El cerebro moral

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Las personas se enfrentan continuamente a la necesidad de tomar decisiones morales y a actuar de acuerdo a ellas. Algunos psicólogos sostienen la idea de que en los humanos existe un módulo cerebral innato responsable del proceso inconciente y automático que genera juicios sobre lo justo y lo incorrecto. Es una transferencia al terreno de la ética de los postulados de Noam Chomsky sobre la existencia de una gramática generativa alojada en los circuitos neuronales. De la misma manera, habría una gramática moral, una especie de instinto alojado en el cerebro que, a partir de principios inconcientes e inaccesibles, generaría juicios sobre lo permisible, lo prohibido, lo inequitativo y lo correcto. Desde luego el instinto (o la facultad) moral generaría en cada contexto cultural diferentes reglas y costumbres, de la misma manera en que se supone que el módulo cerebral del lenguaje genera diferentes lenguas en los individuos de acuerdo al lugar donde nacen y crecen. Pero el módulo impondría una misma estructura gramatical en todos los casos.

Para explorar esta peculiar versión del determinismo, quiero acudir a un libro de Marc Hauser, profesor de psicología en la Universidad de Harvard (Moral minds. How nature designed our universal sense of right and wrong, 2006). El instinto moral, sostiene, se ha desarrollado a lo largo de la evolución y se manifiesta en las intuiciones más que en los razonamientos que hacen los hombres. Estos instintos le dan color a nuestras percepciones y restringen los juicios morales. Sin embargo, Hauser no señala con precisión cuáles son los principios morales universales que están alojados en el órgano moral de nuestro cerebro, acaso debido a que cree que estos principios, “escondidos en la biblioteca de conocimientos inconcientes de la mente, son inaccesibles”. Sin embargo, en alguna ocasión ejemplifica lo que sería un principio universal. En Estados Unidos, dice, el infanticidio es considerado un acto de barbarie. En contraste, entre los esquimales –y en otras culturas– el infanticidio es moralmente permisible y justificable en razón de la gran escasez de recursos. Parecería que hay aquí principios morales encontrados. Pero Hauser explica que en realidad tanto esquimales como estadounidenses parten del mismo principio universal: la obligación de cuidar a los niños. Lo que varía en las diversas culturas son las excepciones a la regla. Su conclusión es simple: “nuestra facultad moral está equipada de un conjunto de reglas universales, y cada cultura establece excepciones particulares a estas reglas”. Tengo mis dudas de que el cuidado de las crías sea un principio moral. De serlo, habría que considerar también la búsqueda de alimentos o el huir de los predadores peligrosos como principios morales, que además de ser universales entre los humanos, los compartimos con una infinidad de animales. El argumento general de Hauser consiste en establecer que la moralidad está basada o enraizada en la biología. Por ello sostiene que estamos dotados de una gramática moral universal, lo que quiere decir que han evolucionado en nosotros “principios generales pero abstractos para decidir qué acciones son prohibidas, permisibles u obligatorias. Estos principios carecen de contenido específico”.

La obligación de cuidar a los niños (suponiendo que sea una regla moral) es un imperativo al que ciertamente se le pueden adosar excepciones. Lo mismo sucede con los principios que prohíben matar o robar. Veamos un ejemplo usado por Hauser. Se trata, como casi todos sus ejemplos, de una situación imaginaria (y un tanto absurda). En una nación occidental moderna cualquier persona se sentiría ofendida si un comprador le ofreciese mil dólares por cada uno de sus hijos. ¿Qué pensaría si le ofreciese un millón de dólares? ¿Cómo reaccionaría si le quisieran pagar mil millones de dólares o cualquier suma exorbitante? Aquellos que cayesen en la tentación tendrían un fuerte sentimiento de culpa. Hauser se pregunta: ¿qué nos ofende de una situación semejante? Si le preguntásemos a la gente no lo sabrían explicar; simplemente hay tabúes que prohíben que ciertas cosas entren en el mercado.

No creo que sea así: las personas seguramente darían muchas explicaciones sobre los motivos por los cuales la compra-venta de seres humanos y la esclavitud están prohibidas. El problema es que, según Hauser, las personas no tienen acceso a los principios subyacentes que generan sus juicios y responden a las prohibiciones como si fueran tabúes… Pero este astuto psicólogo sí sabe que hay principios subyacentes, lo cual le permite razonar concientemente sobre algo que –de cualquier manera– ya se encuentra inscrito en el módulo moral de su propio cerebro. Lo que no queda claro es cómo sabe el psicólogo que la equidad está grabada en sus redes neuronales y que no procede en realidad de haber leído, por ejemplo, las obras de John Rawls.

En esta interpretación no cabe el libre albedrío: el módulo moral determina los principios éticos. Por supuesto, se trata de un postulado sin base alguna, pues no hay nada sólido en la investigación neurocientífica que permita suponer la existencia de ese instinto.~ 

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Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


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