In memoriam JosƩ Emilio Pacheco
Estos dĆas se cumplen cien del nacimiento de EfrĆ©n Huerta Romo, llamado “El Flaco Neuras” por sus camaradas, pero conocido como EfraĆn desde que, en 1931, su amigo Rafael (“Lape”) Solana, le recomendĆ³ hacerse de un apelativo mĆ”s acorde a su calidad de poeta promisorio: nunca remiso a las seducciones de la vulgaridad, le propuso “EphraĆm” lo que, por fortuna, Huerta acatĆ³ sĆ³lo en parte.
HabĆa llegado a la capital con su familia en 1930 para instalarse en el abundante barrio de Tepito. TratĆ³ de ingresar a la Academia de San Carlos, pero como su relaciĆ³n de materias provincianas era confusa, se le condicionĆ³ el ingreso a la adquisiciĆ³n de algunos crĆ©ditos mĆ”s en la llamada “Perrera”, escuela que achilangaba provincianos. AĆŗn asĆ, la Academia lo rechazĆ³ y tuvo que buscar sitio en la Preparatoria Nacional de San Ildefonso. Lo logrĆ³ en 1931 y se le inscribiĆ³ en el grupo A-1, que fue donde conociĆ³ a Solana. Ignoro si Huerta fue alumno de Carlos Pellicer, pero sĆ llevĆ³ clases con Julio Torri y, supongo, con Antonio DĆaz Soto y Gama (seguro ignorĆ³ a los profesores “reaccionarios” como Antonio Caso y Roberto Chico Goerne). PreferĆa la zona izquierda de San Ildefonso, y mĆ”s en ese momento cuando lo que mĆ”s tarde Ć©l llamarĆa “el chulismo nacional” se habĆa apoderado de la escuela. CumplĆa con sus labores acadĆ©micas y llevaba en unos cuadernillos de su propia factura notas aliƱadas sobre Karl Marx y Max Weber, o poemas de Alfonso Reyes y Torres Bodet. No tardĆ³ en hacerse amigo de Octavio Paz y JosĆ© Revueltas, los otros centenaristas de 2014…
Con San Ildefonso como sede, rodeado de una brillante generaciĆ³n de sensibilidades variopintas y posiciones ideolĆ³gicas contrastantes, Huerta fue parte del exaltado protagonismo juvenil posterior a la revoluciĆ³n. PrimogĆ©nitos de la reyerta civil, eran los primeros muchachos libres del MĆ©xico moderno. AƱos mĆ”s tarde lo recuerda:
Era entonces la etapa de la soberbia, de la estudiada pedanterĆa, de las fĆ”ciles entregas sentimentales, de las pequeƱas ambiciones, del despilfarro mental, del ensueƱo organizado. Era la dichosa y brillante Ć©poca de los impulsos irrefrenables, del ansia, de la lujuria estallante, de la inercia tambiĆ©n… y del cinismo.
Delfines rojos, “Ć©ramos muchachos pedantes que siempre andaban con el libro bajo el brazo”, agrega en otra entrevista. La ciudad era escenario propicio a un protagonismo inĆ©dito. Auroleados por su fuero juvenil, trabajaban, recorrĆan burdeles, fumaban mariguana, improvisaban mĆtines en las madrugadas del ZĆ³calo, aterraban hosteleros chinos, reventaban los teatros de revista, flaneaban por la Plaza Garibaldi, compraban revistas europeas en PorrĆŗa, bebĆan cerveza en la cantina “El ParaĆso”, iban al “Venecia” a ver cine ruso, bailaban en el SalĆ³n MĆ©xico…
Son los primeros en asumir las exigencias y protocolos de la primera generaciĆ³n de jĆ³venes criados por la revoluciĆ³n (para oponerse a ella): un laborioso catĆ”logo de poses, hablas y modas calculadas para hacerse ferozmente de un papel en el reparto social y polĆtico de la tragicomedia mexicana. Eran los hijos descarriados de Madero, pero tambiĆ©n de Zapata y Flores MagĆ³n; la primera generaciĆ³n para la que el activismo estudiantil era la forma de vivir emociones que la cronologĆa les regateĆ³. En su intenso poema “Borrador para un testamento” (1964), dedicado a su amigo Octavio Paz, recuerda
HabĆa un mundo para caerse muerto y sin tener con quĆ©,
habĆa una soledad en cada esquina, en cada beso;
tenĆamos un secreto y la juventud nos parecĆa algo dulcemente ruin; callĆ”bamos o cantĆ”bamos himnos de miseria.
TenĆamos pues la negra plata de los veinte aƱos…
Celebre a EfraĆn Huerta y lea aquĆ el poema completo.
Tenga veinte aƱos un rato, ande.
No duele.
Es un escritor, editorialista y acadĆ©mico, especialista en poesĆa mexicana moderna.