Ilustraciรณn: Manuel Monroy

El poder de Shakespeare

Inรบtil serรญa buscar en Shakespeare una acabada teorรญa del hombre. Su mirada sobre el poder necesita del conjunto de los personajes que desplegรณ como ningรบn otro autor y que encierran inagotables posibilidades del comportamiento humano.
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Si uno pregunta a Shakespeare cuรกl es su opiniรณn o quรฉ concepto tiene acerca de cualquier problema humano que se nos ocurra, suele encontrarse con una especie de Proteo verbal que se niega a concretar sus visiones y se transforma en una serie de figuras en las que se encierra toda la virtualidad humana. El enigma de Shakespeare estriba precisamente en su capacidad de desaparecer en todos sus personajes sin servir nunca a nada ni a nadie, sin afiliarse a ninguna corriente filosรณfica, polรญtica o moral, sin dejar del todo claras sus deudas con ningรบn autor y solo intimando, muy raras veces, alguna personal obsesiรณn que al final termina por callarse, dejรกndonos, como siempre, estupefactos ante nosotros mismos.

Por mucho que se haya intentado โ€“y con particular รฉnfasis a partir del siglo XVIIIโ€“ no hay en Shakespeare una teorรญa del hombre, sino tan solo su cruda exposiciรณn. De hecho, si tratamos de reducir a un enunciado el contenido de muchos de sus monรณlogos probablemente obtendremos tan solo el esquema de unos cuantos tรณpicos latinos que, una vez desgajados de su poesรญa, se nos mueren en las manos porque se revelan indisociables de su dicciรณn, de la persona que los dice y la manera en que los dice en un momento determinado de su tiempo โ€“โ€œthe playโ€™s the thingโ€, efectivamente.

La cuestiรณn del poder en Shakespeare ha sido una de las que mรกs fascinaciรณn han ejercido a lo largo de los siglos. La mayorรญa de sus obras tienen tramas polรญticas, estรกn protagonizadas por reyes y prรญncipes, dramatizan luchas estatales, agonรญas sucesorias, traiciones, abdicaciones y conjuras. De esa ambientaciรณn ha querido derivarse muchas veces un juicio acerca de la monarquรญa o el totalitarismo, de la plebe y la aristocracia. Abraham Lincoln, por ejemplo, sostenรญa que no habรญa mejor anรกlisis de las consecuencias de la tiranรญa que la lectura de Macbeth, pero ยฟquiรฉn es mรกs tirano, Macbeth o Julio Cรฉsar, Enrique IV o Enrique V, Ricardo III o Coriolano? ยฟSon para Shakespeare corruptos todos los polรญticos? ยฟCreรญa el bardo que el pueblo era un hatajo de idiotas? Los montajes encaminados a defender una concepciรณn parcial del hombre y la sociedad en la obra de Shakespeare suelen resolverse, elocuentemente, en un embarazoso ridรญculo.

Para examinar cualquier aspecto de su obra โ€“y una vez asumida esa imposibilidad de domesticaciรณnโ€“ resulta inevitable contemplar el corpus en fuga, sin distinguir entre gรฉneros โ€“otra taxonomรญa que descuidรณ flagrantementeโ€“ o trasfondos histรณricos y sociolรณgicos. Shakespeare mostrรณ siempre un indisimulado desprecio por todas las convenciones y siempre supo que el contenido real no tiene nada que ver con la retรณrica realista. En ese sentido, no importa mucho que sus dramas ocurran en la Roma clรกsica (donde puede sonar un intempestivo reloj), en una Venecia sin canales o en un Milรกn con puerto. Y si no se preocupรณ por respetar esos detalles tampoco se esforzรณ en reflejar una determinada รฉtica polรญtica previamente constituida o en proponer un ejemplo de buen gobierno. Ni siquiera el maquiavelismo โ€“una corriente de opiniรณn europea que nada tiene que ver con Maquiaveloโ€“ tuvo de verdad impacto en su imaginaciรณn, mรกs allรก de algรบn ardid bombรกstico al principio de su carrera.

Quizรก la mejor manera de abordar el mundo mental de Shakespeare sea observando todo su canon a travรฉs del prisma de La tempestad, la รบltima pieza que escribiรณ en solitario y que parece funcionar como ecuaciรณn del conjunto. Todas las cuestiones que estudiรณ estรกn ahรญ aludidas, como queriendo mitificarse. Prรณspero es un ser curiosamente impersonal, una especie de personaje de personajes que todo lo contiene y de cuyas entraรฑas, a diferencia del resto de las creaciones shakesperianas, sabemos muy poco. W. H. Auden decรญa que Shakespeare habรญa dejado la obra hecha un desastre, poco mรกs que esbozada, pero no estoy seguro de que eso no fuera intencionado. Todo es muy esquemรกtico porque Shakespeare estรก buscando fundar un arquetipo, algo en sรญ mismo imposible pero muy afรญn a la naturaleza de su imaginaciรณn avasalladora.

Prรณspero es el duque de Milรกn y ha sido depuesto por su hermano Antonio, en realidad un funcionario muy sensato que decidiรณ tomar las riendas de la ciudad al ver que un mago tronado descuidaba sus obligaciones ejecutivas, absorto en lecturas hermรฉticas. Aliado con el rey de Nรกpoles, Antonio se deshace de su hermano y de su sobrina Miranda abandonรกndolos en un pequeรฑo bote. Asรญ es como Prรณspero ha llegado a la isla virgen que gobierna con su magia y donde รฉl y su hija conviven solo con Calibรกn, una bestia anfibia a la que Prรณspero esclaviza y a la que ha enseรฑado a hablar, y Ariel, un duende liberado por Prรณspero que le presta servicio por un tiempo convenido. Miranda no ha visto nunca a otro ser humano mรกs que a su padre.

Shakespeare parece querer sublimar en esta situaciรณn dramรกtica su personal arquetipo del desplazamiento, un escenario polรญtico muy suyo que supone una alteraciรณn en la rutina del poder y que abre un espacio marginal en donde todos los personajes son sometidos a una averiguaciรณn interna de la que surge una nueva concepciรณn de sรญ mismos, de los demรกs y del mundo, sin que esa concepciรณn implique necesariamente una mejora ni mucho menos una propuesta de cambio.

Mรกs que la prรกctica del poder, a Shakespeare parece interesarle su suspensiรณn, las circunstancias que obligan al gobernante a detener la irreflexiva costumbre de mando y volcar la fuerza de la acciรณn hacia una interioridad reciรฉn descubierta. Su imaginaciรณn estรก siempre al final de una era (la luz del crepรบsculo, parece decirnos, es la รบnica que permite ver con claridad) y opera en un reino donde conviven extremos, tanto en el รกmbito espiritual como en el amoroso o el polรญtico. En sus obras lo sobrenatural suele funcionar como detonante de una tormenta humana que luego se debe asumir sin la ayuda de ninguna divinidad, de pronto enmudecida. Al afrontar la cuestiรณn amorosa se preocupรณ, como nunca nadie se habรญa atrevido hasta entonces, por liquidar varios siglos de retรณrica trovadoresca y proponer un nuevo lenguaje para una experiencia comรบn. Y en el campo del poder detectรณ un problema que serรญa luego generativo de la modernidad y que tiene que ver con la crisis de la autoridad, de hecho con una natural imposibilidad del poder. En todo ello Shakespeare sigue siendo, para decirlo con Emily Dickinson, nuestro futuro.

Probablemente, Shakespeare se desfogรณ como dramaturgo con la trilogรญa de Enrique VI (1589-91) que, junto a Ricardo III (1592), conforma su particular recreaciรณn de la Guerra de las Dos Rosas. Ahรญ Shakespeare es todavรญa un autor titubeante, que estรก buscando su voz en el tono grave (como bien advirtiรณ Samuel Johnson, tenรญa un talento instintivo para la comedia, mรกs que para la tragedia), muy deslumbrado por la obra de Christopher Marlowe, entonces la estrella de la escena londinense y el creador de los primeros grandes villanos del moderno teatro inglรฉs. Tamerlรกn, el gran รฉxito inaugural de Marlowe, escrito hacia 1587, ejerciรณ seguramente un profundo impacto en su imaginaciรณn, apreciable tambiรฉn en Tito Andrรณnico (1593), uno de sus fallidos intentos de tragedia gore, muy en boga en la รฉpoca. Pero en esos primeros aรฑos de aprendizaje, Shakespeare estรก todavรญa demasiado influido por su rival, mรกs preocupado por elevar la mรบsica de su poesรญa, sin que todavรญa se haya atrevido a pensar el poder a su manera, que serรก muy distinta a la brillante truculencia exhibida por Marlowe.

Aunque los Enrique VI son algo pesados, Ricardo III, si bien pertenece a una etapa todavรญa incipiente, es sobre todo interesante por su protagonista, uno de los mรกs populares precisamente por la relaciรณn de intimidad que establece con el espectador, al que confรญa los secretos de su ambiciรณn despiadada, en un juego especular donde Shakespeare ya adelanta lo que mรกs tarde abordarรก con mucha mayor complejidad. Es en la comedia, antes que en los dramas histรณricos, donde primero encuentra su voz y donde se ocupa de sus principales asuntos con mรกs osadรญa. En Sueรฑo de una noche de verano (1595), por ejemplo, la cuestiรณn del poder estรก ya tratada con libertad y autonomรญa, merced a ese desplazamiento desde el orden legal de Atenas a la inversiรณn poรฉtica del bosque, donde todos los personajes conocen una nueva experiencia de sรญ mismos y de la comunidad que conforman. Aquรญ el destierro, el sueรฑo y en general la duplicaciรณn se distinguen ya como modos de problematizaciรณn de la idea establecida de poder, un camino que en la comedia hallarรก su expresiรณn mรกs sofisticada en Como les guste (1599).

La obra en la que Shakespeare ingresa en la madurez, en la que de algรบn modo parece despedirse de la juventud โ€“de la comediaโ€“ y acercarse a su gran periodo trรกgico es Enrique IV (1596), cuyas dos partes, para su cabal comprensiรณn, deberรญan leerse con Ricardo II (1595) como primera pieza de una trilogรญa que cuenta el ascenso al poder, primero, de Bolingbroke como Enrique IV y luego de su hijo, el prรญncipe Hal, que reinรณ con el nombre de Enrique V. A pesar de que aรบn quedan restos de influencia marloviana, Ricardo II es ya una obra donde Shakespeare suena a sรญ mismo y explora el espacio de la conciencia que Marlowe solo habรญa llegado a rozar. Se trata de un drama estรกtico, muy lรญrico, donde se permite alguna exaltaciรณn patriรณtica (es muy popular el monรณlogo de Juan de Gante sobre Inglaterra como โ€œa precious stone set in the silver seaโ€, โ€œuna piedra preciosa engastada en el mar de plataโ€) que luego reprimirรก siempre y donde destaca, sobre todo, el rey Ricardo, incapaz de gobernar, de imponer su autoridad sobre Mowbray y Bolingbroke, melancรณlico e introspectivo, siempre equivocado en sus escasas decisiones, cobarde. Es muy interesante advertir cรณmo ahรญ Shakespeare ensaya una ampliaciรณn de la conciencia humana que se va a ir expandiendo hasta estallar en sus mejores tragedias. Acechado por el valiente y resolutivo Bolingbroke, Ricardo II se retrae y cede, pero se preocupa por exhibir su humanidad, que es lo que le ha impedido mantener la corona. Cuando finalmente abdica a favor de Bolingbroke, Ricardo afirma: โ€œpuedes deponer mi gloria y mi potestad, / pero mis dolores no; sobre ellos todavรญa reinoโ€. Podemos concretar aquรญ el giro dramรกtico en el que Shakespeare pasa a tratar, por primera vez, el problema del poder como un lugar vacante en el que el hombre, con toda su convulsa singularidad, destruye el tradicional hieratismo del gobernante en tanto que representante del Estado como una entidad abstracta y frรญa, suprahumana y de legitimidad divina. Despuรฉs de haber cedido la corona, Ricardo pide un espejo y se dice a sรญ mismo:

ยฟNo hay arrugas mรกs profundas? ยฟEl dolor ha asestado

tal cantidad de golpes en mi rostro sin causar

heridas mรกs hondas? ยกOh, espejo adulador!

ยกIgual a mis allegados en tiempos de prosperidad,

me engaรฑas! ยฟEra este rostro el rostro

que bajo el techo de su mansiรณn contaba cada dรญa

diez mil hombres? ยฟEste el que, como el sol,

hacรญa parpadear a cuantos lo miraban?

ยฟEs este el rostro que arrostrรณ tantas locuras

hasta por fin ser enrostrado por Bolingbroke?

Tan frรกgil como la gloria que brillรณ sobre รฉl,

Rompe el espejo en pedazos

ahรญ estรก el rostro, roto en cien aรฑicos.

Observa, rey taciturno, la moraleja de este juego:

cuรกn pronto el dolor ha destruido mi rostro.1

El diรกlogo que Ricardo III, el rey deforme y malvado, mantenรญa consigo mismo y con el pรบblico en tanto que pura exterioridad y prueba de una frialdad pรฉtrea que solo empieza a resquebrajarse al final, antes de la รบltima batalla, cuando en sueรฑos se le aparecen todos los asesinados, se transmuta aquรญ en un soliloquio donde el gobernante sufre un desdoblamiento del que ya nadie, ni sus sucesores ni sus sรบbditos, podrรก salvarse. La autoridad ha empezado a impugnarse de una manera irreparable y estรก ahora hecha aรฑicos. El rostro del rey no es un rostro impasible โ€“simbรณlicoโ€“ sino lleno de dolor interno.

Esta tensiรณn se adensa en las dos partes de Enrique IV, donde Bolingbroke, ya coronado, tiene que hacer frente a un reino inestable, sacudido por la oposiciรณn de los Percy, de Mortimer o de Glendower, defensores de una fe y de un orden viejos, feudales, frente al frรญo racionalismo protestante de la nueva era representada por Enrique IV, que tambiรฉn tiene que resignarse a ver cรณmo su hijo mayor, el prรญncipe Hal, malgasta su juventud en un submundo patibulario, alegal, donde oficia sir John Falstaff, imagen invertida del rey. Falstaff es un personaje inmenso, mรกs grande incluso que la obra en la que habita. Es un crรกpula, un putero mentiroso, bebedor y glotรณn, a veces sin escrรบpulos, pero irresistible. En sus carnes parece cifrarse toda la desvergonzada inocencia de la libertad humana, todo aquello que precisamente queda fuera del control del Estado. Como dice de sรญ mismo: โ€œbanish Jack Falstaff and banish all the worldโ€ (โ€œdesterrad a Jack Falstaff y desterrarรฉis el mundo enteroโ€). Por su parte, Hal es un cรญnico que juega a disfrutar de su juventud a sabiendas de que tiene las horas contadas. Muy al principio, despuรฉs de una noche de juerga, dice para sus adentros: โ€œA todos os conozco, y por un rato / seguirรฉ vuestros locos pasatiempos.โ€ De alguna manera sabe que su complicidad con Falstaff es pasajera y que, en su caso, la pausa del poder โ€“cuyo trasunto es la taberna y la โ€œpรฉrdida de tiempoโ€ que ahรญ se viveโ€“ constituye un intervalo previo a la asunciรณn definitiva de la responsabilidad. En realidad es todo lo contrario a Falstaff, que vive en un mundo de sueรฑo, inconsciente, infantil como su gordura, de espaldas al paso de los aรฑos. Falstaff es tambiรฉn una criatura chauceriana, perteneciente al viejo orden catรณlico, sujeto al calendario agrรญcola, dueรฑo de un idiolecto en prosa, creado por Shakespeare solo para รฉl, que contrasta nรญtidamente con el verso alado que habla el rey Enrique โ€“la mรฉtrica del poderโ€“ y que adopta Hal cuando decide abandonar la prosa corrupta, demรณtica y golfa de sir John.

En la segunda parte, todo lo ensayado en la primera alcanza un punto de gravedad y dramatismo muy cercano a la tragedia. Hal ha matado en campo de batalla a Hotspur, el joven Percy โ€“su rival y ejemplo del hijo que a su padre le habrรญa gustado tenerโ€“ y da con ello un decisivo e inesperado paso hacia la madurez. El rey Enrique ha logrado derrotar a todos sus opositores, pero estรก viejo, muy preocupado por su sucesiรณn y cercano a la muerte. La taciturnidad que habรญa paralizado a Ricardo II empieza a infectar su propia conciencia. De pronto, ya no puede dormir. En uno de sus monรณlogos mรกs memorables, reprocha al sueรฑo que dรฉ descanso a sus sรบbditos mรกs pobres y en cambio le niegue el reposo a la cabeza que gobierna: โ€œThen, happy low, lie down! / Uneasy lies the head that wears a crownโ€ (โ€œยกAsรญ que yaced, pobres felices! / Inquieta yace la cabeza que lleva una coronaโ€). Shakespeare utiliza el insomnio como un estado extremo de la conciencia, incapaz de salir del tiempo, atrapada en su propio reflejo obsesivo. Su opuesto exacto es el sueรฑo fรกcil y repentino de Falstaff. La escena culminante tiene lugar en el acto cuarto, cuando Hal entra en la alcoba de su padre, a quien cree muerto en su lecho, con la corona sobre la almohada. El hijo entra sigilosamente y dice:

ยกSeรฑor y padre mรญo! Este sueรฑo,

sin dudas, es profundo. Es el mismo

que supo divorciar de la corona

a tanto rey inglรฉs. Te debo lรกgrimas,

la pena y el dolor de los que llevan, padre,

igual sangre que tรบ corriendo por las venas:

te pagarรก con creces esa deuda

la natural ternura del amor filial.

En cuanto a ti, me debes la imperial corona:

por ser el mรกs cercano en sangre a ti

y ser tu primogรฉnito, me corresponde.2

De pronto Hal โ€“que asocia el sueรฑo tanto a la muerte como a lo que estรก fuera del poderโ€“ se pone la corona y su padre despierta, reprochรกndole que no tenga la decencia de esperar a que efectivamente se muera. Hal cae rendido a sus pies y se la devuelve jurรกndole que le creรญa muerto, entonces el padre le perdona y los dos se reconcilian para siempre. La escena estรก transida de una repentina espectralidad, como si Hal le hablara al fantasma de su padre y sufriera un rito de paso en el que su juventud quedara definitivamente atrรกs. La corona no solo funciona aquรญ como sรญmbolo del poder sino tambiรฉn como rueda del tiempo.

La confirmaciรณn de que Hal ha abandonado el sueรฑo de su primera edad y el teatro de la taberna tiene lugar en la escena final, muy dolorosa para quienes amamos a Falstaff. Cuando sir John se entera de que el viejo rey ha muerto y de que su amigo va a ser coronado, se apresura a prometer cargos a todos sus pelagatos y vuela a la corte, donde interrumpe el desfile real a los gritos de: โ€œยกQue Dios guarde tu gracia, mi Hal, mi rey Hal, Dios te salve, mi niรฑo!โ€ Hal, convertido ya en Enrique V, secunda lo que habรญa anunciado al principio de la primera parte (โ€œos conozco a todosโ€), se vuelve y renuncia a una versiรณn de sรญ mismo, a toda su juventud, a lo que queda fuera de las constricciones del Estado y tiembla en la barbilla de un perplejo Falstaff:

No te conozco, viejo. Mejor, reza.

ยกQuรฉ mal sientan las canas a un bufรณn!

Durante mucho tiempo soรฑรฉ con un hombre

igual a ti, asรญ de viejo y de profano,

hinchado como tรบ por los excesos.

Pero ahora, ya despierto, mi sueรฑo me repugna.3

A diferencia de lo que anuncia al final de la obra, Shakespeare no pudo mantener con vida a Falstaff en Enrique V, una obra totalmente ocupada por la acciรณn del gobernante, un rey dispuesto a superar el prestigio de su padre metiendo al paรญs en una guerra cuyas ganancias serรกn rรกpida y absurdamente destruidas por su hijo, el piadoso Enrique VI. Mientras el antiguo Hal se dedica a enardecer soldados que pronto serรกn cadรกveres, Falstaff, desterrado al fin como una ilusiรณn del mundo, muere sonriendo a sus dedos, en una desgarradora escena narrada por mistress Quickly, la dueรฑa de la taberna.

En el camino hacia el gran periodo trรกgico que comienza en 1601 con Hamlet, Shakespeare siguiรณ trabajando en esa arcilla que habรญa empezado a moldear en la henriada. Desde el punto de vista polรญtico son muy importantes las llamadas tragedias romanas, donde quiso dramatizar, con un รฉnfasis inรฉdito hasta entonces, la relaciรณn entre pueblo y gobierno. Julio Cรฉsar (1599) quizรก sea la mรกs importante al respecto. La obra se abre con una discusiรณn entre tribunos y plebeyos que deja clara la volubilidad del oclos, de la muchedumbre, uno de los asuntos abordados tanto aquรญ como en Coriolano (1608). Julio Cรฉsar estรก siendo deificado y Casio, el tรญpico intelectual metido a polรญtico, convence a Bruto de que hay que actuar para salvar a la Repรบblica. Es un caso de traiciรณn preventiva. Mรกs que de Cรฉsar, esta obra es en realidad la tragedia de Bruto, un servidor pรบblico que se preocupa por el bien comรบn y que de verdad ama a Cรฉsar, a diferencia de Marco Antonio, un polรญtico muy astuto que solo se ama a sรญ mismo y cuyo fatรญdico desplazamiento del poder serรก estudiado por Shakespeare en la esplรฉndida Antonio y Cleopatra (1606). Bruto en cambio se debate entre el amor a Cรฉsar y el amor al pueblo de Roma:

Por mi parte,

no tengo mรกs motivo para daรฑarle que el bien del pueblo.

Le coronarรกn, ยกquรฉ duda cabe!

Cรณmo cambiarรก su temple es otra historia.

Solo a la luz del dรญa la serpiente se despierta,

y eso exige estar alerta. Entrรฉguenle la corona

y, me temo, le habremos dado un aguijรณn

que usarรก para herirnos a su antojo.

El abuso de grandeza es el desgarro

entre conciencia y poder.4

La idea del insomnio aparece de nuevo, prefigurando incluso algunos aspectos de Macbeth (1606). Desde que Casio le ha metido la idea en la cabeza, Bruto no puede dormir:

Desde que Casio me agitara contra Cรฉsar,

desde esa primera vez, no he dormido.

Entre ese primer gesto y el horrible acto consumado,

el interregno es como el fantasma de un sueรฑo.

El espรญritu y las herramientas mortales

entran en disputa y, como un pequeรฑo reino,

el estado humano sufre una reyerta interna.5

La pausa de la acciรณn โ€“el interregno de Brutoโ€“ se demuestra otra vez como el espacio en el que se abisma la tormenta del estado humano, abandonado a la conciencia de su conciencia, sin ningรบn punto de apoyo ni consuelo religioso o civil. Una vez consumado el asesinato, Bruto sube a la tribuna para calmar a los ciudadanos, inquietos tras la muerte de quien empezaban a ver como un dios. Su discurso es pobre, monรณtono โ€“un cariz enfatizado por la prosa seca que Shakespeare le pone en los labiosโ€“ y honesto, pero surte efecto y convence al pueblo. El amor a la patria, dice, estรก por encima de cualquier hombre. Despuรฉs, el ingenuo de Bruto, en contra de la opiniรณn del astuto Casio, deja que Antonio suba a la tribuna y pronuncie su particular laudatio del difunto, un discurso brillante, hecho de suntuosos versos y envolventes anรกforas, con el que logra revertir el favor de la ciudadanรญa contra los conspiradores. Las palabras de Antonio despuรฉs de haber envenado a la muchedumbre siguen siendo el mejor ejemplo del intempestivo cinismo de muchos polรญticos:

ยกY ahora, que sigan solos! Destrucciรณn, ya estรกs en marcha;

toma el curso que prefieras.6

A ojos de Shakespeare el Estado es una mรกquina de destrucciรณn imparable frente a la que solo cabe oponer el pensamiento, que por otra parte no consigue organizar, propiamente, una soluciรณn; ni puede detener el engranaje. Hamlet (1601) es la obra donde toda la problemรกtica que despunta en Ricardo II y se enriquece con las dos partes de Enrique IV y con algunos aspectos de Julio Cรฉsar halla su expresiรณn mรกs compleja, a la vez que se nutre de todo lo aprendido y ensayado en el periodo de las altas comedias.

El prรญncipe Hamlet es el personaje que encarna trรกgicamente eso que hemos llamado el desplazamiento, la pausa del poder que interrumpe la cadena irreflexiva de mando y asesinato. En รฉl confluyen la taciturnidad de Ricardo II, el amor filial de Hal y la irreductible libertad de Falstaff, las dudas de Bruto y la brillantez de Antonio. Hamlet es un personaje muy difรญcil de interpretar porque estรก hecho de varias capas que se expresan simultรกneamente e impiden la caracterizaciรณn. Es un ser eminentemente verbal: lleva una mรกscara hecha de interpretaciones. En realidad, Hamlet es la antรญtesis de su padre, un rey guerrero y decidido, que gana batallas y purga su alma en el purgatorio, como debe ser. Su vรกstago, el prรญncipe heredero, estรก gordo (โ€œheโ€™s fat and scant of breathโ€, โ€œestรก gordo y le falta el alientoโ€, se le escapa a su madre al final), es hijo de un nuevo saeculum, discรญpulo de Wittenberg, lector, mediocre poeta y para colmo sufre el mal de Saturno. Al principio de la obra, recibe el mandato del espectro paterno de vengar su muerte a traiciรณn, una costumbre muy de la รฉpoca, pero รฉl decide postergar el cometido una y otra vez, primero porque cree y no cree en el fantasma de su padre y luego porque se ve obligado a crear una obra de teatro interna que le confirme mediante la razรณn lo revelado en el orden sobrenatural. Esa obra no es solo La ratonera โ€“la farsa con la que acusa a su tรญo Claudio de la trama urdida y con la que le crea una concienciaโ€“ sino el propio espacio verbal que Hamlet abre con su decisiรณn de pensar lo que su padre habrรญa resuelto de una estocada. En la dilaciรณn se apunta la dimensiรณn de otro poder, asociada de nuevo al sueรฑo, a la conciencia y el pensamiento:

Esa regiรณn no descubierta,

de cuyos lรญmites ningรบn viajero

retorna nunca, desconcierta

nuestro albedrรญo, y nos inclina

a soportar los males que tenemos

antes que abalanzarnos a otros que no sabemos.

De esta manera la conciencia

hace de todos nosotros cobardes,

y asรญ el matiz nativo de la resoluciรณn

se opaca con el pรกlido reflejo del pensar.7

Aquรญ, en su monรณlogo mรกs famoso e insomne, Hamlet estรก pensando contra la รฉtica del hรฉroe y el guerrero, que si por algo se distingue es precisamente por abalanzarse a los males desconocidos, a aceptar la muerte sin cuidado, apostรกndolo todo a la gloria y a la defensa de la patria. Significativamente, Hamlet obvia que su padre sรญ ha vuelto de la โ€œregiรณn no descubiertaโ€, al menos en forma de fantasma y desde un purgatorio catรณlico, una informaciรณn que desatiende porque tambiรฉn sufre el desplazamiento de una autoridad religiosa que estรก siendo polรญticamente truncada.

La actitud de Hamlet no resulta al final muy honrosa y produce aรบn mรกs muertes y mรกs dolor โ€“la pobre Ofeliaโ€“ que si hubiera sido un prรญncipe a la altura de su dignidad. Ocurre tan solo que, en ese espacio que abre con su obra, Hamlet descubre otra calidad del tiempo y otra forma de estar en el mundo muy distinta a la ofrecida por el aprendizaje del poder. Poco antes de morir le dice a Horacio que viva y lleve noticia suya y de su causa โ€œto the unsatisfiedโ€, a los insatisfechos, a los disidentes, a los que piensan y como รฉl desaparecen. No hay mejor imagen para comprender la obra que la de Fortinbrรกs โ€“sin duda el hijo que al rey Hamlet le habrรญa gustado tener, como lo habรญa sido Hotspur para Enrique IVโ€“ frente al cadรกver de Hamlet, tal y como la imaginรณ el poeta Zbigniew Herbert en su extraordinario poema โ€œEl treno de Fortinbrรกsโ€:

Adiรณs prรญncipe me espera un proyecto de alcantarillado

y el decreto concerniente a prostitutas y mendigos

debo tambiรฉn idear un mejor sistema de prisiones

ya que como con razรณn observaste Dinamarca

[es una prisiรณn

Me vuelvo a mis asuntos Hoy en la noche nacerรก

la estrella Hamlet Ya nunca nos encontraremos

lo que tras de mรญ quedarรก ya no serรก materia

[de tragedia alguna

Ni darnos la bienvenida ni el adiรณs vivimos en archipiรฉlagos

y estas aguas estas palabras quรฉ pueden quรฉ

[pueden prรญncipe8

Las palabras no pueden nada, pero han cambiado algo para siempre y son como el agua que separa las islas de un nuevo archipiรฉlago.

Iris Murdoch decรญa que frente a El rey Lear (1606) incluso Hamlet palidece. Y es verdad que, en esa tragedia, Shakespeare indagรณ en la naturaleza humana de un modo tan radical que se hace muy difรญcil seguirle. La obra es terrible y ciega si se la mira demasiado tiempo. Siguiendo el hilo de lo que aquรญ nos ocupa, Lear se inflige un desplazamiento del poder absoluto que รฉl mismo ostenta y que cede para quedarse a solas con su aura. Al principio es un rey anciano pero satisfecho que se dispone a dividir su reino entre sus tres hijas โ€“una donaciรณn en vidaโ€“, con la secreta intenciรณn (โ€œour darkest purposeโ€, โ€œnuestro mรกs oscuro propรณsitoโ€) de irse a vivir con Cordelia, la pequeรฑa y mรกs querida de sus hijas. No se trata tanto de una abdicaciรณn como de una cesiรณn de poder โ€“hecha seguramente para afianzar la unidad del reino con el concurso de los dos extremos de Gran Bretaรฑa controlados por Cornwall y Albanyโ€“ en la que Lear se reserva el espรญritu de la autoridad: โ€œonly we shall retain the name and all the additions to a Kingโ€, es decir, conserva el nombre y todos los atributos de un rey. Al despojarse del poder efectivo, Lear, despuรฉs de repudiar a Cordelia, descubre un vacรญo interno โ€“cuyas fronteras son el poder econรณmico y militarโ€“ del que acaba por surgir un nuevo lenguaje, una nueva experiencia del hombre y una turbada cosmovisiรณn. Todos los personajes que le acompaรฑan (incluido Kent, el caballero leal al que ha desterrado en un ataque de ira por oponerse al trato dispensado a Cordelia y que se disfraza del sirviente Cayo para seguirle porque reconoce en รฉl algo intangible que solo puede definir como โ€œautoridadโ€) sufren una metamorfosis, una inversiรณn de su identidad y de su habla que culmina en el tercer acto, en la tormenta del pรกramo, donde todos descienden a lo mรกs hondo de su condiciรณn en un desierto engendrado por el desahucio del poder y la reverberaciรณn acรบstica de las conciencias. Al final, Lear descubre otra forma de autoridad y de paternidad, cifrada en el renacimiento que vive durante el reencuentro con Cordelia, una nueva formulaciรณn del amor โ€“una escucha del mundoโ€“ por cuyo conocimiento va a pagar el precio mรกs alto: el cadรกver de su hija, amada por primera vez como lo irrepetible, justo en las antรญpodas de las categorรญas manejadas por el poder.

De todo lo dicho hasta ahora podrรญa deducirse que el juicio de Shakespeare acerca del hombre y su mundo se resuelve en la pura negaciรณn, que condena tanto al gobernante como a los gobernados, que desprecia al tirano y al rebelde, que considera fรบtil todo progreso, que no cree que el hombre pueda cambiar. Pero no es verdad. No hay nada mรกs alejado del nihilismo cristiano que la apuesta vital de Shakespeare, que condena y celebra el mundo con la misma intensidad. Ocurre tan solo que nunca se permite simplificar la experiencia de la vida, sea en el orden que sea, con una abstracciรณn que impida ver a los seres humanos y distraiga la atenciรณn de su paso por la tierra. Para Shakespeare el mundo estรก cambiando constantemente, aunque el sueรฑo de la historia no permita verlo. En La tempestad (1611) eligiรณ despedirse con la afirmaciรณn mรกs atronadora que se haya escrito.

Con su tempestad inventada, Prรณspero consigue que los traidores caigan en su isla, se pierdan y se reencuentren, completamente transformados. Antes ha logrado que su hija, Miranda, se enamore de Fernando, el hijo del rey de Nรกpoles. Y cuando finalmente los ve a todos reunidos, Miranda, con una ternura inextinguible, exclama:

ยกQuรฉ maravilla! ยกCuรกntas criaturas hermosas!

ยกQuรฉ bella es la humanidad! ยกMagnรญfico mundo nuevo

que tiene tales habitantes!9

A lo que Prรณspero, como en una ofrenda, replica: โ€œโ€™Tis new to theeโ€, โ€œes nuevo para tiโ€. Esa โ€œbeauteous mankindโ€ y ese โ€œbrave new worldโ€ son los mismos de Macbeth y Falstaff, de Hamlet y Ofelia, de Lear y Cordelia y de todas las personas a travรฉs de las que Shakespeare hizo sonar la virtualidad humana. La isla de Prรณspero es el espacio puro de un poder absolutamente desplazado donde solo sopla el sueรฑo, que no debe entenderse como evasiรณn ni como fantasรญa narcรณtica y complaciente sino como el privilegio humano de la imaginaciรณn y el pensamiento, de todo aquello que no puede ser sometido: โ€œwe are such stuff / as dreams are made on, and our little life / is rounded with a sleepโ€, โ€œestamos hechos de la materia de los sueรฑos y un dormir rodea nuestra breve vidaโ€. Al final, Prรณspero se destituye a sรญ mismo como rey de otro orden, rompe su vara y sumerge su libro y vuelve a tomar posesiรณn de su ducado simplemente para morir. Quizรกs en esa distinciรณn entre el โ€œsueรฑoโ€ constitutivo de nuestra condiciรณn y el โ€œdormirโ€ que acecha la brevedad de nuestra vida se cifre el verdadero poder que Shakespeare sigue reconociendo en la humanidad. ~


1 Cito la traducciรณn de Juan Fernando Merino en Shakespeare, Obra completa iii. Dramas histรณricos, Barcelona, Debolsillo, 2012.

2 Cito la traducciรณn de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich en Shakespeare, Obra completa iii. Dramas histรณricos, Barcelona, Debolsillo, 2012.

3 Ibรญdem.

4 Cito la traducciรณn de Alejandra Rojas en Shakespeare, Obra completa ii. Tragedias, Barcelona, Debolsillo, 2012.

5 Ibรญdem.

6 Ibรญdem.

7 Cito la traducciรณn de Tomรกs Segovia en Shakespeare, Obra completa ii. Tragedias, Barcelona, Debolsillo, 2012.

8 Cito la traducciรณn de Xaverio Ballester en Zbigniew Herbert, Poesรญa completa, Barcelona, Lumen, 2012.

9 Cito la traducciรณn de Marcelo Cohen y Graciela Speranza en Shakespeare, Obra completa iv. Romances, Barcelona, Debolsillo, 2012.

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(Palma de Mallorca, 1977) es editor-at-large de Random House Mondadori.


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