“El seco”, español a secas

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Una de mis grandes pasiones (entre las lícitas) son los diccionarios.

Es uno de mis recuerdos más inolvidables: el primer diccionario que he tenido en las manos en mi vida, siendo yo muy niño pero ya aficionado a los libros. Era uno de la lengua española, en formato octavo, grueso para el tamaño, como los enanos de los teatros de varietés o las corridas bufas: el Alemany. Y asimismo rememoro de una manera nítida, imborrable, que al abrirlo, la primera palabra que apareció ante mis ojos fue una por completo desconocida: “excusabaraja”. Ella es, por así decirlo, mi grito de “¡Tierra!” ante el continente del idioma.

(Esa palabra, luego, sólo me la he encontrado escrita dos veces en mi vida. Una en El sí de las niñas, de Moratín, y otra en algún texto de Camilo José Cela. Aunque oralmente sí que la alcancé a oír varias veces, cuando mi abuela Remedios [una extremeña irrepetible, tan sabia en bruto como su paisano frexnense Arias Montano en lo pulido] empezó a quejarse, siendo yo ya estudiante universitario, de que algún pillo le había robado su excusabaraja. Que no es otra cosa que lo que hoy, en español del xxi, describiríamos como “cesta cuadrangular de mimbre, con tapa, para el picnic”, y por cierto que todavía figura en el diccionario de la rae, pero con una ortografía distinta: “escusabaraja”.)

Todo esto viene a cuento porque hace poco un buen amigo, profesor emérito de un alma mater estadounidense, se mudó de casa, a una bastante más pequeña que la anterior, viéndose en la ineludible y triste necesidad de deshacerse de muchos libros de su biblioteca. Me escribió al respecto para preguntarme que cuáles serían los diccionarios de los que yo prescindiría en una eventualidad semejante, arguyendo con un ejemplo concreto de uno de ellos, por un despiste garrafal que había detectado en él. Y no tuve más remedio que responderle lo que sigue:

“Querido Warren, por todos los dioses de todas las cosmogonías, arroja al fuego eterno cualquier libro… siempre que no sea un diccionario. Los diccionarios, hasta los malos, son sagrados. ¿Has olvidado lo de que no hay poeta malo sin un verso bueno? Con los diccionarios pasa lo mismo. Recuerdo, de la época en que no me cuidaba mucho de fichar estas bellezas (sencillamente sólo me reía a pleno pulmón con ellas), que en un diccionario, buscando una palabra, encontré otra, evidentemente de origen náhuatl, maya, inca, en fin, indoamericano… y que asimismo evidentemente se trataba del nombre de un pájaro, porque detrás de la palabra decía, nada más, y nada menos: ‘Ave de este nombre’. ¿No es algo tan digno de celebración como para organizar castillos de fuegos artificiales y danzas del condado de Aberdeen?”

En cuanto al diccionario Clave de Uso, por el que Warren me preguntaba, no podía aconsejarle porque no lo tengo ni lo conozco. Yo, el de Uso que poseo, es el último aparecido, el Seco, de 1999, y así llamado en honor de don Manuel Seco, de la Real Academia Española, su principal artífice y motor.

Y por cierto que me sorprende un poco o un mucho que don Manuel, en sus palabras introductorias al volumen, y a pesar del homenaje explícito que tributa “al genial Rufino José Cuervo” –así lo nombra en la quinta línea de su preámbulo, y es el primer nombre propio que cita en ese texto–, no dedica ni una sola línea a precisar el hecho de que su diccionario ignora desde el vamos la existencia de varios millones de personas que también tienen el español como idioma materno.

Es más: para no decir, ni siquiera dice que el genial Rufino José Cuervo era colombiano, con lo cual, teniendo en cuenta el nivel de cultura general que hoy se estila en España, ese genial Rufino José Cuervo de don Manuel Seco puede quedar en la mente del lector como un filólogo asturiano, andaluz o quién sabe si manchego. Es triste constatarlo porque “el Seco” es un gran diccionario, una obra magna, un hito en la lexicografía vernácula. Pero no es ni puede ser, ni más ni menos, que un español a secas. Limitado a la península.

“Y de él –continué explicándole a mi amigo– te extraigo la siguiente perla… Pero primero te explico que, como suele ser normal en los de Uso, aunque no sé si en el Clave, en el Seco cada acepción va seguida de una cita literaria o periodística que documenta eso, su uso aún activo entre los parlantes del idioma. Pues bien, en el Seco, diccionario limitado al castellano de los españoles, y buscando yo un día si ‘vereda’ se usa ya como sinónimo de ‘acera’ en el Reyno Desunido de la Exgran España, tropecé de repente con la palabra ‘verga’, de la que el Seco registraba dos acepciones, la sexológica y la náutica. Y en la primera, ‘miembro genital [de un mamífero]’, la cita documentaria provenía de un libro de cuentos del malogrado Francisco García Pavón, y decía lo que sigue, que es cosa de mucha enjundia: ‘Morenos encadenados, que, cuando los sacaban a cubierta, gustaban de darse baños de sol en la verga’”.

“La imagen que se me representó era idílica, arcádica, irrepetible: hasta ahora, leyendo el texto de García Pavón, hubiésemos pensado que esos esclavos que los barcos negreros transportaban del golfo de Guinea a las costas de América para ser vendidos en los mercados de Cartagena de Indias, de Kingston, de La Habana… esos esclavos, digo, cuando los sacaban a cubierta para que no se ahogasen entre los miasmas del sollado, se tendían a tomar el sol en aquellas perchas móviles a las que se fijan las velas y que los marinos llaman vergas. Mas no: gracias al Seco, ahora sabemos que cuidábanse muy mucho de no mostrarle a Febo nada más que el preciado adminículo con el que se pone a cantar a la soprano, quién sabe si estimando que el resto del cuerpo ya lo tenían bronceado de suyo”.

(Sin querer, y de la manera más políticamente incorrecta del mundo, me vino a la memoria el título de una ópera de Juan Crisóstomo Arriaga: Los esclavos sibaritas.)

“¿Te imaginas, querido Warren”, así terminé mi carta, “qué Delikatesse erótica para nuestros yuppies de hoy en día, ir al solario y en él quedarse vestidos, excepto por el hecho de abrirse la bragueta para que se broncee su miembro viril? Quelle chose exquise!” ~

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