No sé a quién se le ocurrió programar la discusión de la legislación secundaria para la reforma energética durante el mundial de fútbol; tampoco sé las razones exactas. Pero se puede especular un poco. Supongamos que quienes quieren aprobar las nuevas disposiciones estén pensado utilizar a su favor el interés de los aficionados al fútbol por el mundial para minimizar el riesgo de una amplia movilización opositora. Definitivamente, la primera parte de la premisa tiene un sólido respaldo en la realidad. El mundial de fútbol es un evento que despierta una enorme expectativa, no sólo entre los fanáticos futboleros regulares, quienes son legión en el mundo, sino entre aficionados de ocasión que se acercan a los partidos porque el nivel de juego suele ser bueno en general (en otro texto hablamos de Italia 90) y algunos encuentros pueden ser dramáticos. En México, según algunos datos sueltos, una tercera parte de los televidentes sintonizaron los partidos del Tri en los dos mundiales pasados.
Sin embargo, la segunda parte de la premisa es menos obvia; se basa en la muy problemática suposición de que el gusto por un deporte ocupa a tal punto la atención del aficionado que todos los demás intereses, preocupaciones, incluso necesidades apremiantes, se desvanecen, no sólo durante las dos horas que dura un partido de fútbol, sino a lo largo de todo el torneo, y aún desde semanas anteriores. Si desde el poder se apuesta a esa combinación perfecta entre afición por una cosa y desinterés por todo lo demás -la tan llevada y traída “distracción”- es una jugada riesgosa porque la premisa inicial está asentada en terreno fangoso, y porque su correcto desarrollo depende de demasiadas contingencias. Si se espera que la “distracción” se mantenga el tiempo necesario para discutir las iniciativas en comisiones y aprobarlas en el pleno, entonces un tropezón en el primer partido pondría todo el entramado a temblar; una segunda derrota que cancele las posibilidades de avanzar más allá de la etapa de grupos podría resultar en un tiro por la culata: una muchedumbre de aficionados furiosos muy susceptibles de ser reclutados para todo tipo de problemas.
Y aún hay otra forma de cuestionar los aspectos más deterministas de la hipótesis del fútbol = distracción. ¿Es el fútbol lo único que se interpone entre el “pueblo” y su toma de conciencia, o concretamente, sin fútbol la gente saldría a las calles masivamente para protestar contra las reformas? ¿Ha sucedido en el pasado? ¿Respondió masivamente la gente a la convocatoria para cercar el Senado durante la discusión de las reformas constitucionales en materia energética en diciembre pasado, cuando no había fútbol de por medio?
Planteo las preguntas como lo que son, valga la redundancia: interrogantes. La posible relación entre el interés por el fútbol y la apatía política es un legítimo tema de análisis que nadie en México ha abordado con verdadera seriedad. Un ensayo en vías de publicación de mi asesor de tesis doctoral (la referencia con gusto al publicarse), por ejemplo, explora la forma en que el fútbol proporcionó el marco discursivo para la reinserción política de miles de habitantes del Gran Buenos Aires, empobrecidos y descobijados políticamente por el menemismo y la crisis económica. Y así podríamos hablar de cientos de análisis de aspectos particulares en la muy compleja relación entre política y deportes, identidades futboleras y participación social y un largo etcétera.
Pero en México lo que tenemos en la esfera pública es un fatalismo tozudo y autoderrotista. Es verdaderamente dramático ver el nivel de determinismo y frustración en cada una de las recurrentes rondas de linchamiento contra los “pamboleros” que tienen lugar las redes sociales, generalmente iniciado por algún comentario de algún analista que señala el supuesto uso perverso del fútbol como distracción. Los detalles varían, por supuesto, pero el patrón es muy constante: se señala la maniobra de “distracción” y le siguen las lamentaciones sobre el “pueblo embobado”, la falta de “educación cívica” de los aficionados, la infaltable referencia al “pan y circo”, la rabia porque la gente “no despierta”, y así podemos seguir todo el día.
Así se va pintando una caricatura del aficionado al fútbol que no solo es injusta, sino también profundamente elitista y muy autocomplaciente. El “pambolero” en ser de una capacidad cerebral tan escasa que no puede procesar más de un tema a la vez, por ello el fútbol lo “distrae”. Para contrarrestar esa innata estupidez , el único remedio que se plantea es colocarle unas de esas anteojeras que se les ponen a los caballos de carreras para que no vean lateralmente, o sea, apagarle la tele. En ningún caso se puede confiar en su propio albedrío para elegir sus medios de entretenimiento porque terminaría hipnotizado frente al Chicharito.
En contraste, el linchador del “pambolero” es un individuo de probado compromiso cívico, impecablemente bien informado, con una incuestionable capacidad para analizar la realidad política nacional y evidentemente a salvo de reproducir tonterías y falacias. Son tan astutos los antipamboleros mexicanos que pudieron detectar claramente las referencias sutiles a la magnitud del complot del gobierno mexicano con la FIFA para distraer a gente en la “formidable reflexión sobre el mundial” del señor Toño Esquinca, y por eso supieron el tamaño de la censura a su programa de información y debate de altura. No cabe duda de que el campeón del mundo España y el eterno contendiente al título, la poderosísima selección de Holanda, estarían dispuestos a escuchar una proposición de la FIFA para dejar pasar a México en la ronda de 16vos de final, como sin duda lo harán Camerún, Brasil y Croacia en la fase de grupos, ¿verdad?
La frustración de muchos activistas con el casi nulo impacto de su oposición a las iniciativas y medidas de gobierno en el sexenio de Enrique Peña Nieto ha hallado en el desvalido “pambolero” a su perfecto “punching bag”. El problema es que, obviamente, el “pambolero” no es un tipo abstracto sino el tío, la hermana, la novia, el papá y la compañera de causa del linchador. Las personas de las que el frustrado activista se enajena son precisamente las que hacen los números para sacar adelante las movilizaciones en favor de las demandas colectivas. El fútbol proporciona un lenguaje e interés común para millones de personas en México y el mundo. Ese interés es tan solo un punto de partida sobre el que se pueden montar muchas otras coincidencias. ¿Por qué no realizar el mundial alternativo de información y lucha contra las privatizaciones?
Politólogo, egresado de la UNAM y de la New School for Social Research.