El túnel sirio

Un análisis profundo de la situación política en Siria a partir de las impresiones del viaje reciente a Damasco.
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Siria está en un túnel y la luz no se ve ni al principio ni al final. El régimen no detendrá su represión: se juega el futuro. Según Naciones Unidas, en Siria han muerto casi tres mil personas. Por muchas reformas o cesiones políticas que el régimen proponga, nadie cree que sean sinceras. El único modo de hacer que Siria vuelva a una cierta calma es acabar con la revuelta por la fuerza. Hace más de seis meses que lo intentan sin éxito.

La oposición tampoco dejará de salir a la calle. En las últimas semanas las manifestaciones parecen más pequeñas o esporádicas: los muertos, detenidos y el miedo hacen mella en la moral. Pero no han parado de protestar. Todos los activistas con los que hablé en Damasco coincidían: "Si paramos ahora, estamos todos muertos". Hay muchos vídeos de manifestaciones, pero ahora las fuerzas de seguridad no tienen tiempo de revisarlos. Si la presión popular cede lo harán y podrán identificar a la mayoría. Irían a por ellos, uno a uno.

Ni el régimen ni la oposición van a frenar. En mis días en Siria, la pregunta que ningún activista sabía cómo responder era: “¿Cómo puede acabar esto?” Los simpatizantes del régimen creían que la revuelta ya había acabado. Hablaban de pequeños problemas, de bandas armadas, de apoyo extranjero. Repetían la versión del gobierno. Pero la inmensa mayoría de sirios –más o menos a favor de la revuelta– sabían que su país está en un largo e imparable conflicto.

“Solo quiero pensar en hoy”, me decía un activista, “no podemos pensar más allá”. Igual que la increíble violencia del poder sirio no ha logrado acabar con la revuelta, tampoco parece que nuevas protestas logren derrocarlo. ¿Qué puede ocurrir? Hay tres elementos que, combinados o no, pueden definir el final de la crisis: las armas, la economía y la presión internacional.

 

Los desertores son pocos

En Túnez y Egipto el ejército optó por ponerse de lado de la revuelta. En Libia y Yemen hubo deserciones, pero no bastaron para hacer caer el régimen. En Siria ocurre lo mismo.  Como la mayor parte del gobierno, muchos de los oficiales del ejército sirio son alauíes –que son minoría en Siria. Es difícil que deserten, pero la mayoría de soldados –excepto algunas divisiones especiales– son suníes. Ahí es por dónde pueden llegar los abandonos.

Según algunas cuentas, habrían desertado cientos de soldados. El militar de rango más alto que abandonó el ejército, el coronel Riad Asaad, dice que son unos diez mil. Entre esas dos cifras estará la verdad, que es insuficiente. Asaad está en Turquía, pero la mayoría de los soldados desertores están alrededor de Homs, la tercera ciudad siria. El régimen concentra allí su represión militar. Está por ver si las deserciones crecen o se extienden a otras partes del país.

La solución militar sería buena para el régimen y mala para la revuelta. El gobierno de Asad tiene a su disposición brigadas fiables y armas sofisticadas. Además, Irán y otros países garantizan el suministro. Los soldados rebeldes tienen a duras penas fusiles para todos. Deben limitarse a objetivos concretos. Si sus acciones crecen, el gobierno tendrá la excusa perfecta para acabar a sangre y fuego con la revuelta. Si en Siria hubiera una guerra civil real, ganaría el régimen.

 

El dinero extranjero

Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto sanciones a Siria. El 95 por ciento del petróleo sirio iba a Europa. Ahora intentan venderlo a otros países, incluso con un descuento, pero por ahora no dan con compradores.

Por la revuelta, Siria no recibe turismo desde hace meses, otra fuente de divisas. Ante el temor a quedarse sin reservas extranjeras, el gobierno prohibió las importaciones de la mayoría de bienes de consumo. Hace una semana se echó atrás: la inflación crecía, algunas elites que apoyan al régimen no podían encontrar todo lo que querían y el contrabando se disparó. 

El Fondo Monetario Internacional prevé que la economía siria se reduzca un 2 por ciento este año. En abril, preveían un crecimiento del 3 en 2011 y del 5,1 por ciento en 2012. Un funcionario americano dijo ayer al New York Times: "Todos esperamos lo que resquebraje al gobierno. Será la economía la que despertará a todos, tanto a los que le apoyan como a Asad y  su círculo". Los problemas económicos graves no son inminentes, pero pueden hacerse notar en los próximos seis meses. Hoy es la mayor esperanza de la revuelta. Si Asad no es capaz de asegurar lo básico, más gente puede volverse en su contra.

 

Los otros países solo miran

Turquía debe anunciar pronto sus sanciones contra Siria. Comparten casi mil kilómetros de frontera. Su papel puede ser tan importante como el europeo o el americano. Pero más allá de sanciones, reuniones con el nuevo Consejo Nacional Sirio opositor y palabras de apoyo, desde el extranjero llegará poca ayuda más. Una intervención militar como la libia está hoy descartada. La esperanza en Siria seguirá sin ver luces al final del túnel aún por un tiempo.

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(Barcelona, 1976) es periodista, licenciado en filología italiana. Su libro más reciente es 'Cómo escribir claro' (2011).


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