El horror, el horror

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A ojos del lector curioso, el hecho de que un escritor decida escribir sobre otro es, como todo lo que hace, revelador. Pero ยฟde quรฉ? El irascible Doctor Johnson sobre el sanguinario Richard Savage; Elizabeth Gaskell, tan interesada en la sociedad, sobre las introspectivas hermanas Brontรซ; Arno Schmidt, obsesionado con el idioma, sobre Bulwer Lytton y sus dificultades estilรญsticas; la liberal Carol Shields sobre la conservadora Jane Austen; todo esto (y un revuelo de lectores que se alzan indignados ante cada uno de estos atributos reduccionistas) parece un apareamiento en el Arca de Noรฉ que no es ni mucho menos satisfactorio. Sin duda, en la decisiรณn de Henry James, tomemos por caso, de escribir sobre Nathaniel Hawthorne o en la de Jean Paul Sartre sobre Jean Genet hay algo mรกs que una tendencia al sometimiento o la deferencia al encargo de algรบn editor.

Es curiosa la elecciรณn que, quince aรฑos atrรกs, Michel Houellebecq hizo de H.P. Lovecraft como tema. No porque Lovecraft no sea fascinante. Es probable que casi todos los lectores que, en la adolescencia, lean su primera narraciรณn de Lovecraft no olviden esa experiencia. Recuerdo haberlo descubierto en 1968, en Buenos Aires, en una traducciรณn de Rafael Llopis que presentaba los mitos de Chtulhu al pรบblico de lengua espaรฑola (se mantiene entre los clรกsicos mรกs vendidos). Recuerdo mi inquietud al pasar cada pรกgina, sin saber si los relatos eran verรญdicos o no, si todo aquello era invenciรณn de un genio malvado o la revelaciรณn de oscuros secretos que el mundo habรญa sido demasiado cobarde para exponer anteriormente. Jorge Luis Borges, que no se decidรญa si le gustaba Lovecraft o no, dijo que tratรณ de liberarse de este dilema escribiendo un relato a la Lovecraft, โ€œThere Are More Thingsโ€, publicado en 1975 en El libro de arena. Considerรณ fallido su experimento.

Pocos lectores de Houellebecq asociarรญan la obra de รฉste con la de Lovecraft. Autor de varios libros muy aclamados internacionalmente sobre la sociedad del laissez-faire (Ampliaciรณn del campo de batalla, Las partรญculas elementales, Plataforma, Lanzarote y La posibilidad de una isla), famoso por sus ofensivas declaraciones a la prensa (contra el Islam, contra las mujeres, contra los crรญticos literarios, contra los gays), Houellebecq sin duda podรญa escoger entre una gran cantidad de autores que le gustaban o no. La vida y obra de un escritor de temas de horror (aunque clรกsico) no parece una opciรณn evidente. Por encargo del editor Michel Bulteau, H.P. Lovecraft: contre le monde, contre la vie [H.P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida, Siruela, 2006] se publicรณ en 1991 en una serie sobre escritores de culto, titulada Infrequentables, y quizรก no fuera mรกs que un libro escrito por motivaciones econรณmicas. Pero existen otras posibilidades, desde luego. En la vena de las declaraciones pรบblicas de Houellebecq, el lector encontrarรญa en su libro Lovecraft un gesto de desdรฉn, el capricho de un chico malo, un berrinche literario. El aรฑo pasado, la revista francesa Lโ€™Imbรฉcile dedicรณ a Houellebecq una gran parte de su ediciรณn del verano y obtuvo de este autor una entrevista en Parรญs, durante la cual, de pronto, Houellebecq anunciรณ que se iba โ€œpara lavarseโ€ (segรบn la revista se habรญa presentado a media tarde bostezando y despeinado, con unos pantalones sucios sujetos con una cuerda). โ€œยฟY ahora que hago? โ€“preguntรณ el periodista, enfadadoโ€“. ยฟEntrevistar a su esposa?โ€ โ€œSรญโ€, respondiรณ Houellebecq, y se fue. A pesar de esta conducta, la revista lo elogiรณ: โ€œDetrรกs de la apologรญa que hace de lo banal y el lugar comรบn, Houellebecq oculta una profunda aversiรณn por la vida, perspectiva que no podemos suscribir aunque resulta inevitablemente comprensible […] Este autor ocupa un lugar importante en la literaturaโ€.
     O bien el lector podrรญa suponer que la elecciรณn de Lovecraft como tema fue un intento de Houellebecq de producir una especie de testamento literario, una Ode pour lโ€™election de son sepulchre presentada como la Tombeau de H.P. Lovecraft (o, como dice John Banville, โ€œla declaraciรณn apenas disimulada de un joven escritor en exceso ambicioso, muy iconoclasta y sencillamente desenfrenadoโ€). O podrรญa parecer un apareamiento de espรญritus afines, uno interesado en una sociologรญa imprecisa, el otro en la oscuridad invisible, uno obsesionado con el sexo, el otro con presencias oscuras, ambos fascinados por lo sobrenatural.
     O el libro pudiera tener su origen en un autรฉntico entusiasmo literario, ya que el retrato que hace Houellebecq de Lovecraft es totalmente entusiasta. Quizรก demasiado, pero ya se sabe que los lectores son grandilocuentes con sus autores preferidos, y a menudo llevan sus elogios mรกs allรก de lo verosรญmil. En ocasiones la originalidad de la comparaciรณn es interesante, como cuando Houellebecq sugiere que Lautremont podrรญa ser el precursor de Lovecraft (Borges seรฑalรณ una vez que โ€œtodo escritor crea sus propios precursoresโ€). ยฟPero deberรญamos tomar en serio a Houellebecq cuando compara a Lovecraft con Kant? โ€œAsรญ como Kant querรญa echar los cimientos de un cรณdigo รฉtico vรกlido โ€˜no sรณlo para un hombre sino para todos los seres racionalesโ€™, asรญ Lovecraft querรญa crear un horror capaz de aterrorizar a todas las criaturas dotadas de razรณn. Aparte de esto, ambos tenรญan cosas en comรบn: los dos eran en extremo delgados y tenรญan debilidad por los dulces y eran sospechosos de tal vez no ser del todo humanos.โ€
     โ€œNo ser del todo humanoโ€ era una condiciรณn que le interesaba a Lovecraft por encima de todo; la existencia de criaturas demasiado horribles para ser descritas, demasiado repugnantes para nombrarlas, demasiado malignas para concebirlas, los monstruos que aparecen en las pesadillas. Para Houellebecq, por otra parte, los monstruos son โ€œdemasiado humanosโ€. En el intento de defender a Houellebecq de las acusaciones de racismo, un aรฑo despuรฉs de sus declaraciones contra el Islam en la revista Lire, en septiembre de 2001, tres conocidos editores franceses publicaron un artรญculo en Le Monde en defensa de la libertad absoluta de expresiรณn literaria, e inadvertidamente incluyeron en su razonamiento al autor de Plataforma y al de los relatos de Chtulhu. โ€œEl cometido de la literatura no es dar alivio, sino perturbar y ofender โ€“dijeronโ€“. Existe para provocar. De otra forma ยฟquรฉ objetivo tiene? Nada humano, ni inhumano, en ese sentido, queda fuera del รกmbito de la literatura.โ€
     En este territorio sin confines, dice Houellebecq, โ€œla obra de Lovecraft puede compararse con una gigantesca mรกquina de los sueรฑos, de pasmoso alcance y eficacia.โ€ Eficacia, sรญ; alcance, no estoy tan seguro. Houellebecq reconoce la obvia cualidad principal de Lovecraft: su capacidad de crear un universo y, con รฉste, una mitologรญa. โ€œCrear un gran mito popular โ€“sostiene Houellebecqโ€“ es crear un ritual que el lector espera con impaciencia y al que puede volver con un placer cada vez mayor, seducido en cada ocasiรณn por una repeticiรณn diferente de los tรฉrminos, apenas modificados de forma tan imperceptible que le permiten calar en nuevas profundidades de la experiencia.โ€ Pero claro, tratรกndose de Lovecraft la profundidad no es progresiva. Por el contrario, para casi todos los lectores el primer encuentro con Chtulhu es el mรกs profundo, el que nos afecta con mayor intensidad. Posteriormente, el horror resulta en gran medida previsible. Hemos vivido esa experiencia, hemos perdido y recuperado la calma, despuรฉs ya podemos leer los demรกs relatos con la misma estremecedora anticipaciรณn de un segundo o tercer paseo en el Tren Fantasma de la feria, sin recordar exactamente dรณnde aparecen los esqueletos pero seguros de que saldrรกn. Una vez leรญda la primera narraciรณn de Lovecraft (y precisamente porque los mitos que indagรณ fueron obra suya), todos los demรกs parecen parodias, Lovecraft riรฉndose de Lovecraft. La mitologรญa de este autor es convincente en masse. No tolera un anรกlisis atento, su virtud es su vaguedad, como seรฑala con acierto Houellebecq. โ€œNo se trata de una mitologรญa coherente, trazada con precisiรณn. Es diferente de la mitologรญa grecorromana o de cualquiera otra cuya claridad y finitud son casi tranquilizadoras. Esas entidades lovecraftianas siguen siendo algo tenebrosas […] Conservan una inefabilidad fundamental.โ€ A diferencia de las mitologรญas esenciales de Mary Shelley y Bram Stoker (aquella interesada sobre todo en las terribles divinidades de la ciencia y รฉste en las del sexo), la mitologรญa de Lovecraft no se puede expresar plenamente con palabras porque produce un sentimiento mudo; no terror, sino horror. En el siglo XVIII, Ann Radcliffe hizo una รบtil distinciรณn entre terror y horror. El terror, dice, ensancha el alma y lleva todas nuestras facultades hacia una actividad febril; el horror las contrae, las paraliza, en cierto sentido las extingue. La diferencia entre ambos, prosigue, es que el horror conserva una fosca inseguridad sobre el mal temido. El terror se expresa con palabras, el horror aniquila la razรณn de sus vรญctimas.
     Esta incapacidad de expresar con palabras lo ocurrido (no alcanza el vocabulario humano, no hay narraciรณn capaz de hacer contacto con la experiencia real) tambiรฉn es caracterรญstica de la literatura francesa de la segunda mitad del siglo XX. Se ha acusado a escritores como Alain Robbe-Grillet, Maurice Roche, Nathalie Serraute o Philippe Sollers de ser aburridos, de enamorarse de sus propias palabras a la vez que desdeรฑan las exigencias ordinarias de la trama, y de no tener en cuenta la recomendaciรณn de Lewis Carroll: โ€œCuidar el sentido, que los sonidos se harรกn cargo de sรญ mismosโ€. Houellebecq a menudo cae en esta peculiar forma de pedanterรญa, al dar (por ejemplo en el libro sobre Lovecraft) tรญtulos a los capรญtulos como โ€œProferir el Gran No a la vida sin debilidadโ€ o โ€œY sus sentidos, vectores de inefable locuraโ€, que parecen lemas de camiseta japonesa. En francรฉs suenan un poco mejor, pero no tanto, y la traducciรณn a una prosa inteligible revela su decorativa banalidad: โ€œEndurรฉzcaseโ€ o โ€œSus sentidos lo engaรฑanโ€. En su รบltima novela, La posibilidad de una isla, Houellebecq hace seรฑalar a su narrador que un conocido concepto clasifica a los artistas en dos categorรญas: revolucionarios y decoradores, y que รฉl escogiรณ pertenecer a estos รบltimos.
     Puede ser que en reacciรณn a todo esto, un buen nรบmero de escritores franceses del siglo XXI nos hayan dado imitaciones de gran รฉxito comercial de una desdeรฑada literatura popular respetuosa con los cรกnones: de la novela de detectives por excelencia de principios del siglo XX (Jean-Claude Izzo) a la novela histรณrica del XIX (Christian Jacq) y la novela filosรณfica del XVIII (Catherine Millet). Houellebecq evitรณ estas posibilidades y tomรณ la direcciรณn contraria, produjo en cambio novelas que no sรณlo le dan poca importancia a la trama en aras de una atractiva combinaciรณn de las palabras, sino que desdeรฑรณ tambiรฉn las palabras bonitas y recurriรณ a la tediosa crรณnica de personajes tediosos que cuentan sus tediosos gestos y fantasรญas cotidianas. โ€œNecesitamos un antรญdoto supremo contra toda forma de realismoโ€, rugiรณ el neorromรกntico Lovecraft, que no podรญa prever el estilo de su admirador francรฉs neorrealista. Oscar Wilde seรฑalรณ con perspicacia que ambas actitudes son en esencia lo mismo: Calibรกn enojado al no poder ver, y luego al ver, su propia imagen en un espejo.
     Los crรญticos franceses se entusiasmaron con la obra de Houellebecq y lo calificaron primero de โ€œprovocateurโ€ y despuรฉs de โ€œinnovateurโ€, y explicaron que exponรญa la parte oculta de la sociedad francesa a travรฉs de un osado gesto literario destinado a โ€œรฉpater le bourgeoisโ€. El problema es que hoy en dรญa, en la Francia de Chirac y Le Pen, no quedan burgueses que รฉpater. Mรกs bien, en el caso de Houellebecq, los lectores parecen haber descubierto los placeres de la banalidad. No se trata de la banalidad existencial del teatro del absurdo, ni de aquella implacable de las novelas del realismo kitchen-sink, sino la de la denominada clase consumidora, cara al gusto de Brett Easton Ellis y Jay McInerney. En los libros de Houellebecq los personajes llevan una vida sin objetivos, no tienen nada interesante que contar, son racistas y misรณginos de una manera convencional, tratan el sexo como algo que sirve para matar el tiempo, alternado con actividades lucrativas y cenas costosas. En un momento swiftiano de Ampliaciรณn del campo de batalla (pero sin lograr el humor ni la perspicacia de Swift), Houellebecq explica: โ€œEn un sistema sexual por completo liberal, algunas personas llevan una vida erรณtica variada y emocionante; otras sรณlo disponen de la masturbaciรณn y la soledad. El liberalismo econรณmico es una ampliaciรณn del campo de batalla, su extensiรณn a todas las edades y a todas las clases sociales. El liberalismo sexual es lo mismo.โ€
     Lovecraft, si se hubiera permitido reflexionar sobre el comportamiento sexual de su especie, seguramente habrรญa estado de acuerdo. Pero โ€œLovecraft โ€“seรฑala Houellebecqโ€“ no tenรญa una verdadera actitud de novelista. Casi todos los novelistas se sienten obligados a presentar una imagen exhaustiva de la vida, con el cometido de โ€˜iluminarlaโ€™ bajo una nueva luz, pero por lo que respecta a los hechos, no tienen una libertad total de elecciรณn. El sexo, el dinero, la religiรณn, la tecnologรญa, la ideologรญa, la distribuciรณn de la riqueza […] Un buen novelista no puede dejar de tener en cuenta estos elementos.โ€ Efectivamente, son los temas favoritos de Houellebecq; seguramente no lo son de Lovecraft. ร‰ste declarรณ muchas veces que el sexo en la literatura, por ejemplo, le parecรญa โ€œuna simple indagaciรณn indiscreta de la parte mรกs baja de la vidaโ€. (Dado que esta aversiรณn recibe la plena aprobaciรณn de Houellebecq, el lector podrรญa preguntarse lo que hubiera pensado Lovecraft de algunos pasajes de este autor, como la escena de La posibilidad de una isla en la cual el protagonista se masturba frente a la cรกmara de un telรฉfono portรกtil en beneficio de una remota seรฑora.) Las escenas de sexo y las observaciones racistas hechas a la ligera son caracterรญsticas de Houellebecq, como las cartas perfumadas y el guante dejado caer en la novela de fin-de-siecle.
     Houellebecq, como Lovecraft, dice no tener tiempo para la โ€œnovela tradicionalโ€, con lo cual, supongo, se refiere a la novela que se atiene a la trama y el personaje. โ€œUna novela tradicional โ€“sostieneโ€“ puede compararse con una vieja cรกmara de aire que se desinfla despuรฉs de depositarse en el mar. Una corriente de aire generalizada y mรกs bien dรฉbil, como un goteo de pus, concluye en una nada arbitraria e indistinta.โ€ En cambio admira lo que denomina el โ€œestiloโ€ de Lovecraft, y cita largas partes de su obra para demostrar por quรฉ. Por ejemplo (de El que acecha en la oscuridad): โ€œConocรญa desde antes cosas abominables, pero lo que habรญa aprendido desde que hiciera un pacto con las cosas externas era casi demasiado para la salud mental. Todavรญa ahora me niego a creer por completo lo que รฉl querรญa decir sobre la constituciรณn del infinito รบltimo, la yuxtaposiciรณn de las dimensiones y la temible posiciรณn de nuestro cosmos conocido, del espacio y el tiempo, en la interminable cadena de conexiรณn del cosmos y los รกtomos, que forma el supercosmos inmediato de las curvas, los รกngulos, y la materia y semimateria de la organizaciรณn electrรณnica.โ€
     โ€œAquรญ nos encontramos en plena poesรญa โ€“comenta Houellebecqโ€“. Si los crรญticos consideran โ€˜deplorableโ€™ el estilo de Lovecraft โ€“prosigueโ€“, tambiรฉn cabrรญa concluir que el estilo es intrascendente en la literatura y pasar a otro tema.โ€ Lovecraft era menos ambicioso. Escribiรณ en una carta de presentaciรณn al editor de Weird Tales, en 1923, que tenรญa โ€œla costumbre de escribir relatos raros, macabros y fantรกsticos por diversiรณn […] Mi objetivo es todo el placer que me pueda dar la creaciรณn de ciertas imรกgenes caprichosas, situaciones o efectos atmosfรฉricos, y el รบnico lector que tengo en mente soy yo mismo.โ€ Y comparando su tipo de horror con el de Henry James, Lovecraft confiesa taimado que a su juicio: โ€œJames tal vez sea demasiado disperso, demasiado untuoso y fino y demasiado apegado a las sutilezas de la lengua para darse cuenta cabalmente de todo el horror desenfrenado y devastador de las situaciones que crea.โ€
     James, como muchos de los mejores narradores de lo sobrenatural, lo filtra casi imperceptiblemente en una situaciรณn cotidiana, una sensaciรณn mรกs que una presencia, un presentimiento mรกs que un acontecimiento. Pero Lovecraft, como seรฑala Houellebecq, no querรญa comenzar sus relatos con los hechos banales de la vida diaria y despuรฉs, gradualmente, abrir grietas โ€œen la lustrosa superficie de lo ordinarioโ€. Lovecraft sรณlo se interesaba en lo sobrenatural mismo, en el horror inmediato, en la abominaciรณn que atenaza al lector desde el primer pรกrrafo. โ€œEscribe para un pรบblico de fanรกticos, los lectores que encontrarรญa sรณlo despuรฉs de muertoโ€, seรฑala Houellebecq. En esta observaciรณn se ve que se hace ilusiones. En efecto, todo el libro sobre Lovecraft parece un curioso autorretrato, desde la pasta, donde las caras de Lovecraft y Houellebecq ocupan una mitad cada una, como Narciso contemplando su propia imagen en el estanque. H. P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida, el subtรญtulo evoca un epitafio que Houellebecq querrรญa para sรญ.
     Desafortunadamente para los libros que nos gustan, no son anรณnimos. Allรญ estรก el nombre del autor, como instando al lector a indagar sobre รฉl, a descubrir en las circunstancias personales del mago el truco secreto que le permitiรณ producir el acto de magia. Las biografรญas a menudo nos distraen de la obra misma, pero es inevitable, y es triste que casi todos los lectores no puedan leer a Cervantes sin recordar que concibiรณ El Quijote de la Mancha en la cรกrcel, o a Verlaine sin recordar que golpeaba a su mujer encinta. En el caso de Lovecraft, aun antes que la biografรญa oficial de L. Sprague de Camp, publicada en 1975, sus lectores sabรญan que era, muy abiertamente, un fanรกtico, racista y antisemita, un creyente declarado en la superioridad de la raza aria. Odiaba a los negros: โ€œEl negro es sumamente inferior โ€“escribiรณ en 1930โ€“. Los biรณlogos contemporรกneos sin sentimentalismos no pueden dudarloโ€.
     Justificรณ la persecuciรณn de los judรญos: โ€œNo hay nada mรกs necio que la pretenciosa trivialidad del trabajador social idealista al proclamar la necesidad de excusar la repugnante psicologรญa del judรญo porque nosotros, al perseguirlo, somos en parte causa de que sea asรญ. Son tonterรญas […] Despreciamos al judรญo no sรณlo por las huellas producidas por nuestra persecuciรณn, sino por su falta de fibra, ยกque nos ha permitido perseguirlo en primer lugar! ยฟEs concebible, asรญ sea por un instante, que los miembros de una raza nรณrdica pudieran ser tratados a golpes por sus vecinos durante dos mil aรฑos?โ€
     Se oponรญa a la inmigraciรณn de italianos, espaรฑoles y asiรกticos en los Estados Unidos: โ€œEspero que pronto se frene de forma permanente la promiscua inmigraciรณn. Dios sabe cuรกnto daรฑo ha causado la aceptaciรณn de hordas ilimitadas de la escoria de ignorantes, supersticiosos y biolรณgicamente inferiores del sur de Europa y Asia occidental.โ€
     A veces concentraba todo su odio en una รบnica diatriba. Por ejemplo, en 1925: โ€œLo รบnico que permite tolerar la existencia donde abundan los negros es el principio de Jim Crox, y quisiera que se aplicara en Nueva York tanto a los negros como a esos tipos mรกs asiรกticos de judรญos con cara abotagada, de rata. Hay que esconderlos o eliminarlos, lo que sea para que el hombre blanco pueda transitar por la calle sin escalofrรญos ni asco.โ€
     En otras ocasiones, sus opiniones traslucรญan en sus gustos literarios: โ€œContemplad al gran Whitman, cuyos versos licenciosos hacen la delicia del disoluto y entibian el alma de los cerdos.โ€
     Houellebecq no encubre este aspecto mรกs oscuro del carรกcter de su personaje. โ€œLos narradores de horror โ€“sostieneโ€“ por lo general son reaccionarios porque tienen una conciencia particular, cabrรญa decir incluso profesional, de la existencia del Mal.โ€ Pero la conciencia del Mal (aun con la M mayรบscula) no conduce en forma inexorable al racismo. En realidad, se puede decir que, por el contrario, tiende a hacer repugnante todo tipo de prejuicio (si bien la realidad polรญtica revela que, por desgracia, no siempre es asรญ).
     En su introducciรณn a la ediciรณn espaรฑola de los relatos de Lovecraft, Rafael Llopis seรฑala que gran parte de la mitologรญa de Lovecraft se apoya en la idea de que los muertos estรกn entre nosotros, creencia negada por los racionalistas del XVIII pero restablecida por los romรกnticos, en lo que Llopis llama la โ€œnegaciรณn de una negaciรณnโ€. No se abandona la perspectiva racional, simplemente la reviste (o socava) lo irracional, y Llopis cita a la amiga de Voltaire, Madame du Deffand, que dijo no creer en los fantasmas, pero temerlos. Lovecraft prosigue la tradiciรณn romรกntica, salvo que el placer de lo macabro, reciรฉn descubierto por los romรกnticos, que โ€œmantiene una oscura inseguridad sobre el mal temidoโ€, vivo en lo que C. G. Jung denominarรญa el โ€œinconsciente colectivoโ€, adquiriรณ en la รฉpoca de Lovecraft una espantosa y clarรญsima precisiรณn. Lovecraft pudo haber encontrado las diabรณlicas criaturas de Chtulhu mรกs allรก del poder de las palabras, para sus contemporรกneos (hablamos de los aรฑos anteriores a la Segunda Guerra Mundial) el horror intuido cobraba gradualmente concreciรณn.
     En 1933 Lovecraft publicรณ dos relatos. โ€œLos sueรฑos en la casa de la brujaโ€ y su continuaciรณn, โ€œLa llave de plataโ€. En este รบltimo hay una inquietante cita de uno de los libros imaginarios mรกs famosos, el Necronomicon, escrito en una prosa ramplona por el รกrabe loco Abdul Alhazred. โ€œ…en la inmensidad que trasciende nuestro mundo existen formas oscuras que atrapan y sujetan. Se sabe que la Cosa que se arrastra por la noche, el mal que desafรญa el Signo Mayor, la Manada que vigila la puerta secreta que cada sepulcro tiene y prospera en lo que emana de los que ahรญ residen: todas estas Negruras son menores que AQUEL QUE vigila el Portal: AQUEL QUE guiarรก al precipitado mรกs allรก de todos los mundos hacia el Abismo de los devoradores inefables.โ€ Ese mismo aรฑo, Adolf Hitler fue elegido canciller de Alemania.
     โ€œHoy mรกs que nunca โ€“indica Houellebecqโ€“ Lovecraft habrรญa sido un inadaptado y un solitarioโ€, ya que, como reconoce, โ€œen realidad Lovecraft siempre fue racistaโ€. Con dificultad, Houellebecq trata de justificar la posiciรณn de Lovecraft diciendo que, de todas formas, โ€œeste racismo no trascendiรณ lo aceptable en su clase social […] Sรณlo era particularmente anticuadoโ€. Ese โ€œsรณloโ€ es un golpe para el lector, como un puรฑetazo en plena cara.
     El recurso a la aceptabilidad social es un antiguo mรฉtodo para tratar de justificar lo injustificable. Se trate de racismo, antisemitismo, esclavitud, sacrificios humanos, lapidaciรณn, la respuesta seudoetnogrรกfica es: โ€œtodos lo hacรญan en aquellos tiemposโ€. Este mรฉtodo tambiรฉn se puede utilizar para explicar por quรฉ una declaraciรณn extremista no sea mรกs explรญcita. En el caso de Houellebecq, el lector percibe que la tolerancia de nuestra sociedad con un provocateur mitiga sus puntos de vista.
     A veces los lรญmites son retรณricos: darle la vuelta a la frase para que el insulto no sea ad hominem sino ad ideam. En su sonada entrevista con Lire, Houellebecq explicรณ que habรญa experimentado una revelaciรณn durante unas vacaciones en el Sinai. โ€œMe dije que la idea de creer en un รบnico dios era estรบpida. No me venรญa en mente otra palabra. Y la religiรณn mรกs estรบpida de todas es el Islamโ€. Ante la indignaciรณn de grupos musulmanes, Houellebecq respondiรณ que no habรญa dicho que los รกrabes fueran estรบpidos, sรณlo su religiรณn.
     A veces esos lรญmites son literarios: el autor atribuye a sus personajes sus prejuicios para que sean literatura y no correspondan a รฉl. En Las partรญculas elementales Houellebecq hace a un maestro describir de la siguiente manera a uno de sus estudiantes negros: โ€œYo estaba seguro de que tenรญa una verga enorme. Todas las chicas estaban locas por este gran babuino y heme ahรญ, tratando de enseรฑarles Mallarmรฉ. ยฟPara quรฉ carajos? Asรญ se va a terminar la civilizaciรณn occidental, pensรฉ con amargura, con la gente adorando las vergas grandes, como babuinos hamadrias.โ€
     Denis Dempion, en su biografรญa de Houellebecq recientemente publicada, Houellebecq non-autorisรฉ: enquรชte sur un phรฉnomene, aclara en quรฉ medida el autor de Las partรญculas elementales se pone y pone a personas que conoce como personajes de sus libros, con fechas, nombres, lugares, opiniones exactas, incluso la decoraciรณn de los muros y sus manรญas alimentarias. Autor y protagonista se funden sin disfraz en Plataforma, Ampliaciรณn del campo de batalla, La posibilidad de una isla.
     Aun cuando escribe sobre la atroz perspectiva de Lovecraft sobre el mundo, Houellebecq pone lo suyo en la descripciรณn. Para Lovecraft โ€œel universo no es sino una furtiva organizaciรณn de partรญculas elementalesโ€, afirma, citando el tรญtulo de su segunda novela. Mรกs adelante resume la actitud de Lovecraft hacia sus congรฉneres de la siguiente manera: โ€œodio absoluto por el mundo en general, agravado por una aversiรณn al mundo moderno en particularโ€. Las propias ideas de Houellebecq se mezclan y revuelven con las de su objeto de reflexiรณn, y el lector ya no sabe quiรฉn estรก expresando la opiniรณn de que, por ejemplo, โ€œel bien, el mal, la moral, los sentimientosโ€ son โ€œinvenciones victorianasโ€, y que โ€œlo รบnico que existe es el egoรญsmoโ€. Houellebecq suscribe muy explรญcitamente la perspectiva de Lovecraft sobre la vida, expresada al principio de su relato โ€œArthur Jeremynโ€. โ€œLa vida es algo odioso, y desde el fondo, detrรกs de lo que sabemos de ella, se vislumbran indicios diabรณlicos de la verdad que a veces la hacen mil veces mรกs abominable.โ€ Hace algunos decenios William Empson previรณ una respuesta a esta perspectiva. โ€œEs de una altanerรญa pedante โ€“dijo Empsonโ€“ decir โ€˜el mundo no es suficientemente bueno para mรญโ€™. El mundo es magnรญfico mรกs allรก de todo lo que se pueda decir y demasiado bueno para cualquiera de nosotrosโ€.
     Houellebecq concluye su retrato de Lovecraft con una nota triunfal. โ€œOfrecer una opciรณn a la vida en todas sus formas โ€“diceโ€“ constituye una oposiciรณn permanente, un recurso permanente a la vida, รฉste es el cometido mรกs elevado del poeta en la tierra. Howard Phillips Lovecraft cumpliรณ esta tareaโ€. Pero ยฟde quรฉ manera? Sin duda, nuestra experiencia de la vida nos hace desear otras opciones. La teologรญa y la literatura fantรกstica han tratado de proponer algunas que, segรบn nuestra fe religiosa o nuestros gustos literarios, nos han conducido al paรญs de las hadas o a la guerra, nos han consolado o enfurecido.
     Houellebecq seรฑala el apego de Lovecraft a un vocabulario tomado de la ciencia y de las matemรกticas de la arquitectura. En la comparaciรณn de dos escritores, autor y tema, puede servir una metรกfora geomรฉtrica. Los libros de Houellebecq proponen un cรญrculo vicioso, Lovecraft una lรญnea recta. El mundo mezquino de Houellebecq , que quisiera reflejarnos la vida que deberรญamos modificar, es, a fin de cuentas, simplemente redundante. Lovecraft, por otra parte, que tradujo sus prejuicios y sus miedos en pesadillas inefables y monstruos mรญticos cuyo poder de acecho no mengua, propuso realmente una opciรณn: horrible, misantrรณpica, convincente, y que a fin de cuentas no conduce a nada. ~
     

     โ€“ Traducciรณn de Rosamarรญa Nรบรฑez
     ยฉ 2006, Alberto Manguel

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