El 29 de junio del aรฑo 2009 Cristina Fernรกndez de Kirchner tuvo que dar un discurso difรญcil: acababa de sufrir su primera derrota electoral. Su partido, el Frente para la Victoria, habรญa perdido la hegemonรญa en el Congreso Nacional y ese retroceso estaba siendo entendido como el fin de una fiesta; como el cierre de un ciclo optimista que habรญa comenzado en 2003, con la asunciรณn de Nรฉstor Kirchner.
Aquel dรญa, en la Sala de Prensa de la Casa de Gobierno, la presidente lucรญa como tantas otras veces: vestรญa un traje entallado, tenรญa el cabello suelto y cobrizo, llevaba un maquillaje espeso y estaba acompaรฑada por una tropa de funcionarios que aplaudรญa sus palabras con euforia.
Pero lo curioso no fue eso –que ocurrรญa siempre– sino lo que dijo en el discurso. Cristina Fernรกndez sorprendiรณ. A lo largo de una hora y media, y con los resultados de la elecciรณn en la mano (que incluรญan un fracaso notable en Santa Cruz, la provincia patagรณnica de la que es oriundo el matrimonio Kirchner), la presidente asegurรณ que no habรญa sufrido una derrota y que –puntualmente– la elecciรณn en Santa Cruz la llenaba de orgullo.
–Lo importante es que en El Calafate, mi lugar en el mundo, sacamos el sesenta por ciento de los votos –dijo.
El Calafate era el pueblo santacruceรฑo de dieciocho mil habitantes donde los Kirchner tenรญan, entre tantas cosas, su casa de descanso. Y era tambiรฉn el lugar donde un aรฑo despuรฉs morirรญa sorpresivamente Nรฉstor Kirchner. Pero en ese entonces –29 de junio de 2009– nadie estaba demasiado al tanto del lugar que ocupaba El Calafate dentro del universo personal y simbรณlico del matrimonio presidencial. Los Kirchner habรญan crecido polรญticamente en Rรญo Gallegos, la capital de la provincia de Santa Cruz –plena Patagonia argentina–, y habรญan empezado a merodear el pueblo hacรญa menos de una dรฉcada, desde que Nรฉstor asumiera la presidencia de la Naciรณn.
El Calafate, por lo tanto, era visto como un lugar de recreo eventual. O al menos eso se pensaba hasta junio de 2009, cuando Cristina nombrรณ al pueblo como parte de un ardid polรญtico –con la intenciรณn de minimizar la derrota en Santa Cruz y en muchas otras provincias– y, quizรก sin saberlo, le dio por primera vez a la villa la entidad que verdaderamente tiene: El Calafate es, en efecto, el lugar en el mundo de Cristina. El territorio que, al igual que una caricatura, explica de un modo exagerado y brutal la identidad del kirchnerismo: una fuerza polรญtica que despertรณ en Argentina los mismos fervores y rechazos que el peronismo y que reciรฉn ahora –en la segunda mitad del aรฑo 2013– empieza a mostrar, luego de diez aรฑos de euforia, su ocaso.
Escribo este texto cinco dรญas despuรฉs de las elecciones primarias del mes de agosto –consideradas un adelanto de lo que vaya a ocurrir en las legislativas de octubre– y luego de que el oficialismo fuera ampliamente derrotado en los principales distritos del paรญs y en los bastiones que histรณricamente le eran afines. Frente a este escenario, algunos pocos funcionarios admiten haber hecho la peor elecciรณn de la dรฉcada, y otros –la mayorรญa– sostienen que todo es cuestiรณn de puntos de vista. En este segundo grupo estรก Cristina Kirchner, quien eligiรณ destacar que el kirchnerismo, a diferencia de otros aรฑos, ganรณ en la Antรกrtida. “Estuve en una reuniรณn con el ministro de Defensa y me dice: ‘Cristina, ganamos en la Antรกrtida’ –dijo la presidente en su primer discurso tras la derrota en las primarias–. ¿Ustedes se acuerdan de que en cada elecciรณn el primer resultado que pasaban era el de la Antรกrtida, porque siempre perdรญamos nosotros en la Antรกrtida? Ayer me enterรฉ por primera vez que habรญamos ganado en la Antรกrtida. No lo habรญan pasado en ninguna parte, increรญble.”
Luego se sabrรญa que en la Antรกrtida votaron solo tres personas, una cifra que despertรณ infinidad de humoradas y que hizo pensar que todo habrรญa sido mรกs fรกcil si la presidente hubiera hablado, una vez mรกs, de El Calafate. Ahรญ, a contrapelo del resto del paรญs –y de la misma provincia de Santa Cruz– el kirchnerismo obtuvo casi el sesenta por ciento de los votos.
–Lo de “lugar en el mundo” debe ser porque lavan toda la plata acรก –bromeรณ unos meses atrรกs Susana Toledo, segunda generaciรณn de pobladores de El Calafate y una de las pocas personas que se atreven a criticar pรบblicamente a los Kirchner.
Conocรญ a Toledo en noviembre de 2012, cuando viajรฉ al pueblo. El aviรณn que me llevรณ hasta allรญ estaba lleno porque El Calafate, aunque es una localidad muy chica, es uno de los centros turรญsticos mรกs importantes de la Patagonia. La cercanรญa al glaciar Perito Moreno, sumada a una sobreoferta de hoteles –muchos de ellos vinculados con la actividad privada del matrimonio Kirchner primero y de Cristina despuรฉs–, hace de El Calafate una villa ambiciosa. En la comarca hay dinero, aun cuando esa solvencia –cuando estuve allรญ– no se hacรญa evidente desde la distancia. En el aviรณn, y en la combi que me trasladรณ del aeropuerto al hotel, solo se veรญa el signo estรฉril de la Patagonia: una geografรญa esteparia y ventosa, matizada por las cumbres nevadas de la precordillera de los Andes y por el brillo turquesa del lago Argentino, un descomunal espejo de agua que conecta con el Parque Nacional Los Glaciares, donde estรก el Perito Moreno.
El paisaje no es el รบnico factor que transformรณ a El Calafate en un pueblo prรณspero. Para muchos el mayor incentivo en la zona no lo dio la geografรญa sino la decisiรณn polรญtica. En el aรฑo 2000, cuando Nรฉstor Kirchner aรบn era gobernador de Santa Cruz, se inaugurรณ un aeropuerto local. Y de ahรญ en adelante la villa estallรณ. En solo diez aรฑos trepรณ la cantidad de habitantes (eran tres mil y ahora son dieciocho mil), se disparรณ el turismo (pasaron de setenta mil a trescientos mil visitantes anuales), y hubo un boom inmobiliario que trajo dinero y preguntas al pueblo. Hoy El Calafate es un caserรญo chico sometido a un crecimiento imperfecto: no hay escuelas suficientes, no hay planificaciรณn urbana y no hay una red de gas y drenaje que abastezca a todos los habitantes. Pero sรญ hay una serie de terrenos, negocios y hoteles de lujo que –de forma directa o indirecta– estรกn relacionados con el poder presidencial.
–Todos los hoteles tienen, como mucho, un treinta por ciento de ocupaciรณn anual –me habรญa dicho antes de viajar รlvaro de Lamadrid, un abogado y excandidato a intendente en El Calafate que viviรณ casi veinte aรฑos en la villa y que les abriรณ una causa penal a cincuenta funcionarios oficialistas, entre ellos Nรฉstor Kirchner. La hotelerรญa es un negocio perfecto para lavar dinero. Andรก a cualquier hotel y vas a ver que estรก vacรญo.
Ya habรญa estado yo en Los Sauces en septiembre de 2011. Domingo, la revista de viajes del diario chileno El Mercurio, me habรญa pedido que contara cรณmo era “el hotel de los Kirchner” –el รบnico negocio privado que, en ese entonces, era reconocido pรบblicamente como parte del patrimonio presidencial– y fui a pasar allรญ un fin de semana. El hotel, que lindaba con la casa de descanso de Cristina, tenรญa una ambientaciรณn propia de las estancias de principios de siglo y tenรญa tambiรฉn un historial polรฉmico: se sabรญa que todos los muebles de Los Sauces habรญan sido llevados desde Buenos Aires en el Tango 01, el aviรณn oficial, mantenido con dineros pรบblicos.
Sin embargo no es eso –la infinidad de rumores que circulaban y circulan en torno al hotel– lo que mรกs recuerdo de Los Sauces. De aquel viaje prevalece una sensaciรณn que a la vez era una certeza: en todo el hotel –emplazado en un terreno de cuatro hectรกreas– yo estaba sola.
Pensรฉ en ese dato despuรฉs de aquel viaje –y antes de encontrarme con De Lamadrid–, cuando fue divulgada la entonces รบltima declaraciรณn jurada de Cristina, que incluyรณ todos los bienes del matrimonio Kirchner (despuรฉs, por la muerte de Nรฉstor, esto serรญa repartido con los hijos). En esa fecha, agosto de 2011, ella justificรณ la multiplicaciรณn de sus ingresos (que se incrementaron mรกs de diez veces en ocho aรฑos y llegaron a 70.5 millones de pesos, cerca de 23.5 millones de dรณlares al cambio de entonces) alegando los abundantes beneficios econรณmicos que obtenรญa con Los Sauces.
Pero eso no tranquilizรณ a buena parte de la opiniรณn pรบblica. Tanto es asรญ que un aรฑo y medio despuรฉs –en enero de 2013– el actor Ricardo Darรญn cuestionarรญa el patrimonio K durante una entrevista y obtendrรญa lo que ningรบn periodista habรญa logrado en los รบltimos tiempos: un pronunciamiento de Cristina acerca de su patrimonio. “No ha habido funcionarios pรบblicos mรกs denunciados penalmente e investigados por la justicia argentina en materia de enriquecimiento que quien fuera mi esposo y compaรฑero de toda la vida (Nรฉstor Kirchner) y quien le escribe –dijo la presidente en una carta difundida a travรฉs de su perfil en Facebook–. No solo se investigรณ a fondo [el patrimonio] sino que tambiรฉn se designรณ al cuerpo de peritos de la Corte Suprema de la Naciรณn para que realizara pericias contables, que duraron meses, y concluyeron que no se habรญa cometido ningรบn acto ilรญcito, lo que obligรณ al juez a desestimar las denuncias.”
La economรญa de Los Sauces, de acuerdo con los peritajes contables que ordenรณ realizar la Corte Suprema de la Naciรณn en 2009, estรก dentro de la ley. Segรบn la declaraciรณn jurada, el hotel entero habรญa sido alquilado a una familia de apellido Relats –dueรฑa de hoteles en Buenos Aires y Bariloche–, que le pagaba a la presidente un promedio de 157 mil dรณlares mensuales en 2006 y 2007 por explotar el lugar. A juzgar por la ocupaciรณn del hotel habรญa solo dos opciones: o los Relats estaban empecinados en fundirse o estaban ganando dinero de otro modo. La Justicia se quedรณ con la primera opciรณn y las tres causas por enriquecimiento ilรญcito fueron cerradas en tiempo rรฉcord.
–Los hoteles son el sรญmbolo del modo de construcciรณn de poder kirchnerista –dirรญa, dรญas despuรฉs de mi llegada al pueblo en 2012, Roberto Novelle, comerciante y expresidente de la Cรกmara de Comercio de El Calafate–. Fijate solo en Los Sauces. Los Relats no son una familia cualquiera: ademรกs de los hoteles tienen una constructora que desde hace aรฑos viene ganando buena parte de las licitaciones de obras pรบblicas en el norte argentino, bajo rumores de sobreprecios y licitaciones arregladas. En paralelo, ellos les ponen doscientos mil dรณlares por mes a los Kirchner porque esa es una forma de lavar dinero dentro de la ley.
Asรญ me lo explicarรญa Novelle en ese viaje. Y dirรญa tambiรฉn otras cosas. Y muchas otras personas dirรญan tambiรฉn otras cosas, y lo que quedarรญa claro, en algรบn momento, serรญa lo siguiente: estar en El Calafate implicaba someterse a un nivel de radiaciรณn informativa que –si no se filtraba a tiempo– podรญa ser desquiciante. El pueblo era una fรกbrica de apellidos, denuncias y datos que eran arrojados sin el respaldo de un nombre. Pocos querรญan hablar del kirchnerismo en voz alta; pocos querรญan poner la firma sobre las palabras dichas. En el lugar, y esto lo sabrรญa pronto, solo se manifestaban dando nombre y apellido las personas que tenรญan un partido polรญtico que les cubriera la espalda. En sรญntesis, รบnicamente hablaban los afiliados de la Uniรณn Cรญvica Radical (UCR): un partido que histรณricamente disputรณ el poder al peronismo, pero que en los รบltimos aรฑos se encuentra debilitado y sin lรญderes.
La UCR de El Calafate tiene ciento cuarenta miembros, de los cuales asisten a las reuniones militantes menos de diez. Un lunes por la tarde, durante mi estadรญa, ese pequeรฑo grupo se reuniรณ en una estancia modesta. Habรญa algunos retratos de dirigentes del radicalismo histรณrico (Ricardo Balbรญn, Arturo Illia, Raรบl Alfonsรญn), una bandera argentina arrumbada en un rincรณn, un calentador de agua, un anaquel con estantes vacรญos y cuatro personas en torno de una mesa en la que se apoyaban un mate y una bolsa con galletas. Eran Susana Toledo, excandidata a concejal por El Calafate; Pilar Duhalde, estudiante e hija de Susana; Gustavo Badano, docente; y Daniel, comerciante. Daniel no querรญa decir su apellido.
–Con todo respeto, ¿vos quiรฉn sos? –preguntรณ.
Le expliquรฉ.
Daniel era gordo, llevaba lentes pequeรฑos y tenรญa una barba larga y desteรฑida como un cabello de anciano. Se la tocaba con fruiciรณn, como si en los pelos estuviera el hilo de algรบn pensamiento.
–No puedo dar mi apellido porque estoy haciendo una investigaciรณn secreta –dijo y mordiรณ un bizcocho. La palabra “secreta” estaba llena de migas de pan.
Todos rieron, pero luego dijeron que Daniel hablaba en serio.
Ser militante radical en El Calafate –advirtieron– era complicado: se vivรญa bajo la obligaciรณn moral de denunciar las irregularidades del pueblo, pero se carecรญa del soporte de un partido con poder real. La UCR no tenรญa peso polรญtico en la villa porque no habรญa logrado meter un solo concejal en la รบltima elecciรณn. Todos los concejales eran kirchneristas, entre otras cosas porque en Santa Cruz –por lo tanto, tambiรฉn en El Calafate– existe la Ley de Lemas: un mecanismo electoral que admite que cada partido presente mรกs de un candidato, con la tranquilidad de que, terminado el sufragio, ganarรก el partido que, sumando los votos de todos los postulantes, haya sacado mรกs puntos. Este sistema permitiรณ al oficialismo –con mรกs estructura para promover a sus figuras– arrasar en todas las elecciones. Y logrรณ que hacer polรญtica por afuera del paraguas del kirchnerismo sea difรญcil.
–Ellos tienen todo el poder polรญtico, econรณmico y de la justicia, o sea que si querรฉs hacer una denuncia no conseguรญs los papeles, si querรฉs hacer una investigaciรณn no tenรฉs informaciรณn pรบblica en toda la provincia… Entonces hay que ser muy cauto. Cualquier cosa que digas te puede complicar la vida –dijo Daniel.
–¿Complicar en quรฉ sentido?
–Si tenรฉs que hacer un trรกmite personal en la municipalidad, no sale. Son cositas. Pero esas cositas te van volviendo loco.
Todos asentรญan con la cabeza, fumaban y suspiraban como si eso fuera un grupo de apoyo a los sobrevivientes de algo. De todas las formas de disciplinamiento, explicaron que la mรกs usual –y mรกs efectiva– se relacionaba con la entrega, o no, de terrenos fiscales. En El Calafate la รบnica manera de tener una casa propia a un precio razonable consiste en comprarle una parcela al Estado. Para eso es necesario hacer varios trรกmites y, como รบltimo paso, terminar hablando en persona con el intendente, que es quien decide de modo personalizado si entrega o no el lote.
Desde diciembre de 2007 el intendente de El Calafate se llama Javier Belloni. El hombre llegรณ a su cargo envuelto en una polรฉmica –tiene una causa abierta por asesinato–, pero en lo que se refiere a “tierras” es bastante prolijo y, segรบn dicen, entrega parcelas de un modo mรกs reflexivo que el intendente anterior, Nรฉstor Mรฉndez –un funcionario que se hizo cรฉlebre por la frase “yo te voy a dar un terrenito” y que llegรณ a las primeras planas nacionales cuando firmรณ un decreto de traspaso de tierras fiscales a funcionarios kirchneristas a un precio vil.
Mรฉndez estรก acusado ante la justicia de los delitos de abuso de autoridad, violaciรณn de los deberes de funcionario pรบblico, trรกfico de influencias, defraudaciรณn agravada y negocios incompatibles con el ejercicio de funciรณn pรบblica. Pero nada hasta el momento le ha hecho mella. Hoy percibe una jubilaciรณn como legislador (fue diputado provincial por el kirchnerismo hasta 2011) y camina alegremente por el pueblo, aun cuando su nombre subyace abiertamente detrรกs de varios escรกndalos, entre ellos el de Cencosud: una de las mรกs notorias maniobras irregulares que se le encontraron a Nรฉstor Kirchner.
El “escรกndalo de Cencosud” consiste en la entrega a Nรฉstor –por decreto del entonces intendente Mรฉndez– de dos hectรกreas fiscales en el codiciado barrio de Aeropuerto Viejo. Nรฉstor comprรณ ese terreno mientras era presidente, a un valor que entonces equivalรญa a cincuenta mil dรณlares. Y despuรฉs se lo vendiรณ al grupo chileno Cencosud a un monto que multiplicaba por cincuenta el precio original: 2 millones 400 mil dรณlares.
Esta maniobra fue denunciada por el periodista Hรฉctor Barabino y retomada por รlvaro de Lamadrid, quien reuniรณ informaciรณn suficiente para abrir una causa penal a Nรฉstor Kirchner por “trรกfico de influencias”. Por esto, y por otras cosas, De Lamadrid tuvo que abandonar el pueblo.
…
Me reunรญ con รlvaro de Lamadrid antes de viajar a El Calafate. De Lamadrid era un hombre alto, enรฉrgico y de rostro fresco, que vestรญa un sobrio traje azul marino y hablaba de un modo incontinente. El encuentro fue en la ciudad de Buenos Aires. Apenas nos cruzamos, De Lamadrid me entregรณ un libro escrito por รฉl. Se llamaba El pingรผino emperador. 20 aรฑos de poder bruto y tenรญa en la tapa una serigrafรญa de Nรฉstor, a quien todos daban el apodo de “pingรผino”. No me sorprendiรณ tanto el gesto como mi reacciรณn: me preocupรณ ser vista con el libro en la mano.
Una vez sentados en un bar, De Lamadrid se pasรณ las dos horas de charla citando su libro: doscientas cincuenta pรกginas que luego tendrรญa que leer de a poco para no colapsar psรญquicamente. De Lamadrid llevรณ a la justicia, y presenta tambiรฉn en el libro, datos que permitirรญan revisar parcialmente el origen y los alcances de la fortuna presidencial. A grandes rasgos la historia serรญa asรญ: el matrimonio Kirchner empezรณ a frecuentar El Calafate los fines de semana a principios de 2003, y –al ver las posibilidades econรณmicas del pueblo– pronto comenzรณ a incurrir en lo que De Lamadrid llama “el apoderamiento de lo pรบblico”. Es decir: de la mano del intendente Mรฉndez y su cรฉlebre frase “te regalo un terrenito”, se pusieron a comprar tierras sin filtro.
De todos esos episodios, el que tuvo mรกs resonancia fue el de la venta del llamado “terreno de Cencosud”, que le permitiรณ a Nรฉstor ganar dos millones de dรณlares con apenas un pase de manos. Enterado de esta maniobra, De Lamadrid juntรณ pruebas e hizo una denuncia con la que se abriรณ una causa penal por “trรกfico de influencias” contra cincuenta personas, entre ellas el matrimonio Kirchner. La sorpresa fue que la causa, al ser por tierras municipales, cayรณ en la fiscalรญa de El Calafate y desde entonces es investigada por la fiscal Natalia Mercado: sobrina de Nรฉstor Kirchner, hija de Alicia Kirchner –ministra de Desarrollo Social de Argentina– y uno de los nombres incluidos en la denuncia penal.
Es decir que Mercado tiene que investigarse a sรญ misma. Hasta ahora no ha encontrado nada sospechoso.
–La corrupciรณn del kirchnerismo en El Calafate es casi pornogrรกfica. Compran las tierras ahรญ porque asรญ se aseguran de que, por un tema de jurisdicciรณn, cualquier denuncia va a caer en la fiscalรญa de la familia. Hoy hay toda una industria de tierras y hotelera que estรก en manos de testaferros. No se trata de gente que creciรณ al calor de un gobierno afรญn: se trata de empleados prestanombres puestos a ejecutar negocios en beneficio de la corona. En El Calafate es sabido que esos hoteles estรกn mayormente vacรญos. Son usados para dar veracidad a la declaraciรณn jurada que no pueden explicar.
De Lamadrid hablaba a los gritos y yo tenรญa pรกnico. Tomรฉ mi gaseosa mirando la mesa mientras el hombre soltaba sus datos de un modo exaltado y extraรฑamente jovial. De Lamadrid parecรญa contento, o mejor dicho: libre de todo temor. La situaciรณn era incรณmoda. Por decir este tipo de cosas –y hacerlo durante y despuรฉs de su campaรฑa a intendente– De Lamadrid la habรญa pasado mal. Le habรญan roto los vidrios de su casa, le habรญan pintado las paredes con leyendas como “viva Perรณn” y “vivan los K”, y le habรญan hecho varias amenazas por telรฉfono.
Por eso en abril de 2009 De Lamadrid abandonรณ El Calafate. Lo hizo por temor, pero tambiรฉn porque ya no tenรญa trabajo: a nadie se le ocurrรญa solucionar un problema en los tribunales de Santa Cruz teniendo a De Lamadrid como patrocinante.
…
El Calafate es chico; es posible verlo por completo desde la cima de un cerro. El pueblo es un derrame de casas de colores distribuidas de un modo anรกrquico y flanqueadas, cada tanto, por sauces y รกlamos que se sacuden con los espasmos del viento. Al atardecer, en el centro, los turistas suelen pasear por la avenida Libertador –la calle principal– luego de haber hecho la excursiรณn del dรญa. Las opciones en El Calafate son tres: caminar por el glaciar, viajar en lancha entre los glaciares o ir a alguna estancia a comer un cordero patagรณnico y ver la esquila de una oveja.
Comparado con Buenos Aires, sin embargo, El Calafate es un lugar de inmensa placidez. La gente camina despreocupada y leve, y mira todo –los negocios, los รกrboles, las mesas de los bares– como si fueran cรณdigos escritos en un idioma sin importancia. Observรฉ parte del pueblo desde la mesa de un bar cuando estuve de viaje. El bar se llamaba Casablanca; era uno de los cafรฉs tradicionales de la villa y un espacio que –a diferencia de la mayorรญa de los negocios del centro– existรญa desde los tiempos en los que El Calafate era un reducto de calles de tierra. El dueรฑo del lugar –por el que ha pasado todo el nรบcleo kirchnerista– se llamaba Rodolfo Novelle y un dรญa de noviembre tomรณ asiento frente a mรญ.
Novelle era alto, vestรญa de negro absoluto y tenรญa un cabello blanco y peinado hacia atrรกs que le daba al rostro un aire cinematogrรกfico. Se reclinรณ, bajรณ la voz, mirรณ por la ventana.
–¿Viste el auto que estรก afuera? El Audi, digo: es de Gutiรฉrrez. Tiene dos Audi y un Porsche que valdrรก trescientos mil dรณlares.
Fabiรกn Gutiรฉrrez es el ex secretario privado de Cristina Fernรกndez, procesado por enriquecimiento ilรญcito y absuelto en tiempo rรฉcord. El caso de Gutiรฉrrez es paradigmรกtico. Llegรณ a Buenos Aires acompaรฑando a Nรฉstor Kirchner en el aรฑo 2003 con un patrimonio declarado de 58,636 pesos argentinos (hoy, unos once mil dรณlares) y un Chevrolet Tigra. Pero, en su caso, parece que la utopรญa provinciana de triunfar en Buenos Aires se cumpliรณ. Para 2010 Gutiรฉrrez tenรญa reconocidos cuatro terrenos en Santa Cruz, dos departamentos en Capital Federal, una casa en El Chaltรฉn (un pueblo turรญstico de la Patagonia), una chacra y ahorros en efectivo por 204,276 pesos (51 mil dรณlares segรบn el cambio de ese aรฑo). Sobre uno de esos lotes construyรณ la casa que inaugurรณ en 2010 y que las inmobiliarias locales hoy tasan en tres millones de dรณlares. El lugar –ubicado en las afueras de El Calafate– es una mansiรณn con vista al lago y con cรกmaras de seguridad por todas partes.
En cualquier caso, Gutiรฉrrez fue sobreseรญdo de todo. Un trabajo realizado por el cuerpo de peritos contadores de la Corte Suprema de Justicia dijo que no hubo irregularidades en el notable incremento patrimonial, por lo que Gutiรฉrrez –desde entonces– anda tranquilo por la calle.
Kirchner tambiรฉn paseaba, pero a pie. Y, a diferencia de Cristina, รฉl lo hacรญa casi siempre sin sรฉquito, una costumbre que en el pueblo le valiรณ la fama de lรญder prosaico, casi horizontal. En la villa todos tienen su “momento con Nรฉstor”: el dรญa en que se lo cruzaron caminando a la vera del lago, la vez que lo vieron en el centro o en la costanera, la maรฑana en que se escapรณ de un acto y se metiรณ en un negocio a pedir un vaso de agua. Lo curioso es que, a pesar de ese carisma, el dรญa de su muerte –ocurrida el 27 de octubre de 2010 en El Calafate– no hubo en el pueblo una conmociรณn vecinal.
–Fue traumรกtico –recordรณ Novelle–. Pero, digamos, no hubo una manifestaciรณn espontรกnea como cuando muriรณ Lady Di… Acรก, en Santa Cruz, a pesar de todo lo que ellos estรกn poniendo empieza a haber una insinuaciรณn de resistencia.
La resistencia tiene dos explicaciones. Por un lado, el sector hotelero tradicional de El Calafate estรก sintiendo cierta asfixia: la sobreoferta de hoteles –alentada por los negocios del kirchnerismo– bajรณ los precios de las camas y sumiรณ al rubro en una deflaciรณn que ya provocรณ el cierre de dos hoteles chicos. Por otro lado estรก la sorpresiva resistencia que estรก dando el propio gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, un funcionario ultrakirchnerista que a fines de 2012 se dio vuelta y empezรณ a enfrentarse a Cristina por primera vez en veinte aรฑos. Desde entonces el gobierno nacional no solo retirรณ el apoyo a Santa Cruz, sino que la estรก ahogando. No le envรญa dinero y esa escasez produce un malestar que la poblaciรณn ya no identifica tanto con Peralta como con la presidente.
Eso estรก teniendo consecuencias. El pasado 16 de noviembre Cristina viajรณ al pueblo para inaugurar un Museo del Juguete y tambiรฉn un centro cultural, pero fue muy poca gente a verla. Para asegurar la concurrencia al acto el municipio habรญa decretado asueto en todas las dependencias pรบblicas –incluidas las escuelas–, pero a pesar de eso solo fueron al evento unas doscientas cincuenta personas. De ellas, ademรกs, se estimรณ que doscientas eran funcionarios pรบblicos traรญdos de otras localidades.
Algunos dรญas antes de ver a Novelle, en el comitรฉ radical todos habรญan dicho que la falta de gente habรญa enfurecido de tal modo a Cristina que una vez terminado el acto habรญan “rodado cabezas”. Daniel –el gordo, el incรณgnito– habรญa ampliado el concepto:
–Cristina tiene ataques de furia: no disimula y echa al que haga falta; asรญ que habrรกn volado dos punteros polรญticos. En cambio Nรฉstor era distinto. รl no confrontaba: รฉl te daba el beso de la muerte.
Daniel hizo un silencio teatral. Y prosiguiรณ.
–Si vos discutรญas con รฉl, Nรฉstor te decรญa “me parece bien que hayamos podido discutir en democracia con un compaรฑero como vos” y entonces te daba el abrazo y te besaba. A partir de ahรญ quedabas defenestrado porque ya todos sabรญan que tenรญan que cortarte las manos. Yo lo vi en un acto, con mis propios ojos: Nรฉstor discutรญa con un intendente hasta que le dio un abrazo, lo besรณ y subiรณ al palco. Al rato empezaron a subir todos los intendentes, pero a este no lo dejaron subir. Lo vi a ese intendente: lloraba. El padrino le habรญa sacado la bendiciรณn.
…
La lealtad es la piedra fundamental del peronismo. Tanto es asรญ que el dรญa militante por excelencia –el 17 de octubre– se llama “Dรญa de la Lealtad”. La fecha conmemora una gran movilizaciรณn obrera y sindical que se hizo en 1945 y que exigรญa la liberaciรณn del entonces coronel Juan Domingo Perรณn. El apoyo popular tenรญa sus razones: desde la Secretarรญa de Trabajo y Previsiรณn Social –creada y dirigida por รฉl durante un gobierno militar–, Perรณn habรญa promovido los derechos de los trabajadores, y eso habรญa generado una gratitud sin precedentes. Por eso, cuando Perรณn fue apresado –como resultado de una puja entre sectores conservadores y tendencias mรกs populares– una gran cantidad de trabajadores sindicalizados ocupรณ el centro de la ciudad, especialmente la Plaza de Mayo, logrando finalmente la libertad de Perรณn. Al aรฑo siguiente Perรณn serรญa elegido presidente de la naciรณn.
Desde entonces, el Dรญa de la Lealtad es entendido como el dรญa del nacimiento del peronismo. Y es tambiรฉn el momento en el que se planta un vรฉrtice, un modo de entender el ejercicio polรญtico: la lealtad debe tener una compensaciรณn. Y la traiciรณn tiene sus consecuencias.
Un dรญa, en la recepciรณn del hotel donde me alojaba, un empleado del รกrea de turismo actualizรณ el dogma peronista, y dijo:
–Yo vivo acรก y ahora me saliรณ un crรฉdito del Anses (Administraciรณn Nacional de la Seguridad Social) y no puedo exponerme a que me lea alguien y diga “este tipo quรฉ onda”. Si hablo mal entro en riesgo. Es difรญcil que encuentres gente que quiere hablar dando su nombre.
Era miรฉrcoles 28 de noviembre y ese dรญa solo se hablaba de Daniel Peralta, el gobernador de Santa Cruz, quien acababa de decir cosas impensadas hasta hace un tiempo. Habรญa hablado contra la Ley de Lemas (que permite a los kirchneristas mantenerse en el poder en Santa Cruz), habรญa dicho que no participarรญa en ningรบn acto oficial donde Cristina estuviera presente, habรญa dicho que la naciรณn estaba ahogando a la provincia de Santa Cruz, habรญa dicho que La Cรกmpora –la juventud kirchnerista– estaba “jugando con la paz social” y habรญa acusado al gobierno nacional de trabar dos leyes de impuesto a la renta petrolera que, de haber sido aprobadas, le habrรญan permitido a Santa Cruz ganar cuarenta millones de pesos y oxigenar sus cuentas.
Todo eso era cierto, de no ser por lo otro: Peralta habรญa sido invariablemente kirchnerista durante muchos aรฑos.
–Llegaste al Calafate en un momento novedoso e imprevisible; estamos teniendo un poskirchnerismo sรบbito –dijo Hรฉctor Barabino luego de ponerme al tanto de las รบltimas noticias, y sorbiรณ un cafรฉ. Barabino era un periodista de Rรญo Gallegos reconocido por sus pares, e incluso por el gobierno, por ser el que hizo las mayores denuncias contra el accionar corrupto en la provincia. Habรญa sido corresponsal del diario Crรญtica de la Argentina, trabajaba en un canal de televisiรณn de Rรญo Gallegos y era el responsable de la investigaciรณn que luego habรญa sido retomada por รlvaro de Lamadrid.
Barabino me explicรณ quiรฉn era –y es– el gobernador Peralta y por quรฉ su resistencia tenรญa semejante valor simbรณlico. Peralta, dijo, habรญa sido un hombre fiel al kirchnerismo que durante dรฉcadas habรญa hecho con eficacia lo que sus jefes pedรญan. En 1992, Peralta habรญa ayudado a Nรฉstor Kirchner –entonces gobernador de Santa Cruz– a privatizar el Banco de Santa Cruz sin que hubiera problemas gremiales severos (Peralta en ese entonces era presidente de la comisiรณn de gremiales del banco). En 2004 Peralta habรญa apoyado a Kirchner –ya presidente– cuando se incendiรณ una mina de carbรณn en Rรญo Turbio (Santa Cruz) y murieron catorce mineros (Peralta habรญa aceptado ser el interventor de la mina). En 2007 Peralta habรญa vuelto a prestar sus servicios cuando Santa Cruz entrรณ en llamas por problemas con el gremio docente y con los empleados estatales. Y en 2010, de cara a las elecciones provinciales de 2011, Kirchner habรญa querido poner de candidato otra vez a Peralta y el hombre habรญa obedecido sin prever lo que vendrรญa despuรฉs: si bien la lista electoral estaba encabezada por Peralta, tanto Kirchner como La Cรกmpora habรญan puesto al resto de los candidatos y no habรญan dejado que Peralta metiera a nadie de su cรญrculo cercano.
Como –contra todo pronรณstico– el servilismo de Peralta no era infinito, ahรญ empezรณ a erosionarse la relaciรณn entre el hombre y el gobierno nacional. Fue en ese contexto que Peralta, a fines de 2012, se proclamรณ completamente en contra de Cristina Fernรกndez y protagonizรณ un hecho histรณrico dentro del kirchnerismo: el de la deslealtad.
–¿Fue dignidad?
–No sรฉ si fue dignidad –dijo Barabino–. El tipo se dio cuenta de esto: La Cรกmpora fuera de la ciudad de Buenos Aires no existe, Nรฉstor estรก muerto y Cristina estรก mal. Entonces habrรก dicho “¿sabรฉs quรฉ? Hago lo que quiero”. Ahora vos lo ves oponiรฉndose a la Ley de Lemas, a la reelecciรณn indefinida… parece que le hubieran hecho una lobotomรญa.
Aunque Barabino vivรญa en Rรญo Gallegos, habรญa tenido la gentileza de viajar a El Calafate con el fin de hacerme lo que รฉl llamaba “el corruptour”: un paseo por los mayores hitos de corrupciรณn del pueblo. Lo empezamos luego de terminar el cafรฉ.
El primer lugar al que nos dirigimos fue la costanera Nรฉstor Kirchner: una obra pรบblica que se habรญa hecho bordeando la Bahรญa Redonda –de cara al lago Argentino– y que pasaba a pocos metros del hotel Los Sauces. La obra –que le habรญa costado al Estado 36 millones de dรณlares y habรญa sido llevada a cabo por Austral Construcciones, la empresa de Lรกzaro Bรกez, una compaรฑรญa encargada de buena parte de la obra pรบblica en Santa Cruz, y famosa por ganar buena parte de las licitaciones de la provincia (Austral Construcciones hizo caminos, escuelas, barrios y hasta el Mausoleo de Nรฉstor Kirchner, aunque sus obras cumbre no son provinciales: en mayo de 2010 ganรณ una licitaciรณn para construir un hospital en Venezuela por 82 millones de dรณlares y en septiembre de 2012 –junto a la compaรฑรญa china Sinohydro, la mayor hidroelรฉctrica del mundo– se presentรณ a una licitaciรณn para la construcciรณn de dos represas en Santa Cruz por un valor de 21,600 millones de dรณlares).
Fue Austral Construcciones, en cualquier caso, la empresa que trazรณ la costanera que permitรญa llegar desde Los Sauces hasta Punta Soberana: un terreno donde no habรญa nada, salvo por algunos lotes atribuidos a funcionarios kirchneristas.
–Esta obra multimillonaria es apenas un vaso comunicante entre las propiedades que los Kirchner tienen lejos del centro –dijo Barabino y siguiรณ conduciendo. La costanera estaba vacรญa; suele estarlo. La gente no camina por el lugar porque en invierno hace frรญo y en verano hay demasiado viento.
Luego fuimos al barrio Aeropuerto Viejo y a lo que Barabino llamaba “el mayor emblema de corrupciรณn de El Calafate”. Se trataba del terreno vendido a Cencosud: un parche de tierra infรฉrtil donde podรญa verse un cartel con la leyenda “Prรณximamente Easy”.
Barabino bajรณ del auto y tomรณ fotos del cartel: hasta hacรญa pocos dรญas se habรญa creรญdo que Cencosud (la empresa chilena) finalmente no harรญa su hipermercado Easy en el terreno de Aeropuerto Viejo para no quedar asociada a un escรกndalo polรญtico. Pero, a juzgar por el cartel, habรญan cambiado de opiniรณn. Hรฉctor tomรณ fotos como quien juntaba evidencia. Alrededor nuestro no habรญa nada, o casi nada: solo unas casas a la distancia y una hosterรญa de cara a una avenida desierta. Esa calle muy ancha era la vรญa de entrada a El Calafate. Y era tambiรฉn algo mรกs.
En la dรฉcada de 1990 el intendente Mรฉndez, avalado por Kirchner desde Rรญo Gallegos, habรญa decidido hacer allรญ un aeropuerto. Construyeron, pues, una pista de aterrizaje que costรณ siete millones de dรณlares, con el detalle de que la hicieron mal. Una vez que se terminรณ la obra los ingenieros vieron que la pista estaba demasiado cerca de los cerros y que un aviรณn tendrรญa que hacer milagros para no estrellarse. Abortaron entonces el proyecto, el aeropuerto fue llevado a otra parte –a veinte kilรณmetros del pueblo– y lo que quedรณ es el terreno de Kirchner y esa descomunal avenida.
–La pista –dijo Barabino–. Estรกs parada en la pista.
Mirรฉ bajo mis pies con estupor. Despuรฉs levantรฉ la vista. A lo lejos podรญa verse una construcciรณn grande y escalonada, conocida como “el shopping de Lรกzaro Bรกez”. Fuimos hacia allรก. Se trataba de un edificio de seis pisos que nunca habรญa abierto sus puertas y que visto de cerca –con tanto vidrio ahumado– parecรญa una casa de servicios fรบnebres o un casino. Frente al shopping habรญa una avenida amplia, de doble sentido y –a diferencia del resto de las calles del barrio– perfectamente asfaltada.
Cuando el diario La Naciรณn le preguntรณ a Nรฉstor Mรฉndez en 2008 cรณmo explicaba ese tendido selectivo del asfalto, Mรฉndez respondiรณ lo siguiente: “Obviamente que Lรกzaro Bรกez se asfaltรณ las calles, si la empresa constructora es suya. Yo, si quiero y tengo la plata, me hago la vereda de mi casa, la pago yo y se terminรณ.” Pero aรฑos despuรฉs, cuando el periodista Jorge Lanata ampliรณ la pregunta y lo interrogรณ sobre la entrega de terrenos valiosos por decreto, Mรฉndez cambiรณ el tono y dio una respuesta inaudita, en el contexto de una entrevista antolรณgica: “Yo te aclaro esto, Jorge, porque vos no podรฉs opinar de mรญ, yo no puedo opinar de vos… te aclaro que yo escuchรฉ muchas veces decir a gente que sos homosexual y no puedo decir que sos homosexual porque no te conozco.”
Barabino –quien tambiรฉn habรญa estado en esa entrevista– recordรณ la charla entre risas ahogadas. Mรฉndez, dijo Barabino mientras conducรญa, siempre habรญa sido un hombre sin formaciรณn polรญtica: habรญa empezado en El Calafate manejando una ambulancia y las vueltas de la vida lo habรญan llevado a la funciรณn pรบblica. Lo mismo habรญa sucedido con otros personajes del kirchnerismo: gente sin tradiciรณn partidaria, pero leal, ambiciosa y fรกcil de controlar.
–Bueno, te cansaste –dijo finalmente Barabino; llevรกbamos casi una hora de recorrido y habรญamos pasado por hoteles, casas particulares, campos–. Entonces te llevo al lugar donde va a estar mi mansiรณn.
Barabino sonriรณ: tenรญa ansiedad en los ojos. Algunos aรฑos atrรกs, รฉl y su mujer habรญan hecho cuentas y habรญan visto que no les alcanzaba el dinero para comprar una casa en Rรญo Gallegos, pero sรญ acรก. Entonces buscaron y consiguieron un terreno, lo compraron a un vendedor particular por diecisiete mil dรณlares –a devolver en cuotas– y desde entonces proyectaban hacer ahรญ, en algรบn futuro, una casa prefabricada de fibra de vidrio, chapa y madera.
–Es acรก –dijo Barabino con el pecho inflado mientras descendรญa del auto. El lugar llevaba el signo de la Patagonia esforzada: todo alrededor era piedra, viento y promesas: algรบn dรญa llegarรญa la red de gas; algรบn dรญa habrรญa cloacas.
–Compramos el lote porque tenรญamos amigos en el terreno de al lado y porque al no ser tierra fiscal no tenรญamos que esperar eternamente a que nos haga el favor el municipio –dijo y mirรณ la bahรญa: se veรญa el lago azul, las montaรฑas, los hilos finos del deshielo. A Barabino, como a todos en El Calafate, se le volaban los pelos.
–Quรฉ bonito estรก esto –dijo en el medio del aire.
Esa vez era cierto. ~
(Buenos Aires, 1976) es editora de la revista Orsai. Ha publicado los libros de no ficciรณn, Los imprudentes y Los otros, y sus crรณnicas aparecen en varias antologรญas del gรฉnero.