Hambre de desierto

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Abusando de la frase de Tolstรณi se podrรญa decir que todos los paรญses prosperan mรกs o menos igual, mientras que a la hora de corromperse cada paรญs lo hace a su modo. En Espaรฑa, Bรกrcenas habrรญa anotado con minuciosa letra en un cuaderno las entradas y salidas de dinero de los polรญticos que administraba. En Brasil una serie de polรญticos financiados por el gigante estatal petrobras comparecieron todos juntos ante el mismo tribunal como en una sola gran fiesta de disfraces. En Chile, un paรญs que siempre se felicitรณ de su legalismo, los dineros oscuros que las empresas pagaban a los polรญticos les eran entregados contra facturas perfectamente legales, para que el donante pudiera descontar impuestos, simulando pรฉrdidas.

Reuniones en la oficina ante la mirada de las secretarias, que han sido las primeras en denunciar a sus jefes, empresas de papeles donde los dueรฑos contrataban a sus esposas, operaciones a futuro que eran firmadas cuando el futuro era pasado. La corrupciรณn a la chilena sorprende por la perfecta rutina, el total descaro con que se habrรญa practicado a vista y paciencia de todas las instituciones que debรญan vigilarla. Chile era entonces el jaguar de Sudamรฉrica, sus mercados abiertos y su estabilidad polรญtica lo hacรญan crecer al 7%. El exyerno de Pinochet, que privatizรณ para su propio interรฉs soquimich, la mayor empresa de minerรญa no metรกlica del mundo, no dejรณ de ser quien era y de venir de donde venรญa, todos los aรฑos en que Chile fue para los periodistas del mundo un ejemplo de democracia y mercado floreciente. La extrema concentraciรณn del poder econรณmico en manos de excolaboradores de la dictadura parecรญa encontrar en la financiaciรณn bajo cuerda de candidatos y partidos de centro izquierda un sano equilibrio que se rompiรณ no por la presiรณn de la prensa, ni por la indignaciรณn del pueblo oprimido, sino por el despecho de un empleado de confianza que pidiรณ una suma razonable por seguir callado y que no recibiรณ de sus jefes mรกs que desprecio y postergaciones.

¿No es eso lo que les pasรณ a espaรฑoles ayer no mรกs y a los chilenos ahora mismo: la sensaciรณn de que los jefes, los dueรฑos de todos, no nos dieron el suficiente soborno para seguir callando y aguantando? Somos todos esos empleados o esos socios que denuncian la trama de la que รฉramos parte hasta que alguien nos recordรณ que a la hora de los jueces no รฉramos iguales. No es solo un azar que estos escรกndalos estallen cuando Chile crece al 2 รณ 3%, que esos escรกndalos florecieron en la Penรญnsula cuando Espaรฑa se hundรญa por debajo del 0% de crecimiento anual.

Los espaรฑoles, como los chilenos, estaban dispuestos a aguantar la prosperidad alarmante de algunos, mientras cada aรฑo su vida mejorara un poco, mientras sus hijos vivieran una vida mejor que la suya. Es eso lo que se rompiรณ, la rueda de la fortuna que detenida nos hizo ver que habรญa un arriba y un abajo, que estaban “ellos” arriba, y “nosotros” abajo, un orden que solo los tribunales de justicia y la prensa pueden quebrar por un instante haciendo que ellos pierdan lo รบnico que podemos quitarles: el honor. Eso que Pierre Bourdieu de manera menos elegante llamaba el capital simbรณlico, el รบnico que a la postre los multimillonarios chilenos no han podido comprar del todo porque una parte de este tiene la gracia y la desgracia de no poder venderse o comprarse.

El capital simbรณlico ha entrado en una etapa de especulaciรณn y quiebras que es un especie de eco de la crisis del capital financiero del 2008. Un escenario al mismo tiempo carnavalesco y apocalรญptico que se repite de paรญs en paรญs pero que parece en cada cual completamente nuevo. En Chile las redes sociales hierven de denuncias e insultos a toda hora. Los dueรฑos de los medios de comunicaciรณn no logran controlar ni a sus periodistas. La presidenta echa a sus ministros en directo en una entrevista con un animador de bailongos sabatinos, dรกndose a sรญ misma 72 horas para elegir nuevos ministros. Todas las encuestas hablan de un ansia profunda de cambio en la sociedad chilena, pero subrayan tambiรฉn el deseo intenso de los chilenos de quedarse en su casa, sin que nadie les obligue a participar en la vida pรบblica.

Esto que deberรญa ser una fiesta, esto que se supone es un carnaval, no parece producir la alegrรญa que se espera. Las ideas desertan la pelea, las librerรญas estan cada vez mรกs vacรญas, un recital punk mata a diez jรณvenes que quieren entrar sin pagar, las dos pelรญculas chilenas mรกs taquilleras, El bosque de Karadima y El club, son denuncias de la pedofilia del clero. En demasiado sentidos la transparencia es lo contrario de la desnudez. Mientras que la desnudez invita a que la vistamos con los ojos, mientras que la desnudez es tambiรฉn un disfraz, la transparencia es el vidrio estรฉril donde nos miramos la cara. La desnudez excita el Eros; la transparencia excita el Tรกnatos. Para el que ama la transparencia la piel tambiรฉn es una mรกscara. Sueรฑan con cuerpos de vidrio donde se pueden observar a simple vista las venas, el estรณmago, los intestinos haciendo su trabajo. Si nos pudieramos ver asรญ, en total transparencia, no podrรญamos desear.

El deseo que estรก en el origen de todas las especulaciones, que es el centro de la economรญa de mercado, de la propaganda y del arte, tarde o temprano lleva a la corrupciรณn. Lo sabรญan los cรกtaros ayer y lo saben los veganos de hoy: solo si se elimina el deseo se pueden eliminar la explotaciรณn y la crueldad. No es extraรฑo que las utopรญas mรกs existosas entre los jรณvenes de hoy pasen justamente por limpiar el cuerpo, por vivir en comunidades pequeรฑas, gastar poco, ganar poco y evitar infligir y sufrir cualquier dolor, es decir, cualquier placer.

Los desiertos son incorruptibles, mientras que en la selva todo se pudre y transforma, todo se devora a sรญ mismo y al resto, todo estรก siempre cambiando a fuerza de parรกsitos y amebas. En el desierto todo lo que cae se queda ahรญ conservado en la inmensidad. Del desierto viene isis. No es raro que despuรฉs de dรฉcadas en que se nos impuso la ley de la selva surja entre los jรณvenes una cierta necesidad de desierto. Despuรฉs de descubrir que la verdad era solo una posibilidad del marketing, es normal que la sed por algo o alguien que no mienta estรฉ al orden del dรญa. Otras generaciones querรญan mejorar esa ficciรณn que es la democracia y la igualdad, hoy pareciera ponerse en cuestiรณn la posibilidad misma de cualquier ficciรณn. La lucha por la transparencia, la obsesiรณn por poner entre la espada y la pared a los corruptos no puede nacer de un impulso mรกs sano, pero suele terminar en un cinismo peor del que escapa, al poner en el mismo saco las mentiras y las metรกforas, los secretos y el pudor, el abuso y la impotencia como รบnico poder que se puede respetar. La selva es cruel pero el desierto es estรฉril. Pasar de un clima extremo a otro parece ser nuestro destino. ~

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