Es comprensible la reticencia de las autoridades gubernamentales, y a veces de las universitarias, a emplear la fuerza legal para recuperar instalaciones privatizadas por los activistas polรญticos. Osar la recuperaciรณn de instalaciones supone inquietar fantasmas: la instantรกnea etiquetaciรณn de “represor” y la inevitable analogรญa con Dรญaz Ordaz. El peso mitolรณgico de Tlatelolco aporta a los activistas una impunidad de facto que los convierte –a ellos, apasionados abogados de la igualdad– en ciudadanos extraordinarios.
Es lamentable el empleo de las universidades y las escuelas normales como sedes de teatralizaciones justicieras en las que ese fuero (en realidad una patente de corso) demuestra su poderรญo. Un puรฑado de activistas cualquiera tiene el poder para expropiar propiedad pรบblica, malbaratar escasos presupuestos, afectar la vida de miles de personas y, claro, degradar la idea misma de la universidad ante la sociedad. (En el caso de las Normales se agregan el robo, el secuestro y aun el asesinato.)
La facilidad para cerrar instituciones se basa de este modo no sรณlo en su vulnerabilidad –toda vez que las instituciones carecen, por su propia naturaleza, de una fuerza equiparable que oponer a la de los activistas– sino en los precedentes que convirtieron la prudencia y la mesura en acicates para convertir las invasiones en impune “uso y costumbre”.
Colgado de los hilos de ideรณlogos invariablemente ocultos, el piquete de rudos se enseรฑorea de los edificios y arma una satisfactoria fantasรญa, un pequeรฑo carnaval “libertario”. Puede ser muy formativo: con laudable sinceridad, en un video
un estudiante de ciencias polรญticas de la UACM, apoderado de uno de los planteles, dice (minuto 3:17) que “lo tomo como una parte prรกctica de mi formaciรณn profesional porque aprendes cรณmo se hacen mesas de debate, asambleas”. (Es en serio.) Cualquier compaรฑero empoderado de un edificio se convierte, en el teatro de sus sueรฑos, en un pequeรฑo Fidel que reina en una Sierra Maestra de pupitres rotos y fotocopiadoras desvencijadas.
Es contradictorio que una universidad o una normal deban coexistir con quienes monopolizan una fuerza capaz de expulsar a quienes les venga en gana: los otros. Fue el caso de “El Gato” y “El Mosh” en la UNAM durante la macrohuelga; o el de los paradigmรกticos Falcรณn y Castro Bustos en 1972. Quizรกs haya quien recuerde cรณmo este dรบo dinรกmico –que exigรญa el ingreso automรกtico de los normalistas a la UNAM– se apropiรณ de la rectorรญa por sus (literalmente) pistolas. El rector Gonzรกlez Casanova pedรญa que actuara el poder judicial pero, como a la vez se oponรญa a que ingresase a la Ciudad Universitaria, los activistas se divirtieron bastante durante un mes, practicando la nataciรณn y pintando murales estrepitosos. Por resistirse a poner a la Universidad en un conflicto con “el poder”, se propiciaron conflictos no menos atroces, violencia y muerte. La parejita de activistas se fue, pero vino el turno de los sindicalistas, que tambiรฉn tomaron edificios. Larga historia. El rector acabรณ por renunciar. Tomar edificios para tumbar rectores sentรณ precedente.
Ahora bien, oponerse al uso de la fuerza es encomiable, aun a la “violencia legal” que monopoliza el Estado. Pero no puede alguien ocupar un puesto en el que el empleo legal de la fuerza forma parte de sus responsabilidades, y aun su obligaciรณn, si estรก en juego la seguridad de terceros y los bienes encomendados a su autoridad: por eso es su representante legal. Tampoco puede obviarla la autoridad civil con la excusa de la autonomรญa, y menos cuando el cuerpo del delito se mide en hectรกreas.
Ebrard y Mancera estรกn, sin duda, en un difรญcil predicamento.
Alguna vez narrรฉ que cuando la ultraizquierda “tomรณ” el Instituto de Estudios Sociales (la Escuela de Frankfort), su director, Theodor W. Adorno, juzgรณ que lo hicieron con el รกnimo de provocar el ingreso de la policรญa, aullar “¡represiรณn!”, lograr solidaridad y ampliar su plan polรญtico. “Invocar el derecho a la discusiรณn para, precisamente, hacerla imposible” era la estrategia. Una estrategia que “tiene el riesgo de que el movimiento estudiantil se transforme en fascismo”. Adorno tuvo que escoger entre dos clases de fantasmas: el represor y el que lo convoca.
Adorno decidiรณ que el sentido de una escuela radica en que estรฉ abierta. Llamรณ a la policรญa.
Alcance: Este comentario apareciรณ en El Universal el martes 13. Ese dรญa se iniciรณ una nueva mesa de diรกlogo entre “los compaรฑeros paristas”, autoridades y funcionarios del D.F. La discusiรณn durรณ 10 horas, pero no se logrรณ un consenso sobre cรณmo proceder. La UACM cumplirรก pronto 80 dรญas cerrada.
Volviรณ a salir el tema de si la rectora tiene tรญtulo. (Hasta ahora nadie ha puesto en duda la existencia del CINVESTAV, ni del SNI, ni de Europa.)
La presidenta de la Comisiรณn de Educaciรณn de la Asamblea del DF, diputada Yuriri Ayala, propuso a la rectora Orozco presentar su renuncia. La diputada Yuriri, dice Reforma el jueves 15, es alumna de la UACM desde 2003. Ha cursado en once aรฑos el 20.2 % de su carrera (comunicaciรณn). Tiene aprobados 77 crรฉditos de los 380 necesarios. Su desempeรฑo acadรฉmico es de 1.07 sobre 10.
La Dip. Yuriri milita en el PRD desde niรฑa, y pertenece a la tribu que comanda el Lรญder Renรฉ Bejarano.
El Lic. Ebrard opinรณ que la salida de la rectora Orozco no resolverรญa el problema. El Lic. Mancera declarรณ que, cuando tome posesiรณn, “en caso de una afectaciรณn grave o urgente”, no dudarรญa en recuperar las instalaciones con la fuerza pรบblica.
El ex rector Pรฉrez Rocha, teรณrico del diseรฑo de la UACM y crรญtico acรฉrrimo de su sucesora, escribiรณ el jueves 15 en La Jornada, diario en el que es editorialista:
Opinadores de la prensa mercantil (sic) y de los medios de comunicaciรณn han aprovechado la campaรฑa de la rectora para decir cuanto quieren con falta total de รฉtica y ausencia del mรกs mรญnimo sentido de responsabilidad profesional. Incluso en el programa Primer Plano de Canal Once la doctora Marรญa Amparo Casar, sin aportar dato alguno, calificรณ a la UACM de “proyecto de partido”.
El conflicto de la UACM tiene otro saldo: una radiografรญa de los sectores y personas que han intervenido en รฉl con sus opiniones y dicterios.
No sobra recordar que, durante su rectorado, el Sr. Pรฉrez Rocha contratรณ con el diario no mercantil La Jornada la publicaciรณn de un suplemento que le costaba a la UACM 2 millones 784 mil pesos anuales. Ese contrato fue cancelado por la Dra. Orozco, cuando tomรณ posesiรณn de su cargo, por problemas presupuestales.
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.