El progreso milenario

El progreso implica, nos dice Gabriel Zaid en este ensayo, cambio, tiempo y mejorรญa, pero tambiรฉn gradualidad y rumbo. Nada nos asegura que el futuro serรก mejor que el pasado y el presente, por lo que hay que โ€œtrabajar porque asรญ seaโ€.
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En los aรฑos del Terror (1792-1794) de la Revoluciรณn francesa, la Asamblea ordenรณ el arresto de uno de sus miembros mรกs ilustres, precursor de la matemรกtica electoral y promotor del voto femenino y la educaciรณn para todos. Temiendo lo peor (miles de revolucionarios murieron en la guillotina, acusados de esto o aquello por sus correligionarios), se escondiรณ. En los meses que tardaron en encontrarlo, escribiรณ su cรฉlebre Bosquejo de un cuadro histรณrico de los progresos del espรญritu humano. Asombrosamente, el marquรฉs de Condorcet (1743-1794) muriรณ lleno de fe en la Revoluciรณn.

El libro distingue diez รฉpocas cada vez mejores de la humanidad, desde la vida nรณmada hasta la aurora revolucionaria, pasando por la agricultura, la escritura y la imprenta. Seguramente fue inspirado por el “Cuadro filosรณfico de los progresos sucesivos del espรญritu humano” (1750) del abad Turgot, prior de la Sorbona, cuya tesis central es que la humanidad progresa por la acumulaciรณn de conocimientos, a diferencia de la naturaleza, que no cambia. Los astros se mueven, pero sujetos a leyes fijas; los vegetales y los animales se reproducen, pero no mejoran.

Los sabios antiguos y tambiรฉn los modernos (hasta Newton, 1643-1727) creyeron en la estabilidad del cosmos. Aunque Plinio (23-79) escribiรณ una monumental Naturalis historia, resumen de todo lo que entonces se sabรญa, el tรญtulo no querรญa decir Historia de la naturaleza, sino algo asรญ como Enciclopedia temรกtica de la naturaleza. (De Plinio viene el nombre de los museos de historia natural.) Fue Laplace (1749-1827) el primero en postular que los planetas no son eternos, sino desprendimientos del Sol en rotaciรณn. Una idea tan extraรฑa que Napoleรณn lo invitรณ a que se la explicara. Se cuenta que, al terminar, Napoleรณn todavรญa le preguntรณ: “¿Y Dios?” A lo cual respondiรณ coquetamente: “Es una hipรณtesis innecesaria.”

La naturaleza tiene “historia”. Muchos de sus cambios son cรญclicos (el amanecer, las fases de la luna, las estaciones); pero otros son irreversibles, como la formaciรณn del sistema solar, que puede considerarse un “hecho histรณrico” (aunque suele llamarse histรณrico a lo que deja testimonios escritos). La Tierra no es eterna. Y, en consecuencia, tampoco la vida en el planeta. Darwin (1809-1882) propuso una teorรญa sobre el origen y evoluciรณn de las especies, con cierta inquietud por las creencias religiosas de su mujer y de muchos que se harรญan la pregunta de Napoleรณn: “¿Y Dios?” Sin embargo, pocos aรฑos despuรฉs de publicado El origen de las especies (1859), el sacerdote (luego cardenal) Newman (1801-1890) declarรณ tranquilamente que “la teorรญa de Darwin (cierta o no) no es necesariamente atea; puede sugerir simplemente una idea mรกs amplia de la providencia divina” (carta al canรณnigo Walker del 22 de mayo de 1868).

Con mentalidad progresista, la evoluciรณn de las especies puede ser vista como progreso, desde las primeras molรฉculas orgรกnicas hasta la especie humana. Asรญ tambiรฉn la expansiรณn del universo, desde el “รกtomo primitivo” postulado por el astrofรญsico y sacerdote Georges Lemaรฎtre (1894-1966); hipรณtesis rechazada por el astrofรญsico y novelista Fred Hoyle (1915-2001), que suponรญa lo contrario: un estado estable del cosmos. Lo del “รกtomo primitivo” le sonaba a relato mรญtico de la Creaciรณn: un “big bang” de la nada que da origen a todo. Curiosamente, la idea de Lemaรฎtre se impuso y lleva como nombre el apodo de Hoyle. Hoy la astrofรญsica supone que el Big Bang fue el origen del universo hace 13.8 millones de milenios.

Pero, ¿cabe hablar de un progreso involuntario (aleatorio, fรญsico, quรญmico, biolรณgico), anterior al logrado por la creatividad humana? De muchas cosas se ha dicho que son un progreso, y tambiรฉn que no lo son. La nociรณn de progreso implica cuando menos otras tres: cambio, tiempo, mejor; de las cuales tambiรฉn se ha dicho que son ilusorias. Grandes inteligencias afirmaron que el cambio no existe (Parmรฉnides), que el tiempo no existe (Einstein), que lo mejor no existe (Nietzsche). Tambiรฉn se ha dicho que hablar de progreso en la evoluciรณn de las especies es una retrolectura sin fundamento (Stephen Jay Gould, Full house: The spread of excellence from Plato to Darwin).

Hasta se pudiera pensar que las variaciones a lo largo del tiempo son algo asรญ como la diversidad en el espacio. Cuvier (1769-1832) catalogรณ las especies animales en un cuadro comparativo de sus diferencias, como luego Mendelรฉyev (1834-1907) catalogรณ los elementos quรญmicos en una tabla periรณdica. Pero ni Cuvier ni Mendelรฉyev vieron las diferencias como cambios evolutivos en el tiempo, menos aรบn como progreso.

La diversidad de la naturaleza fue catalogada por Aristรณteles con criterios jerรกrquicos. Sus investigaciones (istorรญa) sobre los animales (llamadas en latรญn Historia animalium) suponen la nociรณn de mejor. Las piedras son inferiores a la plantas, que son inferiores a los animales, que son inferiores a los seres humanos. Incluso “puede observarse en las plantas un ascenso continuo hacia lo animal” (viii 588b). Pero esto implica jerarquรญa, no cambio, tiempo, evoluciรณn ni progreso. Aristรณteles, como Newton, creyรณ que el universo era estable.

La nociรณn de progreso implica otras dos: gradualidad y rumbo. Los cambios pueden concebirse como saltos bruscos o procesos graduales, solos o combinados: cambios graduales acumulados hasta que se produce un salto brusco (Hegel) o cambios bruscos con ajustes graduales (Gould). Tambiรฉn pueden concebirse como orientados a una plenitud cada vez mayor (Hegel) o sin rumbo alguno (Gould).

Diversos mitos sobre el origen รบltimo de todo narran episodios sucesivos que suenan a progreso. El Gรฉnesis relata la Creaciรณn como una serie progresiva: primero la nada, luego la luz (hoy dirรญamos “Hรกgase el estallido”, aunque todavรญa en 1789 Lavoisier, guillotinado en 1794, clasificaba la luz entre los elementos, junto al oxรญgeno y el hidrรณgeno); despuรฉs los cielos, la tierra, las especies vegetales y animales, el hombre y la mujer. Pero una vez que la Creaciรณn culmina en la vida humana, el progreso concluye y Dios se complace en su obra. Desde el sรฉptimo dรญa, tanto los cambios como el tiempo son circulares, no lineales: “No hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastรฉs 1:9). El progreso ulterior es inconcebible.

La ruptura del tiempo circular aparece en las tradiciones mesiรกnicas, que esperan la salvaciรณn y un fin glorioso de los tiempos. Asรญ aparecen el tiempo lineal, la historia sagrada, el futuro absoluto (no relativo) y el progreso prospectivo (aunque no gradual). La plenitud anunciada por los profetas bรญblicos serรก un acto de Dios que vuelve a crear el Paraรญso (perdido por el pecado original): “Pues voy a crear unos cielos nuevos junto con una tierra nueva” (Isaรญas 65:17). El fin de los tiempos se vuelve el polo opuesto del origen de los tiempos.

En los primeros aรฑos del cristianismo, muchos esperaban el pronto advenimiento del futuro absoluto, que repentinamente harรญa pasar el mundo a una vida mejor. San Pablo, sin negar el acontecimiento cรณsmico que pondrรญa fin al mundo viejo, lo individualiza en el salto de un acontecimiento personal: la conversiรณn (metanoia) que deja atrรกs al hombre viejo y hace surgir un hombre nuevo, con Cristo resucitado, desde ahora.

En las antiguas concepciones del tiempo, habรญa el eterno retorno de lo mismo; o un hoy venido a menos, menesteroso frente al pasado mรญtico; o una esperanza de salvaciรณn en un tiempo nuevo que era un salto absoluto, no un progreso gradual.

La idea de un perfeccionamiento personal gradual (una especie de salto interminable) aparece en la cultura cristiana del siglo iv. Los ideales monรกsticos integran el mandamiento radical de ser perfectos (Mateo 5:48), el modelo ascรฉtico del atletismo griego (ejercitarse y superarse), la primacรญa del รฉxtasis (superior a la acciรณn) de los filรณsofos neoplatรณnicos y la invenciรณn budista de la vida conventual.

El monasterio es un centro de entrenamiento y progreso espiritual, un anticipo de la vida futura: el glorioso mรกs allรก que simbรณlicamente ya estรก aquรญ; la utopรญa en marcha de un cielo nuevo y una tierra nueva. Asรญ, la polaridad temporal entre el origen y el fin de los tiempos se vuelve una polaridad espacial. Frente a la ciudad de los cristianos normales (integrados al Imperio romano), aparece la ciudad nueva de los cristianos radicales: ermitaรฑos, cenobitas y monjes.

El progreso moderno (gradual, histรณrico y social, no solo personal) es un mito cristiano tardรญo. Aparece en el siglo XII y transforma los ideales monรกsticos en un proyecto para toda la sociedad. No estรก en La ciudad de Dios de San Agustรญn (354-430), concebida como polo eterno de la ciudad humana. Tampoco en La crรณnica de las dos ciudades de Otรณn de Frisinga (1114-1158), inspirada en la dicotomรญa agustiniana.

Agustรญn tiene a la vista el inconcebible hundimiento del Imperio romano (cuando ya habรญa adoptado la religiรณn cristiana) ante los vรกndalos germรกnicos. Otรณn tiene a la vista el asedio musulmรกn al Sacro Imperio romano germรกnico y las guerras internas por la hegemonรญa cristiana. Ambos tienen los ojos puestos en un mรกs allรก esperanzador, situado en el futuro absoluto de toda la humanidad, no solo del pueblo cristiano. Transforman la historia sagrada en filosofรญa de la historia universal.

Pero ya en los tiempos de Otรณn aparecen rasgos del progreso moderno. Contra la tradiciรณn de que todo tiempo pasado fue mejor, nace la idea de que el cristianismo supera a los profetas bรญblicos y a los filรณsofos griegos. Bernardo de Chartres tiene conciencia del progreso intelectual. Modestamente afirma que “somos como enanos montados en los hombros de gigantes”; pero tambiรฉn, nada modestamente: por eso “podemos ver mรกs cosas y mรกs lejos”. A su vez, Abelardo (el de Eloรญsa) afirma que hoy “serรญa fรกcil escribir un libro” igual o mejor que los antiguos. Estas opiniones, recogidas en 1159 por Juan de Salisbury (Metalogicon iii 4), anticipan la jactancia de la Ilustraciรณn: Hay que reconocer “la prodigiosa superioridad de nuestro siglo sobre los antiguos” (Voltaire, El siglo de Luis XIV, capรญtulo 34).

Pero el ideรณlogo del progreso fue Joaquรญn (c. 1130-1201), abad del monasterio de San Juan de la Flor (Fiore), en el sur de Italia. Fue elogiado por Dante, Marx y muchos otros, del siglo XIII al XX (como lo reseรฑa minuciosamente Henri de Lubac en un millar de pรกginas: La posteridad espiritual de Joaquรญn de Fiore). Segรบn Norman Cohn (The pursuit of the millennium), Joaquรญn de Fiore “inventรณ el sistema profรฉtico de mayor influencia en Europa, hasta la apariciรณn del marxismo”. Fue una especie de Marx del siglo XII.

En su teologรญa, la historia se divide en tres etapas de revelaciรณn progresiva: la del Padre (bรญblica), superada por la del Hijo (evangรฉlica), superada por la del Espรญritu Santo (que viene). La Creaciรณn pasa de la dependencia servil en los tiempos del Padre, a la dependencia filial en los tiempos del Hijo, a la libertad del Espรญritu Santo en los tiempos nuevos. Para Joaquรญn, aunque era monje, el mundo rebasarรก a los monasterios. Toda la humanidad tomarรก el camino de la perfecciรณn, no solo los cristianos apartados del mundo. Asรญ, la Ciudad de Dios se vuelve un proyecto de transformaciรณn del planeta: restaurar el Paraรญso en la tierra. Los temores milenaristas (de que el mundo iba a acabar en el aรฑo 1000) se vuelven esperanzas milenaristas (en un mundo nuevo que deja atrรกs el viejo).

Los nuevos tiempos se revelan en la santidad de Francisco de Asรญs (siglo XIII), que alaba a Dios en la fraternidad del sol, la tierra, el agua, las flores y los frutos, como si ya estuviera en el segundo Paraรญso. Y en la ciencia ficciรณn del franciscano Roger Bacon (tambiรฉn del siglo XIII): “Es posible construir vehรญculos que se muevan con velocidad increรญble y sin ayuda de bestias. Es posible construir mรกquinas voladoras” (Roger Bacon’s letter concerning the marvelous power of art and of nature).

Para Leibniz, “hay un progreso perpetuo y libre del universo entero”, “que siempre estรก avanzando hacia mรกs”, sin alcanzar la perfecciรณn de Dios (The ultimate origin of things, 1697, www.earlymoderntexts.com). Para el paleontรณlogo jesuita Teilhard de Chardin, todo converge hacia mรกs: el cosmos, la evoluciรณn de las especies, la vida humana y la noรณsfera que recubre el planeta desde que aparece la cultura (El fenรณmeno humano, 1955).

El mito arcaico de la Creaciรณn desembocรณ en el mito moderno del Progreso. Con todos sus fetichismos, ha resultado fecundo. Cabe asumirlo todavรญa, con sentido crรญtico y sentido del humor. Es razonable suponer que el progreso existe. Que es un hecho anterior a la conciencia del progreso y a los ideales progresistas. Que el cambio, el tiempo y lo mejor existen. Que hay progreso gradual y tambiรฉn saltos de progreso. Que el paso de la nada a la energรญa, la materia, la vida, la inteligencia y el lenguaje son grandes saltos cualitativos de una realidad que mejora. Que el progreso milenario (con titubeos, altibajos y hasta retrocesos) ha tenido rumbo (visto retrospectivamente), y deberรญa tenerlo (prospectivamente), aunque es difรญcil definir un rumbo deseable, y mรกs aรบn lograrlo.

No es verdad que todo tiempo pasado fue mejor. Ni que todo lo mรกs reciente es mejor. Ni que el futuro serรก siempre mejor. Pero cabe desearlo, y trabajar porque asรญ sea, con optimismo razonable. ~

 

(Letras Libres, julio 2013)

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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