Como cada año, por estas fechas se lamenta y se denuncia que decenas de miles de jóvenes no logren ingresar a la UNAM. Como cada año también, la prensa suele omitir el hecho de que estos aspirantes son los que vienen de preparatorias que no pertenecen al sistema de bachillerato de la propia UNAM, cuyos bachilleres no presentan examen de ingreso pues disfrutan del “pase reglamentado”, que es lo mismo que decir “pase automático”, pero con decoro.
Hace un año comenté que sólo 10 mil de los 115 mil solicitantes externos que hubo entonces, el 8%, lograron ingreso, pero que junto a ellos ingresaron 30 mil por pase automático. Este año hubo 119 mil aspirantes externos de los que lograron ingresar 7 mil, es decir el 6%, y si bien no encuentro cuántos ingresaron por pase automático habrá que suponer que más que hace un año, puesto que disminuyó en dos puntos el porcentaje de los externos.
Es una pena, claro, que el ingreso no sea mayor. Es tristísimo, por ejemplo (como se ve en la relación de resultados en línea), que el o la solicitante número 001497 para ingresar a la carrera de física en la Facultad de Ciencias haya logrado 93 aciertos, uno menos de los que necesitaba para ser aceptado/a. En la Facultad, para esa carrera, había 85 lugares disponibles que se riñeron 690 aspirantes, 93 de los cuales consiguieron los 94 aciertos mínimos requeridos en un examen de 120 preguntas. Es tristísimo que el joven que se quedó a un punto del ingreso merezca la misma catalogación que los muchos que lo lograron ni siquiera 60 aciertos: “No seleccionado” (la calificación más alta fue de 115 aciertos y la más baja de 39).
Ahora, se podría decir que el/la joven número 001497, en tanto que acertó 93 de las 120 preguntas, mostró un promedio de eficiencia de 77.5. Que su lugar pueda ocuparlo un alumno automático de las prepas de la UNAM a quien un promedio de 7 le otorga un sitio sin necesidad de concursar, le otorga, a mi parecer, más tristeza al asunto.
El hecho es que si un año de estudios le cuesta 80 mil pesos al erario por cada estudiante en la UNAM, los 80 mil pesos que van a gastarse en el joven automático con promedio de 7, quizás habrían estado mejor empleados en el folio 001497 con su promedio de 77.5.
Sí, ya sé que un examen es para muchos abominable por “eficientista”, y ya sé que un examen no necesariamente califica la totalidad de “competencias” (otro término eficientista). Mas la frialdad estadística autoriza pensar también en que esa diferencia de puntos se puede traducir a resultados de mayor calidad y eficiencia terminal. Porque el problema, más que el de cuantos ingresan, es el de cuántos egresan, pero ese problema carece de plusvalía política y no suele figurar en los titulares.
Si bien la discusión sobre el pase automático acaba de ser formalmente excluida del discurso universitario –el Sr. Rector José Narro acaba de anunciar un proyecto de reforma en la UNAM que, como tuvo a bien enfatizarlo, con encomiable prudencia, no incluye reformar ni ese pase ni la “gratuidad”, asuntos que otorgan pase automático al caos–, no puedo sino comentar otra vez, mi incomodidad. A mi juicio, pasar automáticamente le agrega al esfuerzo individual (que puede haberlo) el ingrediente de una “conquista” social. Que el bachiller de la UNAMsepa que le basta un siete para asegurar su matrícula no es bueno ni para él, ni para la UNAM, ni tampoco para México. Tampoco es bueno que el número 001497 sepa ahora que en la universidad de todos los mexicanos el número 77.5 vale menos que el número 7.
Nota bene: declaro, para lo que valga, que soy un universitario libre: no milito en grupos universitarios ni en partidos políticos ni mucho menos estoy al servicio de político alguno. Practico la crítica por higiene moral e intelectual y, en el caso de la UNAM, porque acato la solicitud de crítica que el Sr. Rector ha manifestado reiteradamente.
Este comentario apareció la semana pasada en el diario El Universal
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.