El humor de viaje
No toda la literatura infantil viaja de un paรญs a otro. Un caso ejemplar es la serie de Manolito Gafotas de Elvira Lindo, que ha sido leรญda por casi todos los niรฑos espaรฑoles, y tambiรฉn por muchos adultos. Fuera de Espaรฑa, ningรบn otro paรญs de habla hispana lo ha acogido con similar รฉxito, y no porque los editores se hayan negado a promoverlo, sino porque el espaรฑol florido y simpรกtico que habla Manolito, muy de barrio, muy rico, le es ajeno a la mayorรญa de los niรฑos hispanoamericanos, y al perder la lengua estamos perdiendo mucha de la gracia del personaje. Habrรญa que aรฑadirle tambiรฉn diferencias culturales (el lector que no se sepa la alineaciรณn del Real Madrid, por ejemplo, en algรบn capรญtulo se queda fuera).
Muchas editoriales trasnacionales editan a sus autores y los venden solo en sus respectivos paรญses. Son contados los autores cuyos libros viajan. A esto me referรญ en el marco del Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil celebrado en Santiago de Chile en 2010. En รฉl se hizo un justo reconocimiento a una gran autora local: Marcela Paz. Son muchas las generaciones de chilenos que crecieron leyendo las aventuras de su inolvidable personaje: Papelucho. Yo no lo conocรญa. En un viaje anterior a Santiago, un amigo y colega, Esteban Cabezas, me lo recomendรณ. En el vuelo de regreso a Mรฉxico me leรญ el libro de un tirรณn.
Me sorprendiรณ la manera tan natural de justificar que un niรฑo de ocho aรฑos escriba un diario:
Lo que sucede es terrible. Muy terrible, y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca. Y yo sรฉ que mientras no la haya contado no podrรฉ dormir. Le preguntรฉ a la Gladys, la cocinera, quรฉ hacรญa ella cuando tenรญa un secreto terrible.
—Se lo cuento a otra –me contestรณ.
—Pero, ¿si es algo que no se puede contar a nadie?
—Entonces lo escribo en una carta.
—Tรบ no entiendes nada —le dije—. Es algo que no puede saberlo nadie.
—Entonces, escrรญbeselo a nadie —me dijo, y soltรณ la risa.
Por supuesto que gracias a esta simple entrada se justifica que un niรฑo escriba su dรญa a dรญa. ¿Y quรฉ es eso tan terrible que solo se le puede confiar a una pรกgina en blanco? Resulta que Papelucho hizo un sรกndwich con lo que tenรญa a la mano, ademรกs de pรณlvora y cabezas de cerillos, con el fin de que un ratรณn se lo comiera. Al dรญa siguiente fue al lugar en el que lo habรญa dejado y el bocadillo habรญa desaparecido. Otra empleada domรฉstica, Domitila, le dijo que ella se lo habรญa comido. El niรฑo no se atreviรณ a decirle que estaba envenenado y solo le preguntรณ quรฉ harรญa si supiera que va a morir. Este conflicto es el principio de un diario en el que estรกn presentes todas las emociones, pensamientos, deseos y aventuras del personaje.
La idea de que Domitila morirรญa de un momento a otro no lo deja en paz. La culpa le hace regalarle su alcancรญa, pedirle que se confiese, imaginar que luego de su muerte tendrรญa que entregarse a la policรญa y pensar quรฉ harรญa durante su permanencia en la cรกrcel. Tambiรฉn pasa por su cabeza la idea de que la empleada le ha mentido. Eso le permite dormir. Al dรญa siguiente regresa a su escritura. Y en un pรกrrafo, que recuerda al Georges Duhamel del Diario de un aspirante a santo, concentra la esencia del niรฑo:
La Domitila todavรญa no se ha muerto. Yo hice una manda para que no se muriera y prometรญ ser santo. Hoy regalรฉ todas mis cosas, porque para ser santo es necesario regalarlo todo. Todo, menos mi pelota de futbol, mi escopeta, mi revรณlver y otras cosas que necesito. Yo no me creo santo porque los santos nunca se creen que lo son. Me gustarรญa que Javier tambiรฉn fuera santo y me regalara su raqueta. Cuando yo sea santo, voy a hacer verdaderos milagros y que los pobres tengan aviones y cosas por el estilo.
Despuรฉs de mi participaciรณn, algunos de los asistentes al congreso estaban dispuestos a hacerse de un ejemplar de Papelucho. Si no lo lograron fue porque un sismo de 8:8 hizo que no hubiera los dรญas siguientes ninguna librerรญa abierta.
Quise hablar de Marcela Paz por varias razones. Primero porque tiene que ver con el paรญs que muy amablemente acogiรณ el congreso. En segundo lugar porque el tema que me asignaron, el humor, estaba estrechamente relacionado con su personaje. En tercero, porque toca el tema del viaje de los libros de un paรญs a otro, de una cultura a otra. Y en cuarto, para hablar en nombre de los lectores comunes, que no sabemos de cuรกntos buenos libros nos hemos perdido porque los editores le temen a estos viajes.
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