La otra noche sucediรณ algo prodigioso. En realidad todo habรญa comenzado al anochecer, cuando Isabel Echarri me habรญa traรญdo con su voz, desde muy lejos, desde muy lejos, una resonancia de blancos y de azules infinitos. Algo germinaba en aquella voz distante que me llegaba desde detrรกs de la noche y del mar hasta Salamanca; algo que, luego, ya durmiendo, se me revelรณ en un sueรฑo. Se trataba, en realidad, de un doble sueรฑo; un sueรฑo que ponรญa de relieve dos realidades entre las cuales se ha suspendido la vida y la obra de Isabel Echarri: Formentera y Parรญs. Dos realidades que, durante aรฑos, tambiรฉn han sido referencia para mis sueรฑos y para mis versos. Soรฑรฉ que volvรญa a estar en aquel punto de una calle de Parรญs que desciende levemente desde el Panteรณn hasta los Jardines del Luxemburgo. Aquel punto en el que yo me encontraba parado, esperando. ยฟEsperando a quiรฉn? ยฟFue en el otoรฑo del aรฑo 1968 o en el otoรฑo del aรฑo 1998? No importa la fecha. Lo significativo es que yo soรฑaba en Salamanca que volvรญa a estar en aquel punto de una calle de Parรญs, que mi vida se habรญa vuelto a suspender en aquel lugar durante una espera infinita. Esperaba a una mujer. Pero ยฟcรณmo podรญa esperar a una mujer que, en aquel aรฑo de 1968 โยฟo fue en 1998?โ estaba lejos, muy lejos, en otro paรญs? ยฟCรณmo esperar lo inalcanzable, lo que no llegarรก nunca? Pero yo esperaba, esperaba, y necesitaba sacralizar aquellos instantes de espera escribiendo unos versos: Entre el Panteรณn (donde Rousseau reposa)/ y los jardines del Luxemburgo/ (donde en mi juventud tanto esperรฉ,/ tanto llorรฉ esperando de alegrรญa),/ esta noche de lluvia, treinta aรฑos despuรฉs,/ aรบn sigo esperando./ Sensaciรณn infinita en lo oscuro,/ de que estรกs junto a mรญ,/ y de que no estรกs… Porque resulta que mi vida, ya entonces, era una espera. La espera de una mujer, la espera de alguien. ยฟO la espera de algo? En realidad no estoy seguro de que yo esperase a alguien en aquel punto de la calle que desciende desde el Panteรณn hasta el Jardรญn del Luxemburgo. Porque, a veces, siento de golpe, de manera violenta, una sensaciรณn de hojas muertas; siento un acre aroma a hojas amarillas y rojas de otoรฑo que se corrompen en los jardines y en los cementerios de Parรญs. ยฟSon las hojas del cementerio del Pรจre Lachaise? ยฟSon las del Bois de Boulogne? ยฟO acaso las de las colinas de Chaumont, allรก por donde Parรญs empieza a dejar de ser Parรญs, pero en donde hay tambiรฉn hojas amarillas que mueren, y un templete en el que escribรญ versos, y por donde escuchรฉ la melopea de los cantos de una iglesia ortodoxa? Recuerdo que en esta iglesia habรญa fuego en su atmรณsfera. ยฟCรณmo describirlo? Era un fuego que me trasmitรญa un mensaje que estaba mรกs allรก de la luz gris de Parรญs y del aroma acre de las hojas muertas de sus jardines y de sus cementerios. ยฟEra el fuego de las velas o era el fuego de los cantos? ยฟNo serรญa acaso sรณlo el fuego que habรญa en mi interior, aquel fuego de una espera infinita que yo llevaba dentro de mรญ desde que nacรญ, y que, sobre todo, no podรญa apagar al salir de mi adolescencia, y que aรบn no he podido apagar? Mi vida era, en aquel Parรญs del otoรฑo de 1968, sรณlo una lรกmpara, sรณlo una vela, sรณlo la llama de la luz de aquella vela. ยฟO de aquel canto armonioso, que ardรญa y ardรญa, que propagaba armonรญa entre mis pestaรฑas y los iconos (tambiรฉn en llamas, tambiรฉn de fuego)? ยฟO era yo la llama? Pero he hablado de dos sueรฑos. He dicho que esta noche pasada tuve dos sueรฑos en Salamanca que me habรญan llegado despuรฉs de que, desde lejos, me hubiese, a su vez, llegado la palabra de Isabel Echarri; una palabra que habรญa ascendido desde el horizonte de luz blanca y azul de una isla hasta los pรกramos mรญsticos; estos pรกramos que quizรก estรฉ recorriendo ahora mismo (extraviado y, a la vez, bien seguro de su meta) Fernando Arrabal; esos pรกramos que forman un triรกngulo que tiene sus tres vรฉrtices en รvila, Salamanca y Medina del Campo; ese triรกngulo que tiene su centro en un lugarejo llamado Duruelo, epicentro en el que un dรญa se hizo sentir el volcรกn del amor, del Amor: el fuego, la llama de amor viva que ardรญa en el pecho de Juan y en el pecho de Teresa. Las llamas de dos vidas, de dos sueรฑos โcomo los de esta noche mรญa pasadaโ, que ardรญan y que arden aรบn y que arderรกn en una sola llama. Ayer, al anochecer, habรญa ascendido la voz de Isabel hasta estos pรกramos por los que podรญa andar dichosamente extraviado Fernando Arrabal, todos los seres humanos que Arrabal representa, y que no cesan de caminar, y que buscan, y que a veces hasta encuentran la gema oculta. O que, simplemente, esperan entre dos noches: arriba, la de los astros; abajo, la de la tierra. ยฟO es la de la mar? Habรญa ascendido la voz de Isabel Echarri desde la mar hasta la tierra, de la luz a la luz, de la luz fogosa y blanca de una isla, Formentera, a la luz fogosa y de oro de Salamanca, de las olas de allรญ a la piedra de aquรญ. Y ola y piedra ya sรณlo eran energรญa indestructible. Eran aroma y silencio, energรญa; eran fuego, eran llama, eran luz, eran amor universalizado; aquel mismo amor que nacรญa de la llama y del fuego del volcรกn que, allรก por el siglo XVI, habรญa estallado en un lugarejo llamado Duruelo. Ese que estรก en el centro del triรกngulo mรญstico. Pero, ยฟquรฉ habรญa sucedido en ese segundo sueรฑo que tuve la noche pasada? Yo estaba ahora en un alto acantilado de rocas sobre el que me asomaba al abismo de lo blanco y de lo azul: ese abismo que, al anochecer, me habรญa traรญdo la voz de Isabel. ยฟEra el acantilado de La Mola? ยฟO acaso el acantilado del Cabo de Berberรญa, junto al que yo un dรญa ya lejano habรญa pretendido desentraรฑar con unos versos ese mismo abismo de lo blanco y de lo azul? Aquel era el acantilado en el que todas las realidades y sentimientos se fundรญan, pues en รฉl, como recordรฉ con otros de mis versos: El aroma habรญa anulado la memoria./ El fuego habรญa borrado los aromas./ La luz deshizo el fuego./ Pero fue el silencio quien venciรณ a la luz… Hubo โen el acantilado que vivรญ y en el acantilado del sueรฑo de la noche pasadaโ, como una purificaciรณn, pues me parecรญa que estaba suspendido entre el principio y el final de los tiempos, sobre el Abismo, que era aquel abismo de infinitud azul y blanca de la voz de Isabel, de la voz del acantilado ยฟde La Mola?, ยฟdel Cabo de Berberรญa? Lo que sรญ sabรญa con certeza era que el abismo era el de Formentera: una tierra que avanza en la luz, que es flecha hacia la luz; una tierra que se funde con el azul de arriba y con el azul de abajo, con la tierra, y el aire, y el agua, y el aroma, y el silencio. Y que nos deja cerca de otra luz: de la Luz. ยฟO era acaso un fuego lo que temblaba ante mis ojos, entre mis ojos y el abismo del acantilado? Porque recuerdo una noche de llamas lejanas, tambiรฉn en Formentera. Todo el horizonte de infinitud era llama. Antes, habรญa llegado yo como navegando entre dos aguas โlas del mar, las del cieloโ a la isla. En ella, a lo lejos, ardรญan las hogueras. Noche de San Juan en Formentera. El fuego era, en realidad, el que transmitรญa mensajes mรกs hondos que los del acantilado, y los del blanco, y los del azul. Porque el fuego no era sino el final de un proceso que nos lo otorga todo y el Todo (tao): el proceso de respirar, que nos concede la energรญa (qi); el de la energรญa, que producรญa en nuestros pulmones y en el mundo el fuego; el del fuego, que hace arder la llama; el de la llama, que nos proporciona la luz (interior); la luz que nos concede el don del amor; el amor que es la fuente de la sabidurรญa y de nuestra (ยฟposible?) salvaciรณn. Llamas ardiendo a lo lejos, sobre la mar, en los lรญmites de infinitud de una isla. ยฟO la luz no era blanca, sino verde, como en los parques y en los jardines de Parรญs? O las llamas, ยฟeran las llamas de la velas-voces que ardรญan-cantaban en aquel templo ortodoxo sobre las colinas de Chaumont, en Parรญs? ยฟEra en 1968 o era en 1998, en uno de mis regresos, cuando yo ya no era adolescente, pero sentรญa la misma ansiedad de la espera? Esta espera, ยฟno serรญa acaso sรณlo en los sueรฑos que tuve esta noche en Salamanca? ยฟEn quรฉ tiempo, que ya es todos los tiempos, se dio el sueรฑo que fue la realidad, la realidad que fue sueรฑo, Sueรฑo? Sรณlo sรฉ, en realidad, que ha habido un fuego โยฟen mis dos sueรฑos de esta noche?โ, que ha ardido en mi vida. Es un fuego que arde aรบn muy lento, muy lento, en mi interior. Es el fuego de una espera ante la llama, en la llama. ยฟEspera de alguien o de algo? El fuego de la luz precipitรกndose en mi alma desde la llama y desde el canto, precipitรกndose en el abismo del acantilado, consumiรฉndose, librรกndonos โmientras seamos humanosโ del Abismo. –
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