Ocurriรณ hace veinte aรฑos en San Pedro y San Pablo Ayutla, cabecera municipal de la orgullosa Naciรณn Mixe, enclavada, como en un nido de รกguilas, en la Sierra de Juรกrez. Una comisiรณn de jรณvenes indรญgenas, vestidas de huipil blanco con cinturรณn pรบrpura e idรฉnticos bordados amarillo y anaranjado en el pecho, nos habรญa obsequiado un cesto de frutas y alfarerรญa, y un arreglo floral. A mรญ me habรญan impuesto un grueso jorongo de lana con rayas grises. Nos encaminamos al templete y el orador nos dio la bienvenida en nombre de su pueblo, "nunca vencido, nunca conquistado". Siguiรณ el discurso del candidato presidencial. Flanqueado en cada brazo por mis risueรฑas anfitrionas, volteรฉ a ver a Andrรฉs Henestrosa: "Ahora viene lo bueno", me advirtiรณ y de pronto, tras las interminables filas ocupadas exclusivamente por mujeres, se levantรณ un retablo horizontal de oros viejos, la Banda Filarmรณnica de los Mixes. Un maestro comenzรณ a dirigir los acordes de la mรกs estrujante melodรญa que haya yo escuchado jamรกs: "Es el Himno de Oaxaca", musitรณ Andrรฉs. Yo conocรญa el vals "Dios nunca muere" en la voz de Pedro Infante, pero la melancรณlica elegancia de esa pieza -interpretada por setecientos instrumentos de aliento- se transfiguraba y ascendรญa, como sus pasajes sucesivos, a un plano superior. Desde aquellas alturas escarpadas, cinceladas por los dioses, arriba de las nubes, a un paso del cielo, creรญ tocar un filamento del misticismo oaxaqueรฑo. Volteรฉ a ver a Henestrosa, que asintiรณ con los ojos, paternalmente, comprendiendo mi emociรณn. Al final de la ceremonia, me confirmรณ, con citas de Hernรกn Cortรฉs, la condiciรณn invencible de los Mixes; me explicรณ el origen de las bandas musicales que ellos mismos patrocinan en sus pueblos y me dio los pormenores de la obra que Macedonio Alcalรก habรญa compuesto en un trance de muerte.
No era la primera vez que Andrรฉs Henestrosa me regalaba un gajo de la riquรญsima cultura oaxaqueรฑa. Ahora que ha muerto, he hecho cuentas de lo mucho que le debo, de lo mucho que le debemos. Cuando lo conocรญ, ya tarde, a principio de los ochenta, me contรณ el entusiasmo de su encuentro -acabado de llegar de su natal Ixhuatรกn- con su paisano el ministro Josรฉ Vasconcelos; recordรณ su amistad con la valerosa Antonieta Rivas Mercado; recreรณ la campaรฑa de 1929 y su resoluciรณn de seguir al lรญder hasta Guaymas, donde esperรณ inรบtilmente a que Vasconcelos se levantara en armas; evocรณ sus caminatas con el caudillo cultural, exilado en Nueva York. Tiempo despuรฉs, y gracias al consejo de Henestrosa, viajรฉ hasta su mera tierra, al Istmo de Tehuantepec, a explorar el misterio de Juana Catarina Romero, "Juana Cata", la portentosa tehuana que con toda probabilidad fue un gran amor de Porfirio Dรญaz. "El zapoteco -me instruyรณ- tiene muchos significados para la palabra poder". Con รฉl aprendรญ que tras el habla de Dรญaz aparecรญa siempre la raรญz mixteca. En otra ocasiรณn discurriรณ sobre el estilo literario de Juรกrez: sus lecturas latinas, su gusto por las sentencias (le encantaba Salustio), su consciente afรกn de ser claro. En Los caminos de Juรกrez, Henestrosa notรณ que en la lengua zapoteca "palabra y verdad son la misma palabra" y llamรณ a Juรกrez "pastor de las palabras": no dejaba que "ninguna se saliera del carril y de las reglas". Estaba hablando de sรญ mismo, de su sabia contenciรณn. Segรบn Henestrosa, la frase atribuida a Melchor Ocampo "Me quiebro pero no me doblo" era de Juรกrez: "Antes quebrar que doblar".
Henestrosa era el embajador de la cultura zapoteca en el Mรฉxico moderno. Lo fue, ante todo, en la vida cotidiana: "a poco que se le invite una comida -escribe Novo- se suelta cantando una letra rara… se ha casado en ceremonia juchiteca con una muchacha que se llama Alfa. Y vive una vida un poco ritualmente juchiteca, muy pintoresca, muy simpรกtica".
Cada aรฑo organizaba la fiesta tรญpica de "las Velas". Segรบn Josรฉ Luis Martรญnez, era "buen bebedor de mezcal, bailador y cantador, ingenioso y dicharachero, permanentemente rodeado o seguido de rรบsticos paisanos". Pero mรกs que social, la representaciรณn de su cultura natal fue literaria.
Su primer libro, Los hombres que dispersรณ la danza (1929), recreaba las leyendas zapotecas. En el "Retrato de mi madre", publicado en el primer nรบmero de Taller (diciembre de 1938), el idioma zapoteca se insinuaba quizรก mediante la sutil traslaciรณn del verbo al final de la frase, como por ejemplo: "Algunas tardes, en romerรญa, รญbamos al mar que a un kilรณmetro de la casa corre". Octavio Paz -director de la revista- admirรณ siempre la modulaciรณn y dignidad de aquel relato:
Un lenguaje nรญtido, nunca excesivo, a un tiempo reservado y tierno, sobrio y luminoso. Una prosa de andadura ligera, que nunca se precipita y nunca se retrasa: una prosa que llega a tiempo siempre. La historia, simple y contada con palabras transparentes, provoca en el lector una emociรณn en la que se alรญa lo mรกs antiguo a lo mรกs fresco, como oรญr un cuento de otra edad del mundo. Pocas veces la prosa moderna de nuestra lengua ha logrado tal fluidez de agua corriente
(Octavio Paz: Sombras de obras).
El ideal vasconceliano de propagar la cultura marcรณ la vida de Henestrosa, como prueban las revistas que redactรณ y dirigiรณ: El libro y el pueblo y Las letras patrias. Su bibliofilia tuvo la misma inspiraciรณn. Por fortuna, la excelente biblioteca donde tantos aprendices de escritores lo importunamos en su casa de Las รguilas no emigrรณ del paรญs sino que regresรณ a su paรญs de origen: a Oaxaca.
Quizรก el mejor retrato de Henestrosa lo escribiรณ, precisamente, Josรฉ Luis Martรญnez, en una carta dirigida a su amigo con ocasiรณn de sus 25 aรฑos como escritor:
Tรบ, Andrรฉs Henestrosa, eres uno de nuestros monumentos nacionales con mรกs estilo mexicano y por ello de los mรกs queridos. Unos nos dan los relieves modernos (…) tรบ, juntando algo de los dones de cada uno de los compaรฑeros del panteรณn mexicano, y aรฑadiendo tu propio sabor, has compuesto -con quรฉ perfecta colaboraciรณn de Alfa-, para esta vida y la otra, una hermosa estatua, bronce indio, y has cumplido ya un cuarto de siglo en tu pelea por mantenerte irreductiblemente tรบ mismo, fiel a tu propio estilo, indio de Juchitรกn, hombre del pueblo, hombre de letras, hombre de Mรฉxico. Tan sabio de lo nuestro y de lo ajeno, y tan desorganizado; escritor de tan brioso y tenso estilo en tan pocas pรกginas, que las mejores las has dejado conversadas; aristรณcrata de lo popular, diputado permanente por tu pueblo, demagogo universal de Juchitรกn, barril sin fondo de chistes, de dichos y de tragos, agonizante cantador de Lloronas, patronas y Sandungas; en las encrucijadas, tรบ nos has recordado una sencilla lecciรณn, la fidelidad a lo mexicano. Cuando tu mito, Andrรฉs Henestrosa, corra su propia vida, nuestros nietos nos envidiarรกn haber disfrutado de tu amistad
(Josรฉ Luis Martรญnez: El trato con escritores).
Lo encontrรฉ por casualidad hace un par de aรฑos, ante un elevador del Hotel "El Diplomรกtico". Tenรญa 99 aรฑos. Era ya casi inaudible su voz rasposa y la tez se le habรญa vuelto mรกs rosada, pero se veรญa sonriente y jovial. El bastรณn (mรกs de mando que de apoyo) apuntalaba esa postura erecta, tรญpica en รฉl. "Andrรฉs, dรฉme su receta para la longevidad", le dije."Muy fรกcil, al despertar hago planes muy puntuales y ordenados de todo lo que debo hacer en el dรญa. Luego hago todo lo contrario". Fue una persona entraรฑable.
(Reforma, 13 de enero de 2008)
*Texto compilado en De hรฉroes y mitos (2010)
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.