PerĂș, laberinto andino

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Por una ley que parece inexorable, el poder, mientras más absoluto, más roba el sentido de la ironía a quien lo ejerce. Alberto Fujimori inició su mandato haciendo gala de ella, y hoy ya no la reconoce ni cuando él mismo la encarna. En los escasos minutos en los que resumió sus logros en la reunión del milenio en la ONU, afirmó que al llegar al poder el Perú padecía dos presidentes: Alan García y Gonzalo, como se hacía llamar el líder de Sendero Luminoso.
Lo mismo puede hoy decirse de la dupla que él y Vladimiro Montesinos formaron: eran las cabezas de dos gobiernos trabajando al unísono: una fachada institucional, dirigida por Alberto Fujimori, y un sistema paralelo, sin funciones formales pero igualmente efectivo, a cargo de Montesinos Torres. Esta estructura se ocupó de corromper sistemáticamente las instituciones peruanas con el supuesto fin de modernizarlas. La renuncia de Alberto Fujimori deja sin cabeza la parte formal de ese régimen; está por verse qué va a pasar con la otra. El peligro es evidente: sacar a Fujimori para permitir a su herencia prosperar en las sombras. Para conjurarlo, es crucial hacer públicas las instituciones reales de ese régimen. Sólo así se puede lograr una sólida base para una apertura democrática.
     Existe una antigua tradición autoritaria latinoamericana que ha encontrado en las fuerzas armadas la espina vertebral de sus sueños dictatoriales. Alberto Fujimori ha hecho una contribución central para adecuar esa tradición al contexto deeconomía abierta y de globalización que América Latina vive en estos tiempos. Ese contexto más interdependiente haimpedido hasta ahora a los generales con aspiraciones actuar abiertamente; para salvar las apariencias que aseguran losimprescindibles flujos de comercio e inversión de una economía abierta, es indispensable que esas aspiraciones estén enmanos de un civil. Pero la opción inversa sí era posible: esecivil podría mandar como un dictador lo haría, apoyándose en el ejercito, la administración pública y su propio aparato deinteligencia, pero cuidándose de guardar las formas democráticas. En medio de la crisis desatada por la hiperinflaciónheredada por Alan García y los ataques de Sendero Luminoso, Fujimori vio su oportunidad: apoyó su gobierno en unférreo control del Ejecutivo y en el desmesurado crecimiento del servicio de inteligencia, que encontraba en la oscuridad de sus acciones su mayor fortaleza. Así, resultó la clave de unacúpula en la que compartía poderes con el jefe del servicio de inteligencia y el de las fuerzas armadas; en ella, cada componente actuaba considerando los intereses y competencias de los otros: un sistema de pesos y contrapesos que no por informal era menos eficaz.
     Este gobierno paralelo actuaba a través de una extensa red de control y manipulación que alcanzó a todas las instituciones públicas, incluyendo a buena parte de la prensa y losmedios de comunicación. Después de cerrar el Congreso y el Poder Judicial en 1992, éstos entendieron la lección: en adelante, debían decidir lo que les correspondía de acuerdo con los equilibrios que observasen en la cúpula dominante, siguiendo las señales que ésta les mandase. Esos poderes se han dedicado a formalizar lo que la cúpula política ya había decidido. Por medio de ellos se sometió a la prensa y la oposición: a quien dejase la línea oficial le esperaba un proceso judicial, una visita de la autoridad tributaria, o la aprobación de una ley con nombre propio. Más que un Estado de derecho, se trataba del derecho de Estado. Salvo un puñado de medios que valientemente denunciaron los aspectos más sórdidos de ese régimen, el control de la prensa mantuvo a la mayoría de la población en las sombras respecto a sus características. Fue una de las más exitosas operaciones de camuflaje en América Latina, una región que tiene gran experiencia en ellas.
     Los equilibrios en esa cúpula se mantuvieron hasta la caída en desgracia de Nicolás Hermoza, el jefe de las Fuerzas Armadas, víctima de las intrigas de Montesinos tras el exitoso operativo para recuperar la Embajada del Japón. Esto dejó el mando del ejército en control de Montesinos, y a éste en mejor posición para "asesorar" a Fujimori y actuar con mayor libertad. El mismo escándalo que llevó a Fujimori a renunciar ilustra su modo de operación. El video tuvo efectos dramáticos no sólo porque mostraba un soborno en las alturas del poder, sino por lo que sus circunstancias decían de la operación del fujimorato. Fue una bomba que explotó en la clave del arco. Después de su escabrosa tercera reelección, Fujimori carecía de mayoría en el Congreso. Esto hacía posible que aquél no se reuniese para la toma de posesión, amenazando la legitimidad formal de su gobierno. A fin de eliminar este inconveniente, Montesinos se dedicó a asegurar que el gobierno contase con suficientes parlamentarios para lograr quórum. El caso del congresista Kouri —quien luego sería filmado en el video— fue uno de los más sonados, no sólo por que inicialmente fue un acerbo crítico de Fujimori, sino además porque su fuga al oficialismo fue decisiva para lograr la mayoría. La red paralela cumplía el papel que desde el principio se le encomendó:reducir el rol de las instituciones formales a ser sólo un mero marco para sus acciones. Montesinos afianzaba la lealtad de los suyos; una tarea central en esa encomienda: considerando a la naturaleza humana, a los corruptos no se les puede comprar, tan sólo se les alquila. El video es una manera de garantizar su lealtad más allá del día del pago; la amenaza siempre es posible luego. La videoteca de Montesinos resultaba así el bancocentral del sistema: el registro de los pagos y de las deudas, un veraz recuento de la índole de sus entrañas.
     Eventualmente, la cantidad de enconos fue mayor que lo que era posible manejar. En una maniobra que implicaba el fin de la dupla actual, uno de los militares que habían sido desplazados por Montesinos sustrajo un acervo crucial de videos de las bóvedas del servicio de inteligencia y se lo entregó a la oposición. Uno de esos videos —el que muestra el soborno— fuedifundido por un pequeño canal de cable, que llega a cien mil familias, la élite y clase media peruanas. La amenaza implícita era difundir los demás semanalmente, una telenovela política en capítulos. El efecto fue demoledor: tal como decía uno de sus colaboradores, Fujimori parecía haber recibido un misil en la cara al enterarse. Las opciones eran claras: si no actuaba contra Montesinos, condonaba sus acciones, lo que desenmascaraba la dictadura dual y en consecuencia hundía el frente externo; si actuaba en su contra, perdía la posibilidad de coordinación con su gobierno paralelo, y perdía el control de los mandos militares. En ambos casos, por las presiones internas o externas,perdía el poder. Como buen matemático, eligió en este juego la opción que le ocasionaba menos perdidas.
     Esto, sin embargo, no debe entenderse como el fin del régimen; a lo más lo es de la Presidencia de Fujimori. La otra mitad del gobierno jamas renunció y aún se mantiene en su sitio. Las presuntas amenazas de un golpe de Estado —salvadas, nos dicen la OEA y los Estados Unidos, por sus oportunas gestiones en favor de Montesinos—, aunadas a la petición de asilo político para Montesinos, permitieron una vía de escape en unasituación difícil. Pese a ser un delincuente, Montesinos dejó el país con protección estatal. En una resolución clara como el agua, la fiscal que vio su caso afirmó que no era un delincuente, toda vez que le pagó a un servidor público que aún no juraba su cargo. Fujimori afirmó que un error lo tiene cualquiera, y que había que preservar la estabilidad. Los militares apoyaron la decisión de Fujimori, y su disposición a contribuir a la transición que él conduzca. El colmo de los ridículos se lo llevó la OEA, solicitando asilo para un delincuente mayor de un gobierno compuesto por ellos con el fin de "salvar a la democracia peruana". Si se le concede, habrá que ver cómo queda la doctrina del asilo en el derecho internacional público. En el mismo maltrecho estado queda Panamá, que muy a su pesar se está convirtiendo en el depósito de residuos peligrosos de la región.
     Como resultado de estas maniobras, se ha logrado consolidar una salida concertada, que impide asegurar la eliminación de las partes más perversas del régimen. Por un lado, una elección coordinada por Fujimori puede permitir trucos y mañassimilares a los que ya se exploraron en las pasadas elecciones. Ante los reclamos, Fujimori pretenderá ser un demócrata,pidiendo paciencia y respeto al ganador. Por otro lado, y de manera más grave, la permanencia en la práctica de los militares y del sistema de inteligencia va a mantener en el corazón de la democracia un severo problema. El caso chileno, con una gruesa espina autoritaria en su seno que sólo ahora empieza a salir, ilustra algunos de los problemas. Éstos se pueden magnificar siconsideramos que en el Perú las instituciones democráticas y públicas distan de tener la fortaleza que en Chile. El resultado neto puede ser una república simulada, un remedo de democracia en el que las instituciones públicas operan dentro de los linderos que le marcan las fuerzas autoritarias que Fujimori ha legado al Perú.
     La mejor manera de desmontar ese sistema es haciéndolo público y fortaleciendo las instituciones que permiten la aparición de una esfera pública libre y abierta. Las dictaduras le tienen alergia a la luz pública y a las reglas claras; ellas ponen aldescubierto sus hilos. Las denuncias del diario El Comercio mostrando las falsificaciones de firmas que habían hecho posible la inscripción de los movimientos de apoyo al presidente desencadenaron las marchas que impulsaron el ascenso de Alejandro Toledo y la organización de la oposición. Los torpes intentos de hacer de Montesinos un héroe público regional, el agente que frustró embarques de armas jordanas para la guerrilla colombiana, forzaron al gobierno jordano a desmentir a Fujimori,mostrando los documentos que probaban que la compra había sido hecha por agentes del servicio de inteligencia. Los mismos videos fueron una mirada pública en el manejo cotidiano del sistema, y forzaron a Fujimori a romper con Montesinos. Todos estos casos permiten no sólo ilustrar la real calaña de la herencia de esta década, sino además sanear en la medida de lo posible el estado de descomposición en el que se encuentra el lenguaje político peruano.
     El colapso de lo que queda del régimen puede ser unaconsecuencia de mantener esa misma presión pública sobre los arreglos oscuros en los que se apoyó ese régimen. Ella es necesaria para evitar que se sienten las bases de un maximato de larga vida en el Perú, apoyado en elecciones amañadas que preparan quienes dejan el poder. Un órgano electoral sólido eindependiente es crucial para lograr una efectiva alternancia. También lo son instituciones políticas que permitan el debate abierto y claro de las opciones de política que se presentan al Perú. Mientras Fujimori esté en el poder esas opciones están en peligro, y se carece de bases sobre las cuales iniciar unarecuperación económica sólida. Tan importantes como las políticas son las instituciones sobre las que éstas se apoyan: ellas garantizan su continuidad e idoneidad a largo plazo. Lograr esas instituciones requiere de un esfuerzo interno en el Perú para evitar que Fujimori controle la transición, pero también de una visión más clara del problema por parte de la comunidad latinoamericana. La libertad no puede separarse deldesarrollo; ella es un medio y un fin. Una diplomacia basada en la seguridad nacional puede contribuir al afianzamiento de este tipo de regímenes y multiplicar los problemas. A México le tomó setenta años desmontar un sistema análogo. En el Perú, la opción de estabilidad para el desarrollo se tradujo en la práctica en una economía en ruinas. Como Fausto hiciera con su alma, se venden las libertades políticas para conseguir el desarrollo, y se pierden ambas en el proceso. Venezuela sigue un camino similar, Ecuador y el Paraguay han atravesado problemas de la misma índole. La región bien podría ahorrarse laexperiencia. Conjurar el hechizo requiere llamar a las cosas por su nombre. Ese es el primer requisito para dejar el laberinto. Sólo así se le puede dejar atrás.-

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