1. Hace quince meses, el 22 de marzo de 2006, ETA declaró un alto el fuego. Tras varios años de duro acoso policial y de la ilegalización de su brazo político, Batasuna, el grupo terrorista parecía más débil que nunca y muchos creímos que, con algunas medidas de gracia por parte del gobierno –como la reagrupación de presos, la liberación de los enfermos o la reducción parcial de algunas penas– podría ser una buena oportunidad para acabar para siempre con la lacra más repugnante de la democracia española. Sin embargo, el grupo terrorista no cedió en ninguna de sus exigencias políticas, especialmente la anexión de Navarra al País Vasco como paso previo a un referéndum de segregación y la unificación de todos los llamados “territorios vascos” (algunos en suelo francés) en una entidad política independiente. El gobierno aseguró que no iba a conceder jamás esas exigencias a cambio de la entrega de las armas, pero se mostró titubeante e incluso hizo algunos gestos –como las reuniones públicas, en julio, entre miembros del Partido Socialista y de Batasuna, como si ambos actores fueran igualmente legítimos– que algunos consideramos excesivos y demasiado contemporizadores con la banda terrorista. Mientras tanto, el principal grupo de la oposición, el Partido Popular, se mostró totalmente en contra de este proceso de diálogo, e incluso acusó al presidente –con una gran dureza que a muchos pareció afectada– de estar vulnerando la Constitución y finiquitando el ordenamiento político actual. La mayoría de víctimas de ETA y muchos ciudadanos simpatizantes con el Partido Socialista emitieron opiniones semejantes.
2. El 30 de diciembre de 2006, ETA hizo saltar por los aires una terminal del aeropuerto de Barajas (Madrid) y mató a dos ciudadanos ecuatorianos, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, que quedaron sepultados entre el hormigón. Con su habitual retórica, el grupo terrorista afirmó en un comunicado que aquello no era el fin del alto el fuego, sino más bien un paréntesis con el que pretendían recordarle al presidente cuál debía ser su actitud negociadora si no quería nuevos atentados. Aunque muchos creímos que aquél debía ser el final de toda negociación y un regreso a la lucha antiterrorista meramente policial, el presidente –que condenó la atrocidad y reiteró su apego a los cauces legales– no mostró toda la contundencia que cabría esperar y siguió dejando una puerta abierta al final negociado con la violencia etarra.
3. Entre entonces y hoy –y pese a los claros síntomas de que la banda terrorista preparaba un regreso definitivo a la actividad, como las cartas de extorsión a empresarios o la creación de nuevas células–, el gobierno siguió haciendo gestos de distensión: así, por ejemplo, concedió al etarra Ignacio de Juana Chaos, autor de veinticinco asesinatos y en huelga de hambre, un régimen penitenciario más benigno, y mostró una cierta permisividad para que ANV, partido claramente vinculado a Batasuna, pudiera presentarse a las elecciones municipales. Sin embargo, nada de esto sirvió para suavizar el inmovilismo etarra: el gobierno nunca cedió en las cuestiones políticas y el cuerpo policial y la judicatura siguieron con su actividad deteniendo y encarcelando a terroristas. Ayer, ETA emitió un comunicado en el que anunció su regreso a las armas (como si no lo hubiera sido el asesinato de Palate y Estacio): “El talante de Zapatero se ha convertido en un fascismo que deja a los partidos y a los ciudadanos sin derechos –afirmaba la banda, de nuevo, con su retórica habitual–… Sin embargo, tenemos a la vista las claves políticas para garantizar el presente y el futuro de Euskal Herria: la autodeterminación y la territorialidad y las semillas que han sembrado miles y miles de ciudadanos traerá una abundante cosecha a nuestro pueblo. Hasta entonces, renovamos nuestra decisión de defender con las armas al pueblo que es agredido con las armas.” En la comparecencia en la que el presidente leyó el comunicado oficial de respuesta al fin del alto el fuego, de nuevo se mostró un tanto titubeante, y entre sus apelaciones a la paz y la unidad de los demócratas, sólo se halló una ligera referencia a la “eficacia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado” como principal herramienta de lucha antiterrorista.
5. Esta tarde, Ignacio de Juana Chaos ha sido dado de alta en el hospital en el que se recuperaba (bajo vigilancia) de su huelga de hambre y devuelto a prisión.
– Ramón González Férriz
(Barcelona, 1977) es editor de Letras Libres España.