En la serie Better Call Saul[1] el protagonista, James"Jimmy" Morgan McGill (en la primera temporada de la serie todavía no adopta el que será su alias profesional: Saul Goodman), tiene un hermano (Chuck) abogado brillante que vive recluido –sin electricidad, ni aparatos electrónicos– en su propia casa, porque está convencido de que padece de hipersensibilidad electromagnética.
El personaje, envuelto en una manta de papel aluminio para evitar que las ondas electromagnéticas de baja y alta frecuencia afecten su cuerpo, me recordaba a mi abuela y lo tirante de nuestra relación cuando, a principios de los noventa, llegó a nuestra casa el primer horno de microondas. “El aparato generador de tumores o yo”, fueron sus palabras de bienvenida. Al final, se acordó que los días que ella pasara de visita en casa el horno podría usarse, pero nadie tenía permitido estar a menos de un metro de distancia mientras funcionaba, y después de que la campanilla de finalización sonara, habría que dejar pasar un minuto (cronometrado) para poder sacar lo que fuera que hubiéramos calentado. Un total despropósito.
A la distancia los temores de mi abuela suenan completamente infundados, pero lo cierto es que la histeria electromagnética fue un fenómeno tan difundido que en 1996 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó el Proyecto Internacional sobre Campos Electromagnéticos o Proyecto Internacional CEM, que años después concluyó lo siguiente:
En los últimos 30 años, se han publicado aproximadamente 25,000 artículos sobre los efectos biológicos y aplicaciones médicas de la radiación no ionizante. A pesar de que algunas personas piensan que se necesitan más investigaciones, los conocimientos científicos en este campo son ahora más amplios que los correspondientes a la mayoría de los productos químicos. Basándose en una revisión profunda de las publicaciones científicas, la OMS concluyó que los resultados existentes no confirman que la exposición a campos electromagnéticos de baja intensidad produzca ninguna consecuencia para la salud.
De ahí la sorpresa de que, pese a la evidencia científica, el mes pasado los eurodiputados Estefanía Torres Martínez y Pablo Iglesias no hayan dudado en preguntar (con solicitud de respuesta escrita) a la Comisión del Parlamento Europeo cuándo se van a reconocer los derechos básicos de las personas electrosensibles.
La pregunta completa dice así:
Asunto: Reconocimiento integral de la electrohipersensibilidad (EHS) en Europa
El pasado 24 de junio se celebró un año más el Día Internacional contra la Contaminación Electromagnética. En este sentido, tanto el Parlamento Europeo (en 2008 y 2009), como otros estamentos —la Agencia Europea del Medio Ambiente (desde 2007 hasta la actualidad) o la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (en 2015)— han elaborado sucesivas resoluciones.
Sin embargo, los lobbies han boicoteado en el Comité Económico y Social Europeo (CESE) un dictamen proteccionista en defensa de la salud que incluía reivindicaciones y llamadas de alerta recogidas en las resoluciones referidas con anterioridad y el reconocimiento básico de los derechos de las personas electrosensibles. Esto está actualmente siendo investigado a través de la defensora del Pueblo por si se estuviera produciendo un conflicto de intereses. Asimismo, los comités científicos, como el CCRSERI, tienen una evidente falta de independencia y neutralidad.
¿Va la Comisión a tomar medidas para solucionar dicho boicot, así como para solucionar la desprotección y vulnerabilidad infantil ante el despliegue de tecnologías inalámbricas en el ámbito educativo?
Tras leer la seria y calculada moción de estos eurodiputados tuve un momento de debilidad: ¿Y si mi abuela tenía razón? Por suerte, antes de entrar en pánico, internet me arrojó algunas soluciones formidables para lidiar con la electrosensibilidad:
Caminar descalzo, sobre césped o arena, sirve para descargar a tierra el electro estrés (voltaje corporal). El pasear por la orilla del mar es esencial para limpiar y descargar la gran carga eléctrica y magnética que se acumula en nuestro cuerpo después de tantas horas de exposición a campos electromagnéticos.
Los alimentos contaminados, amalgamas dentales, las tuberías de las cuales bebemos agua diariamente o en la ducha, transportan metales pesados que se van acumulando en nuestro organismo y lo hace más sensible a las radiaciones electromagnéticas. Para limpiar nuestro organismo de estos productos tóxicos va muy bien el alga chlorella, el ajo y el cilantro.
¡Benditos remedios new age!
[1] Spin-off de Breaking Bad y que a manera deprecuela se enfoca en los años mozos del abogado y consejero criminal de Walter White and Jesse Pinkman,)
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.