acto mismo de tomarlo entre las manos, entraรฑa un pacto รฉtico entre el lector y la historia. ~

 

 

 

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es ensayista.


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