“… Cuando Frida Kahlo entrรณ a su palco en el teatro, todas las distracciones musicales, arquitectรณnicas y pictรณricas quedaron abolidas. El rumor, estruendo y ritmo de las joyas portadas por Frida ahogaron los de la orquesta, pero algo mรกs que el mero sonido nos obligรณ a todos a mirar hacia arriba…” Fuentes, que estรก ahรญ, ve en ella llegando a su palco del Palacio de Bellas Artes a oรญr Parsifal algo mรกs, quizรกs una diosa azteca: “… quizรกs Coatlicue, la madre envuelta en faldas de serpientes, exhibiendo su propio cuerpo lacerado y sus manos ensangrentadas como otras mujeres exhiben sus broches…”
Asรญ pensaba Carlos Fuentes. Pensaba con la imaginaciรณn, donde confluyen las razones de la inteligencia y las del corazรณn. Y le coeur a ses raisons que la raison ne connaรฎt point. Le interesaba lo vivo. Y en el presente descubrรญa vivo un pasado que nos moldea aunque no lo sepamos, y que vuelve. Lo histรณrico emerge no solo cuando el asunto lo hace evidente, como en La muerte de Artemio Cruz y Terra Nostra, sino en casi todos sus libros, desde La regiรณn mรกs transparente hasta los inquietantes relatos de Carolina Grau. A veces lo hizo de manera irรณnica, como en La voluntad y la fortuna: “Una revisiรณn espectral, lรบdica, de la idea de una novela que compite con la historia”, dijo Michael Wood en The New York Times Book Review (4 de febrero de 2011).
No es que haya sido simplemente un poco historiador, y por eso escribiรณ, por ejemplo, El espejo enterrado: como novelista hallaba lo histรณrico y lo mรญtico oculto en las capas geolรณgicas mรกs profundas de nuestra psiquis. Fue un desenterrador de esos espejos. Su ensayo sobre Kahlo se cierra con esta inolvidable cita: “A todos les estoy escribiendo con mis ojos.” Tenรญa ojo de joyero para dar con la lรญnea reveladora. Era un lector voraz y arriesgado.
Mientras Fuentes lee un libro, estรก releyendo a la vez otros que vistos a travรฉs del que tiene en las manos cobran nuevos matices y dimensiones. Una novela nueva cambia las anteriores con las que entra en contacto. Nos cambia como lectores y por tanto cambia nuestra lectura. Es la historia de Pierre Menard. Despuรฉs del Quijote no se puede leer como antes el Amadรญs de Gaula. Despuรฉs de La cabeza de la hidra no se puede leer igual una novela policiaca. Es lo que escribiรณ Anthony Burgess en su comentario del New York Times (enero de 1979): “quizรกs la verdadera distinciรณn de la novela resida en haber descartado para siempre las posibilidades del thriller de espรญas como una forma seria”.
En las novelas de Fuentes encuentro, en primer lugar, una energรญa desbordante. Ya en La regiรณn mรกs transparente y La muerte de Artemio Cruz, pero tambiรฉn en La frontera de cristal y La voluntad y la fortuna. Predominan protagonistas tipo Sorel en oposiciรณn a los pasivos, tipo Meursault, tan en boga en la juventud de antes (y de ahora, quizรกs). Esto me llamรณ la atenciรณn cuando lo leรญ por primera vez, en el colegio. Y todavรญa. El tรญtulo La voluntad y la fortuna es representativo: hace pensar en Maquiavelo que valora la voluntad del prรญncipe, pero advierte que la mitad de sus logros depende de la diosa de la fortuna.
Quizรกs Artemio Cruz sea su personaje paradigmรกtico. La trama de La muerte de Artemio Cruz estรก fรฉrreamente unida por su agonรญa, desde donde se van articulando momentos escogidos y cruciales de su vida. A su vez, esos episodios configuran tramas breves. Por ejemplo, Artemio Cruz y un indio yaqui que estรก herido son hechos prisioneros por el coronel Zagal, que va al mando de una columna de combatientes de Pancho Villa. Van en hilera, a caballo. El indio yaqui se las arregla para decirle a Artemio Cruz que pasarรกn por el tajo de una mina abandonada y que si logra escapar por esos chiflones no lo encontrarรกn jamรกs. Artemio Cruz decide arriesgarse para conseguir su libertad. Se tira del caballo y se pierde entre los vericuetos oscuros y hรบmedos de la mina. Oye unos tiros, luego gritos, luego la carcajada del coronel Zagal y un chiflido. Despuรฉs, nada. Cuando Cruz regresa a la entrada, la han tapiado con piedras pesadas. Lo han dejado encerrado ahรญ adentro. El lector sigue los momentos que se suceden con terror. ¿Por quรฉ nos ocurre esto si sabemos que Artemio Cruz sobreviviรณ y llegรณ a viejo y reciรฉn ahora, dรฉcadas despuรฉs, agoniza y recuerda? Por cierto, Artemio Cruz lograrรก encontrar una galerรญa estrecha y se arrastrarรก hasta dar con algo de luz y aire. Justo cuando el lector respira aliviado de poder salir con su hรฉroe de ese encierro, la situaciรณn gira ciento ochenta grados: quienes acampan allรญ y guitarrean son los mismos soldados villistas que lo llevaban prisionero.
Uno sucumbe al encanto de ese relato en estado puro. A la vez, se nos revela quiรฉn es Artemio Cruz, quรฉ formidables adversidades es capaz de vencer su voluntad, y quรฉ frรกgil es su victoria. El personaje y la trama, cuando estรกn bien construidos, son dos caras de la misma moneda. Hegel sostiene que el personaje moderno encarna “la energรญa y la perseverancia de la voluntad y de la pasiรณn”. ¿Artemio Cruz?
Las novelas de Fuentes son polifรณnicas, son estructuras corales, abiertas. Hay sincretismo y hay barroco. Le gustaba concebirlas como un รกgora, en oposiciรณn a los relatos cerrados, que tienen un solo foco y avanzan hacia su clรญmax sin desviarse y con determinaciรณn inexorable. Se construyen a partir de la brecha que existe entre el impulso subjetivo del protagonista y el mundo tal cual es. Para Hegel las novelas deben tener un desenlace en el que “la prosa sucede a la poesรญa, lo real a lo irreal”.
Pienso en lo que Aura es para Felipe:
Al fin, podrรกs ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tรบ los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idรฉnticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrรกs conocer. Sin embargo, no te engaรฑas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que solo tรบ puedes adivinar y desear.
En ese instante la vida de Felipe cambia y se pone en marcha la historia. Avanzamos, como una cascada, hacia un desenlace de belleza alarmante e inexplicable.
Pienso en “El amante del teatro”, cuento de Inquieta compaรฑรญa: “Todo cambiรณ cuando apareciรณ ella”, cuenta O’Shea. Asรญ surgen las expectativas. Estรก en el edificio de enfrente, es decir, separada por un abismo. Al principio fue solo una luz detrรกs de las cortinas antes oscuras. Ese departamento llevaba aรฑos vacรญo. Ahora ella va y viene. Y, claro, no lo ve (¿no lo verรก?). Eso lo hace libre. Puede investigar sus horarios y rutinas. Un dรญa la ve abrir las cortinas. “Me bastรณ bajar la mirada hacia sus senos prรกcticamente visibles debido a lo pronunciado del escote, para descubrir en ellos una ternura que no me atrevรญ a calificar.” El espectador, enamorado, quiere seguirla segundo a segundo. Acomoda su vida a la de ella. Parece hacerle gestos. No se atreve a tocar su timbre. O’Shea va a ver un Hamlet. Y ahรญ estรก ella, en la escena. No hay duda. Es Ofelia. Y ella lo mira y lo ve. Cuando la dulce Ofelia, sumergida en la corriente del rรญo, se abandona a la muerte, le lanza una flor. Ha cruzado el abismo que separa la ficciรณn de la vida. Los acontecimientos se precipitan, entonces, de manera trรกgica y desconcertante. El cuento se bifurca en dos versiones distintas, se abre como un campo de posibilidades. Fuentes invita al lector a escoger el final, a crear con รฉl.
Esa distancia entre deseo y realidad, ese choque y esa transformaciรณn es lo que Fuentes no se cansรณ jamรกs de explorar como escritor.
Fuentes era un animal omnรญvoro: la literatura, pero tambiรฉn el cine, la pintura pero tambiรฉn la historia, y el teatro y la mรบsica y la filosofรญa y la polรญtica y la arquitectura y la fotografรญa.
Fue su voz suave la que reconocรญ en el telรฉfono el viernes 4 de mayo pasado. Mi memoria retrocediรณ a esa sala de Columbia University, donde Fuentes daba su clase y yo era uno de sus muchos alumnos. Lo seguรญamos absortos, aunque nos distraรญa, a veces, la serena belleza de Silvia, su mujer. Leรญmos elQuijote, Tristram Shandy, Rojo y negro, Madame Bovary, Un corazรณn simple y el Ulises de Joyce. Yo era un joven estudiante que intentaba ser escritor y habรญa sido amedrentado por el nouveau roman de Robbe-Grillet y la revista Tel Quel. Encontrarse con ese curso de Fuentes fue para mรญ sentir que resucitaba el viejo oficio de contar.
Naciรณ allรญ una amistad con รฉl y con Silvia, periodista culta y sensible y cinรฉfila. A veces pasaba mucho tiempo sin contacto alguno. Pero volverse a ver era siempre reanudar la conversaciรณn como si no hubiese sido interrumpida. Me dijo que estaba en la feria de Buenos Aires y que acababa de cambiar el vuelo, que querรญa visitar a sus amigos chilenos. Y asรญ fue como se encontrรณ con los escritores Carlos Franz, Antonio Skรกrmeta y Sergio Missana, el filรณsofo Martรญn Hopenhayn y el expresidente Ricardo Lagos. No resultรณ la cita con el filรณsofo Roberto Torretti, pero hablaron largo por telรฉfono.
A Torretti, como a Josรฉ Donoso, los conociรณ en The Grange, su colegio mientras viviรณ en Chile. Una gestiรณn suya permitirรญa, mucho mรกs tarde, que Donoso se publicara en inglรฉs. Comiรฉndose unas machas el lunes, al almuerzo, me hablรณ de Mrs. Balfour, la profesora que lo introdujo a la literatura inglesa. Ese cruce en su adolescencia de las literaturas inglesa y castellana fue determinante para su vocaciรณn, me dijo. Tambiรฉn la experiencia de las luchas polรญticas en la democracia chilena. Desde entonces se ubicรณ a la izquierda. Aรฑos despuรฉs, Fidel Castro lo ilusionarรญa y desilusionarรญa. Llamรณ a Chรกvez “un Mussolini latinoamericano”. Era un socialdemรณcrata al estilo de Felipe Gonzรกlez o Ricardo Lagos. Hablamos del cine mexicano actual, de los guiones de Guillermo Arriaga y de Tolstรณi, de Kundera, de Rulfo, de Quevedo, de Santiago Gamboa, de Hollande, de cรณmo ordenar los libros en la biblioteca, de Veracruz… Estaba lรบcido y vibrante como siempre. Se embarcรณ el martes 8 a la ciudad de Mรฉxico. Fue su despedida.
Fuentes fue grande en sus defectos y grande en sus virtudes. Tenรญa un espรญritu inquieto, inteligente, voluntarioso y alerta a los demรกs. Era un hombre atrayente. Segรบn Donoso, muchas mujeres interesantes sucumbรญan a su encanto. Doy fe de su inmensa generosidad en la amistad.
No sรฉ bien quรฉ encarne Artemio Cruz como personaje, pero intuyo que su fondo es la vida real. No quisiera simplificarlo. Pero hay una frase que escribiรณ Terencio en su viejo latรญn y que dice mรกs o menos asรญ: “Soy hombre y nada humano me es ajeno.” Creo que eso puede decirse de Artemio Cruz. Creo que tambiรฉn de su creador, Carlos Fuentes. ~
es un novelista chileno. Su รบltima novela es La vida doble (Tusquets).