Cuando a Getsemaní llegó la gente armada para aprehender a Jesús, todos sus discípulos, todavía pestañeando de sueño pues se habían dormido cansados de velar por la seguridad del Maestro, emprendieron la acaso no muy valiente pero sí necesaria fuga. Y sólo fue capturado cierto mozalbete ensabanado que los acompañaba y que finalmente se desasió del captor y “dejando caer la sábana, huyó desnudo”.
Aunque se ignora el nombre de ese mozalbete, algunos escoliastas del Nuevo Testamento suponen que era un muchacho llamado Johannan, el cual, después, y con el nombre de Marcos, asistiría a San Pablo en sus viajes proselitistas, le escucharía la historia de Jesús y escribiría su evangelio en lengua griega jaspeada de voces latinas.
El más breve, el más intenso y quizá el primero de los evangelios, el de San Marcos, es (según puede leérsele en la buena prosa española de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera) uno de los grandes reportajes de la historia: el relato se mueve con un estilo veloz y directo que, descartando detalles de la infancia del Mesías, lo toma desde el comienzo de su carrera pública y narra, casi periodísticamente, su muerte, su resurrección y su ascenso al cielo del Padre.
¿Lo escribió, con prosa desnuda, el acaso más justificado de los strippers que en el mundo han sido?
Marcos el evangelista (Angelo Bronzino)
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.