Elizondo: una remembranza S.nob

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Una joven editora, con la que tuve la desgracia de trabajar durante algún tiempo, se quejó una vez de un texto en el que la palabra snob aparecía dos veces en ocho párrafos. “Es un término muy solemne para usarse con tanta frecuencia”, declaró la chica desde lo alto de las cimas de su sabiduría —que eran, hay que aceptarlo, más bien simas.

La verdad es que snob no es una palabra tan seria. Fue, dígase en su descargo, el nombre de la menos soporífera publicación en la historia de las revistas culturales mexicanas: esa especie de coctel de mala leche y bellas artes llamado S.nob.

En 2006, hace ya casi dos años, murió su fundador, Salvador Elizondo, quien además de estilista fundamental en la literatura mexicana fue uno de los personajes menos adocenados de nuestra intelectualidad. S.nob, pese a su vida efímera o quizá precisamente por ella, funcionó a la perfección como un escupitajo contra el tedio cultural de los años sesenta, dominados por el discurso ultranacionalista y el más huero panfletarismo político.

Elizondo integró el equipo de dirección y edición con Juan García Ponce y Emilio García Riera. El productor de cine Gustavo Alatriste sufragó algunos de los gastos de imprenta. Jorge Ibargüengoitia, Tomás Segovia, Álvaro Mutis, José de la Colina, José Luis Cuevas, Alejandro Jodorowski y Leonora Carrington fungieron como núcleo de los colaboradores. Nótese que tal nómina incluía futuros premios Cervantes, Rulfo, Casa de las Américas y otro largo etcétera de galardones. Un dream team de la época.

En S.nob era posible encontrar sesudos ensayos sobre el incesto y el consumo de estiércol, junto a reseñas de los inconvenientes de la licantropía o recomendaciones de Ibargüengoitia para no dar limosna a los mendigos (decirles, por ejemplo: “Vaya usted a la Cruz Roja, que allí todo lo regalan”). También había reportajes gráficos con divas ligeras de ropa (“Lo malo es que salían muy oscuros y en lugar de mostrar mujeres desnudas mostraban puras sombras y parecían más artísticos de lo que eran”, se lamentó Elizondo alguna vez) y no faltaban edificantes relatos de la pintora Carrington, como aquel del niñito que orinaba desde un balcón a los transeúntes.

La editorial Aldus publicó recientemente una versión facsimilar de la revista en un solo volumen. No hay manera más grata de conocer o reencontrarse con Elizondo, y el resto de su peculiar acompañamiento de genios, que obtenerlo y leerlo. Con la debida reverencia por su irreverencia, claro.

– Antonio Ortuño

+ posts


    ×  

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: