Foto: Frank Fournier

Frente a la tragedia

ยฟCuรกl es el lugar de los periodistas frente a la tragedia?
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Omayra Sรกnchez agonizรณ durante tres dรญas frente a las cรกmaras de televisiรณn, las lentes de reporteros grรกficos y las miradas de rescatistas que poco podรญan hacer para ayudarla. La imagen de la niรฑa de 13 aรฑos atrapada por el alud de lodo y los escombros dejados por la erupciรณn del volcรกn Nevado del Ruiz, en el poblado de Armero, Colombia se convirtiรณ en un icono de lo sucedido allรญ, de la negligencia gubernamental.

Su agonรญa quedรณ registrada tambiรฉn en un video en el que se le escucha despedirse de su madre. El rostro de esa niรฑa condenada a muerte se convirtiรณ, a los pocos meses, en el primer premio de la ediciรณn de 1985 de los World Press Photo Awards.

Javier Darรญo Restrepo, quien en su momento dedicรณ un libro a la catรกstrofe de Armero, admite que Omayra suscitรณ una gran reacciรณn de solidaridad, pero el costo de esta —es decir, “la profanaciรณn grosera de un momento que es sagrado porque es el mรกs รญntimo e inviolable”— debe ser cuestionado. Omayra concitรณ un serio debate sobre la espectacularizaciรณn de la tragedia, que sigue abierto en virtud de que la niรฑa “muriรณ en un escenario, en una funciรณn pรบblica” sin aplausos.

El periodismo es capaz de crear imรกgenes perennes, memorias lacerantes de tragedias en las que hay personas y colectividades involucradas. Los periodistas, sin embargo, no han definido con claridad su lugar frente a la tragedia. El propio Javier Darรญo Restrepo al plantear un escenario catastrรณfico como una gran explosiรณn de gas, encuentra que muchos profesionales no vacilarรญan respecto a quรฉ hacer en la escena: los mรฉdicos atenderรญan heridos, los ingenieros examinarรญan otras tuberรญas que pudiesen generar un nuevo estallido, los bomberos extinguirรญan el fuego y ayudarรญan a las personas atrapadas entre los escombros…El periodista, en cambio, no tiene conciencia de su identidad profesional, duda, tiene una dรฉbil convicciรณn de su tarea, estima que observar la realidad y transmitirla no es suficiente, y es ahรญ donde invade otros campos. Actรบa como juez y condena o absuelve porque quiere suplir la lentitud o inoperancia de la justicia. O actรบa como trabajador social porque desconfรญa de la capacidad de los otros para ayudar.

De ese pobre entendimiento de la profesiรณn han salido numerosos libros oportunistas sobre las vรญctimas de la violencia que se pretenden memorial de miles de muertos anรณnimos, a los que el periodista habrรก de devolverles nombre e identidad. El trabajo se agota en asumir la vocerรญa de los damnificados y pretender que se le presta voz a los que no la tienen, aunque el รบnico nombre que permanezca en la memoria despuรฉs de tres meses sea el del autor (y es que a diferencia de otras piezas, los textos que recrean el sufrimiento ajeno siempre llevan firma).

Hace unas semanas el New York Post llevรณ a su portada la fotografรญa a toda plana de un hombre que tras ser lanzado a las vรญas del Metro, trataba de salir antes que el tren lo arrollara, lo cual no consiguiรณ. Umar Abbasi, el fotรณgrafo, dice haber corrido por el andรฉn, disparando el flash de su equipo, tratando de llamar la atenciรณn del conductor del convoy, sin una idea clara de lo que estaba fotografiando y que fueron los editores del periรณdico quienes recuperaron el material captado en la tarjeta de memoria y llevaron a la primera plana una de las fotos del hombre antes de morir.

Si bien el sufrimiento es relevante, nos resistimos a que este sea entregado con la misma frivolidad y distancia de un producto, porque entonces se hace del padecimiento un espectรกculo. De ahรญ que lo hecho por el New York Post resulte tan intolerable en comparaciรณn con la forma en que otros se aproximan al dolor.

El proceso de construcciรณn de la noticia exige de un rigor y un tratamiento en estas situaciones que no pueden dejarse en manos de nadie que no sea un profesional. Frente a la falacia del periodismo ciudadano (que confunde el ejercicio profesional del periodismo con publicar contenido, videos, fotos y texto, que pueden tener un valor informativo), el trabajo profesional del periodista como mediador es fundamental y una tarea indelegable en medio de las catรกstrofes y las tragedias personales cotidianas.

“Debemos permitir que las imรกgenes atroces nos persigan”, afirma Susan Sontag en su ensayo Ante el dolor de los demรกs, sin embargo “la indignaciรณn moral, como la compasiรณn, no puede dictar el curso de las acciones”. Cuando se sigue la muerte minuto a minuto como un melodrama o el periodista se levanta sobre las vรญctimas para producir un instant book, no debe extraรฑar a la larga que el horror del mal se convierta en menor aprecio, que se nos vea como turistas especializados y espectadores profesionales de calamidades.

“Un sentimiento de orgullo profesional recorriรณ las redacciones de medio mundo cuando los nuestros llegaron a Haitรญ y empezaron a cumplir con el oficio: describir lo que hay, diceel periodista espaรฑol Josรฉ Luis Barberรญa sobre la cobertura del terremoto de 2010, y es que con sus miserias y sus lastres, el periodismo que entiende que el รฉxito es siempre efรญmero y la reputaciรณn profesional discurre al borde del precipicio, cumple una funciรณn imprescindible en esos lugares: describir lo que hay para partir de ahรญ.

 

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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