Antonio Tabucchi ha sido uno de los grandes regalos de mi exilio. Yo habรญa perdido muchos amigos en los mรกs de veinte aรฑos transcurridos desde que habรญa abandonado la Rumania comunista, amigos destruidos por la muerte o amistades venidas a menos a causa de incomprensiones y malentendidos –o del sentimiento, demasiado humano, de la envidia–, y no imaginaba que el destino pudiese ofrecerme todavรญa esa magnรญfica sorpresa. Cuando lo invitรฉ a Bard en 2002, como huรฉsped ilustre e interlocutor del curso “Maestros contemporรกneos”, no estaba preparado para gozar de nuevo de esa inestimable riqueza que creรญa irrecuperable, cuya importancia siempre habรญa exaltado y cuya progresiva y drรกstica reducciรณn cada vez me resultaba mรกs difรญcil soportar.
A pesar de la timidez frente a lo desconocido, el impulso afectivo entre nosotros surgiรณ casi de inmediato. En las horas de clase y en muchas horas posteriores me sedujeron su docta bohemia libresca, su altruismo y su ardor participativo, la rapidez de sus asociaciones mentales y su sensibilidad siempre viva, y su amabilidad y su humor, a los que servรญan de contrapunto las fases solitarias, despuรฉs de las cuales la impetuosidad pretendรญa ejercer de nuevo sus derechos de soberanรญa, acentuando la necesidad de diรกlogo y amistad.
Los estudiantes estadounidenses se sintieron atraรญdos por la aventura codificada que ofrecรญa la lectura de sus textos, por los reveladores significados que requerรญan y merecรญan ser descubiertos pรกgina tras pรกgina. La insinuaciรณn final en la novela La lรญnea del horizonte de que la muerte de Carlo-Carlito puede ser un suicidio implica tambiรฉn al narrador, y desplaza la dimensiรณn narrativa en una especie de inversiรณn trascendental, en la cual ni Carlo permanece definitivamente muerto ni Spino absolutamente vivo. La historia de la alienaciรณn y regeneraciรณn del protagonista de Sostiene Pereira es el complicado relato de su relaciรณn con la verdad exterior e interior, en la situaciรณn concreta de una dictadura taimada y perversa, mientras que la deconstrucciรณn perfectamente modulada desde la zona de protecciรณn que se construye y mantiene con meticulosidad hasta la inevitable explosiรณn de la evasiรณn al final revela, mediante una irรณnica estrategia del detalle contrapuntรญstico, la potencialidad aรบn no manifestada de su coraje y sacrificio.
Estas incursiones en el universo de la creaciรณn de Antonio demostraron ser aรบn mรกs poderosas cuando la clase llegรณ a Rรฉquiem, inspirado por y dedicado a Fernando Pessoa, quien tuvo en Antonio un lector privilegiado y un intรฉrprete, traductor y promotor insuperable. La narraciรณn se convierte en una incursiรณn espiritual mรกs allรก de la supremacรญa de la muerte; el alucinante hallazgo entre las sombras de los desaparecidos intensifica la expresividad literaria, en el territorio de lo que es oscuro y difรญcilmente visible, regalo de la mirada indagadora que penetra y traspasa el inconsciente somnoliento y onรญrico. De la naturaleza y de lo inesperado de la mirada, de su camino hacia el otro y mรกs allรก del otro, hacia el mรกs allรก de la realidad y de la irrealidad inmediata, trataba tambiรฉn en su magistral lectura de Las meninas, el famoso cuadro de Velรกzquez.
El tiempo que Zรฉ y Antonio pasaron en Bard, y sobre todo en nuestra casa, en 2002 y de nuevo en 2007, fue para nosotros cuatro un estรญmulo generoso al diรกlogo y a la solidaridad espiritual, un tiempo feliz, de intensa fraternidad.
Rastros emocionantes de este primer encuentro fascinante y decisivo se encuentran tambiรฉn en el capรญtulo “Autopsia”, del libro Autobiografรญas ajenas, publicado en espaรฑol por Anagrama en 2006.
Naturalmente, mantuvimos el contacto, nos volvimos a ver en Florencia y Siena, en Parรญs y Lisboa, y viajamos juntos por Rumania, de Bucarest a Suceava y desde allรญ a Sighet, a Sibiu, por el valle del Olt y a Curtea de Argeศ, y en cada de uno de estos lugares la memoria se recargรณ de la exuberancia de la comuniรณn de ideas y afectos. Tenรญamos la intenciรณn de escribir juntos un libro sobre la visita a Rumania, en el cual debรญamos evocar tambiรฉn el modo en el que se habรญan desarrollado, en lugares y circunstancias diversas, la niรฑez y la juventud y gran parte de la madurez de cada uno de nosotros, en una Europa salida de la pesadilla nazi, รกvida de regeneraciรณn y presa de todo tipo de ilusiones: en el Occidente animado por las posibilidades de prosperidad y los ideales de progreso y en el Este rรญgido debido al dogma del humanismo devenido retรณrica de la dictadura.
Continuamos esbozando y discutiendo este proyecto, la รบltima vez el aรฑo pasado, en el breve encuentro de una noche en Roma, cuando Antonio me comunicรณ que habรญa encontrado la soluciรณn y que en nuestro futuro encuentro parisino en el otoรฑo de 2012 se habrรญa concretado, con certeza, el diรกlogo que habรญamos comenzado en el autobรบs que atravesaba Rumania. Yo tenรญa alguna duda sobre mi vitalidad, ninguna sobre su longevidad. La enfermedad imprevista, del verano pasado, tuvo todas las seรฑales traidoras de un inicio banal para amplificarse y agravarse poco a poco en morbosa fatalidad. Ya le habรญa anunciado a Zรฉ que planeaba una visita a Lisboa para mediados de mayo cuando me llegรณ el proyectil fulminante de la noticia de su muerte.
Tras los instantes de perplejidad y de parรกlisis, me ha vuelto a la mente, en una serie incoherente, la secuencia de nuestros encuentros. Las noches y los paseos en Bard, el debate en la Universidad de Siena, su esplรฉndido texto sobre mi Hรบligan, el monasterio de Dragomirna, la noche de Pascua, cuando seguรญamos, juntos y conmocionados, a los jรณvenes con velas y los cantos rituales, las conversaciones sobre Pessoa, sobre la izquierda actual, sobre los talibanes, sobre los niรฑos africanos o sobre los procesos a Berlusconi, la tensiรณn con la que examinaba en el Museo a las Vรญctimas del Comunismo de Sighet las fotografรญas de los torturados campesinos rumanos, la ansiedad compartida por el relato del encuentro poscomunista entre Bรฉla Kirรกly, comandante de las fuerzas rebeldes hรบngaras en 1956, y el general soviรฉtico que lo habรญa condenado a muerte, y finalmente, el trovador llevado por Antonio a la cena ofrecida por la editorial Seuil para celebrar el premio Mรฉdicis que yo habรญa ganado. Estรกbamos ya todos a la mesa, preocupados por su retraso, cuando apareciรณ acompaรฑado de un mendigo, un viejo acordeonista rumano del que ya me habรญa hablado y que habรญa buscado por todas las calles donde creรญa que encontraba refugio, para personalizar, esta vez, el homenaje nacional a la fiesta del escritor rumano. Era el รบnico representante de la patria en el homenaje y escuchรฉ, fascinado y nostรกlgico, las canciones populares que conocรญa y amaba cuando vivรญa “por alpestre pendiente declive, verde umbral del elรญseo” donde nacรญ, como dice la canciรณn popular. Antonio habรญa encontrado, tambiรฉn esta vez, la respuesta burlesca en la que se escondรญa la gravedad de una relaciรณn humana esencial.
Asรญ fue nuestra amistad: esencial. Resonancia profunda, confrontaciรณn y complementariedad de biografรญas y visiones, diรกlogo entre soledades, certeza indestructible de la solidaridad.
No lloro solo la muerte de un escritor con una vibraciรณn inconfundible, animado por el nervio trรกgico y la felicidad de la risa, de un espรญritu agudo e inquieto, apasionado y lรบcido, atento a la comedia de la existencia, obsesionado con los grandes interrogantes de la conciencia, de un hombre valiente y generoso, sino la de un amigo insustituible. Su desapariciรณn imprevista ha convertido el mundo en un lugar mรกs pequeรฑo y ha acrecentado las tinieblas, pero su recuerdo protegerรก la vejez del errante con el que se hermanรณ. ~
Traducciรณn de Marta Valdivieso
(Bucovina, Rumania, 1936) es escritor. En 2005, Tusquets publicรณ la traducciรณn de una de sus obras mรกs cรฉlebres, 'El regreso del hรบligan'.