“Dios perroā, escrito en mayĆŗsculas y con spray negro, se lee en la fachada del nĆŗmero 1743 de la calle Alsina. El pasillo huele a orina, se oye algarabĆa de niƱos, una radio escupe cumbia. AquĆ viviĆ³ Marcel Duchamp; su estudio quedaba cerca, en el 1507 de la calle Sarmiento, donde ahora hay una plaza del Centro Cultural San MartĆn. HabĆa salido de Nueva York, en compaƱĆa de su amiga y coleccionista Yvonne Chastel, el 14 de agosto de 1918; su destino era una Buenos Aires ajena a la Primera Guerra Mundial, donde pasarĆa nueve meses. El tiempo de un parto. La gestaciĆ³n de muchas ideas que cuajarĆan en obras como EstereoscopĆa de mano (1918-1919) o el Gran vidrio (1915-1923) estuvo sincopada por innumerables partidas de ajedrez (llegarĆa pronto a ser uno de los mejores jugadores de Francia).
SegĆŗn escribe Graciela Speranza en Fuera de campo. Literatura y arte argentinos despuĆ©s de Duchamp (Anagrama), āplaneaba quedarse allĆ mucho tiempo y volver irreconocibleā. Finalmente pasĆ³ menos de un aƱo, pero las mutaciones van por dentro. En noviembre escribĆa Duchamp en una carta que en la capital argentina ātodo es una suerte de rĆ©plica de otra parteā. En el coche de Speranza, camino de un cafĆ© donde charlar, pasamos por la puerta trasera del San MartĆn, donde ha sido borrado el edificio donde viviĆ³ el artista francĆ©s. āDuchamp es aquĆ una ausenciaā, me dice. Un lugar vacĆo desde el que volver a pensar la cultura contemporĆ”nea.
Empezamos conversando sobre Ricardo Piglia y sus apropiaciones indebidas, falsas traducciones y fueras de campo. āEs mi maestroā, confiesa Speranza. El recorrido literario que su libro propone empieza con Borges y acaba con Aira, los capĆtulos intermedios estĆ”n dedicados a CortĆ”zar, Puig y Piglia; Kuitca es un apĆ©ndice artĆstico y un cierre circular, porque las primeras pĆ”ginas estĆ”n dedicadas a la experiencia de Duchamp aquĆ, en estas calles, con su amiga, que en un relato de viaje criticĆ³ con fiereza el machismo y el atraso locales (ĀæserĆ” la mujer que sus pretendientes desnudan con la mirada?).
Entre las varias re-lecturas que Fuera de campo plantea estĆ” la de Rayuela como gran novela, superior a los cuentos de CortĆ”zar, Macedonio como maestro ausente de la literatura argentina del siglo pasado (no tiene ni capĆtulo propio, porque lo leemos a travĆ©s de la lente borgeana) o la nueva iluminaciĆ³n de Biorges. āEntre otras muchas cosas, este proyecto me ha permitido redescubrir a Bustos Domecqā, me dice entre sorbo y sorbo de tĆ©, āen sus textos se encuentran prefiguraciones y matices del programa de Borges que son realmente sorprendentesā.
Le comento que, al equiparar de algĆŗn modo el proyecto intelectual de Borges con el de Duchamp, su libro sitĆŗa āuna vez mĆ”sā a Borges y a la tradiciĆ³n argentina en el centro del canon universal de la estĆ©tica contemporĆ”nea. āEn el capĆtulo sobre Borges hay cierta ironĆaā, me dice, āĆ©l quizĆ” se adelantĆ³ a todo, pero en mi Ć©nfasis hay un tono irĆ³nico que debe ser tenido en cuentaā.
Lo que mĆ”s sorprende del libro es que el efecto Duchamp permite leer a Piglia y a Aira en la misma tradiciĆ³n. Eso supone obviar sus muchas diferencias y centrarse en las pocas (aunque sin duda signficativas) convergencias, las que indirectamente comparten con Borges, CortĆ”zar y Puig. Se respira en Buenos Aires la superaciĆ³n de la dicotomĆa que marcĆ³ los aƱos noventa y sobreviviĆ³ el cambio de siglo. En vez de Piglia o Aira: ambos. De modo que ya podemos empezar a buscar un posible sustituto para ese lugar posible y central.
Para Speranza es fundamental la conversaciĆ³n. Otra parte, la revista que Marcelo Cohen y ella co-dirigen, se caracteriza por su pluralidad. Es autora de dos libros de entrevistas. Dialogar con ella significa dejarse llevar por las digresiones y los meandros de la oralidad. āHay vida detrĆ”s de este libro, por ejemplo, fijate en el caso de Puig: si empecĆ© a pensarlo no desde la literatura sino desde el cine fue porque lleguĆ© a su casa y vi que habĆa quinientos videocasetes en el lugar donde los escritores tendrĆan sus librosā.
Fuera de campo dialoga inconscientemente con otro volumen que tambiĆ©n apareciĆ³ el aƱo pasado: Maria con Marcel. Duchamp en los trĆ³picos (Siglo XXI Editores), de RaĆŗl Antelo. Se trata de una exploraciĆ³n de un triĆ”ngulo posible: el que tiene a Duchamp en un vĆ©rtice y en los otros dos a Buenos Aires (1918) y a Maria Martins, la artista brasileƱa con quien el artista francĆ©s tuvo un romance en los aƱos cuarenta. Aunque se desconozcan, los proyectos de Speranza y de Antelo tal vez vienen a inagurar un nuevo observatorio, desde el cual analizar con nuevas lentes todas las expresiones del arte hispanoamericano del siglo pasado.
Como con Puig o con Piglia, la relaciĆ³n de la ensayista argentina con Guillermo Kuitka tambiĆ©n es a un tiempo personal y crĆtica. āKuitca debĆa estar, aunque sea el Ćŗnico artista plĆ”stico, porque el libro comenzĆ³ en las conversaciones con Ć©lā. De hecho, el libro empieza con Kuitca, aunque sea el protagonista del Ćŗltimo capĆtulo, porque en la portada se reproduce un fragmento de āEl mar dulceā, un cuadro en que el carricoche de El acorazado Potemkin, en su descenso por la escalinata, es iluminado o rociado por un foco o por un bote de pintura. En esa disyuntiva se sitĆŗan los fueras de campo de Graciela Speranza, quien ademĆ”s de catedrĆ”tica de literatura argentina de la Universidad de Buenos Aires y escritora es, como atestiguan sus versiones de Shakespeare o Berger, y quizĆ” sobre todo: traductora.
Su libro, en fin, como la ciudad post-duchampiana en que fue concebido, es una mĆ”quina de traducir poĆ©ticas ajenas. Se acaba el tĆ© y la conversaciĆ³n. Nos despedimos. ~
(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros mƔs recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).