Hacerse rosca

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Leo en un tan sereno como objetivo cotidiano que durante la presentación de un libro sobre el mundialmente famoso fraude electoral de 2006 escrito por Elena Poniatowska, un grupo de entusiastas lectores que o ya había leído el libro, o no consideraba necesario leerlo, coreaba el siguiente pareado:

¡No me hago rosca: estoy con Poniatowska!

He ahí una forma sucinta y práctica de crítica literaria. Agrega a su operatividad mnemótica valores meritorios como, por ejemplo, enseñarle muy bien a la gente la importancia de ponderar con cuidado la decisión de con quién estar. La induce también a razonar sobre lo desagradable que es hacerse rosca, cosa tan desagradable para el individuo como para la Patria que, como es sabido, presenta tendencia a hacerse rosca cada vez que puede.

Propongo que este traslado de los valores críticos al ritmo febril de la manifestación callejera se generalice desde ya, y que todo lector, apenas consumada la experiencia espiritual de su preferencia, enuncie su juicio crítico en elásticos pareados. Por ejemplo:

Del tedio no vuela una mosca cuando leo a mi Poniatowska.

Muera la ópera Tosca

pues como es elitista y burguesa, no me gusta a mí ni tampoco a Poniatowska.

Desde luego se podrá practicar también con otros escritores o artistas:

Yo a lo profundo y a lo hondo, por eso estoy con Elizondo.

Porque es una pluma fina, yo estoy con de la Colina.

A mi sed de saber da cauce, por eso estoy con Enrique Krauze.

Porque entiende hasta quirguiz, estoy con Gerardo Deniz.

Porque del ingenio es portaestandart, yo estoy con Hugo Hiriart.

Por no ser un músico mexicanista ni fascista ni averroista sino más bien así como budista,

estoy con Mario Lavista.

Etcétera.

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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