Hay un poema de José Emilio Pacheco (“H & C”, es decir: Hot and Cold) que habla de una confusión:
En las casas antiguas de esta ciudad las llaves de agua
tienen un orden diferente.
Los fontaneros que instalaron los grifos
dieron a C de cold el valor de caliente;
la H de hot les sugirió agua helada.
[…]
Todo acto es traducción: sin este código
se escaldará quien busque
bajo C el agua fría. […]
Es decir: un visitante de habla inglesa en una casa mexicana esperaría que las llaves importadas de los Estados Unidos (marcadas H y C) signifiquen lo mismo que en su contexto original. El poema supone que el visitante se guía por las letras. Lo suponen también los fabricantes, puesto que así distinguen las llaves, en lo demás idénticas. Si las llaves no están marcadas, siempre habrá quien pregunte: ¿Cuál es la caliente?
No todos saben que es la izquierda. En algunos países, lo estipulan las normas municipales; en otros, la costumbre. ¿Por qué? Quién sabe. Para efectos prácticos (evitar accidentes, simplificar los trabajos de instalación), basta con instalar el agua caliente siempre en la misma posición, ya sea la izquierda o la derecha. Ninguna asamblea internacional lo puso a votación. Es de suponerse que la preferencia apareció en la práctica (no sabemos por qué), se volvió tradición gremial y, finalmente, se reglamentó.
Por otra parte, en los dibujos de ingeniería se trazan las tuberías de agua caliente en rojo y las de agua fría en azul. A veces, la tubería misma ya instalada en una fábrica tiene marbetes (o está pintada) con esos colores. Se trata de evitar accidentes y simplificar los trabajos de instalación y mantenimiento. Para efectos prácticos, cualquier par de colores sería bueno. ¿Por qué se prefiere el rojo para el agua caliente y el azul para la fría? Quién sabe.
No sólo eso. En el mundo del arte se dice que el rojo es un color caliente y que el azul es frío. Curiosamente, la plomería, la ingeniería y el arte coinciden. ¿Es sólo coincidencia? ¿Hay alguna afinidad entre el espacio, las cantidades térmicas y las polaridades cromáticas?
izquierda derecha
caliente frío
rojo azul
Según esto, hay algo entre la izquierda, lo caliente y lo rojo; entre la derecha, lo frío y lo azul. Pero, evidentemente, no es algo lingüístico. Las palabras izquierda, caliente y rojo no comparten raíces etimológicas, pronunciación ni escritura. Sucede lo mismo en otros idiomas.
Tampoco es algo físico. El calor y el color están relacionados en el mundo astrofísico, pero no como sería de esperarse: las estrellas azules son más calientes que las rojas. De igual manera, hay izquierda y derecha en el mundo subatómico, molecular y biológico, pero sin correspondencia física a lo caliente y lo frío, el rojo y el azul.
El parentesco de estas dualidades es simbólico. No depende de la lengua en que se expresan, ni está basado en fenómenos físicos, aunque se refieren a éstos. Pertenece al mundo de las clasificaciones.
Hay otras dicotomías que evocan a la izquierda y la derecha: de posición geográfica (oriente y poniente), giro (contra y según las manecillas del reloj), extensión (superponible y quiral), polarización (levógira y dextrógira). Quiral es la simetría de la mano izquierda y la derecha (que son “iguales”, pero no pueden usar el mismo guante) y de un letrero ante su imagen en el espejo (“igual” pero al revés). Levógiras son las sustancias que polarizan la luz hacia la izquierda.
Los antropólogos han estudiado numerosas dualidades en diversas culturas, y han observado que no son neutrales, como las clasificaciones matemáticas, físicas y químicas. Están teñidas por la polaridad del bien y del mal. ‘Abajo y arriba’ no es una simple clasificación espacial: es una clasificación religiosa que se vuelve social y finalmente política. Sucede lo mismo con ‘izquierda y derecha’.
Émile Durkheim y Marcel Mauss (“De quelques formes primitives de classification”, 1903, disponible en Google) arguyeron que “Toda clasificación implica un orden jerárquico cuyo modelo no está en el mundo sensible, ni en la conciencia”. Es un constructo social que no sólo tiene historia, sino prehistoria. Es de origen religioso. Relaciona todo con todo en una comunión de los astros con la vida, los habitantes con su medio ambiente, el clan y su tótem, el nombre y la persona, los signos y los objetos. Los del clan del cocodrilo no son crueles como los cocodrilos: son cocodrilos. “Las metamorfosis, las transmisiones de cualidades, la sustitución de personas, de almas y de cuerpos, las creencias relativas a la materialización de los espíritus y la espiritualización de objetos materiales son elementos del pensamiento religioso o del folclor.” La clasificación de todos los seres vivos y de todas las cosas emerge lentamente de la indistinción, pero no es una creación mental que construya categorías abstractas y las aplique a la realidad, a la manera de Aristóteles, sino un proceso social de creación de formas de vida en común: la distinción de clanes, sus relaciones (entre cuáles clanes puede haber o no intercambios matrimoniales), el reparto del cosmos (a cuál clan le corresponde el viento, a cuál la lluvia), la distribución de actividades en el espacio y en el tiempo, las ceremonias.
Seis años después, un discípulo de Durkheim, Robert Hertz, publicó “Prééminence de la main droite. Étude sur la polarité religieuse” (hay traducción en Robert Hertz, La muerte. La mano derecha, Conaculta, 1990; así como en Rodney Needham, Right and left: Essays on dual symbolic classification, que reúne muchos otros estudios antropológicos inspirados en Hertz). Para Hertz, la clasificación fundamental es la que separa lo sagrado de lo profano.
Algunos seres u objetos, en virtud de su naturaleza o de los ritos realizados, están como impregnados de una esencia particular que los consagra y aparta, comunicándoles poderes extraordinarios y sometiéndolos, por otra parte, a un conjunto de reglas y estrechas restricciones. Las cosas o personas privadas de esta cualidad mística no disponen de poder ni dignidad alguna, son comunes y libres; salvo, no obstante, en la prohibición absoluta de entrar en contacto con lo que es sagrado. Todo acercamiento o confusión entre seres y cosas pertenecientes a clases opuestas sería nefasto para ambos; de ahí la multitud de prohibiciones y tabúes que, al separarlos, también los protegen.
Este dualismo religioso lleva al dualismo social.
Las dos mitades o fratrías que constituyen la tribu se oponen recíprocamente como lo sagrado y lo profano. Todo lo que se encuentra en el interior de mi fratría es sagrado y me está prohibido; por eso no puedo ni comer mi tótem, ni derramar la sangre de uno de los míos (y ni siquiera tocar su cadáver), ni casarme en mi clan. Por el contrario, la mitad opuesta es, para mí, profana; a los clanes que la componen les corresponde proveerme de víveres, de mujeres y de víctimas […]
Lleva también a la separación interna en fracciones opuestas y complementarias, que “suelen estar localizadas en el espacio tribal ocupando respectivamente la derecha y la izquierda (en el campo, en la ceremonias…, etc.)”. Finalmente:
La evolución social reemplaza este dualismo reversible por una estructura jerárquica y rígida. En lugar de los clanes, separados pero equivalentes, aparecen las clases o castas, de las cuales una, en la cumbre, es esencialmente sagrada, noble y abocada a obras superiores, mientras que la otra, en lo más bajo, es profana o inmunda y se dedica a trabajos viles. El principio que asigna a los hombres su rango y función sigue siendo el mismo: la polaridad social es siempre reflejo y consecuencia de la polaridad religiosa.
En particular, la izquierda y la derecha ya no son equivalentes ni reversibles, sino polaridades del bien y del mal, lo sagrado y lo profano, lo puro y lo impuro, lo superior y lo inferior. Polaridad que tiene también expresión sexual.
El pensamiento primitivo atribuye un sexo a todos los seres del universo, incluso a los seres inanimados. […] esta distinción, de alcance cósmico, encubre de hecho la antítesis religiosa primordial. En efecto, en términos generales, el hombre es sagrado y la mujer es profana.
La preeminencia de la mano derecha no tiene fundamento orgánico. En la evolución de las especies, el ser humano pudo ser ambidiestro, como los animales, o zurdo. La polaridad del cuerpo humano expresa la dicotomía cósmica en el microcosmos corporal. La mano derecha es sagrada, la izquierda profana. Según Hertz, el precepto: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha” (Mateo 6, 3) es una de tantas prohibiciones necesarias para preservar la vida y el orden cósmico ante el peligro de que todo se hunda en la indistinción, la confusión y la muerte.
Por lo mismo, “ser zurdo es un delito que atrae sobre el culpable el ridículo y una reprobación más o menos explícita”. De ahí también “la rigurosa división del trabajo que reparte entre los hombres y mujeres todas las ocupaciones de manera que no haya mezcla ni confusión posible”. Y el tabú de nombrar lo siniestro.
Entre las palabras que designan los dos lados en las lenguas indoeuropeas existe un llamativo contraste: mientras que para ‘derecha’ existe un término único, ampliamente difundido y de gran estabilidad, la idea de ‘izquierda’ está expresada por varias denominaciones distintas, de pobre difusión, que parecen destinadas a desaparecer sin cesar ante vocablos nuevos. Algunas de estas palabras son eufemismos manifiestos, otras de origen muy oscuro. “Parece, según [Alfred] Meillet, como si, al hablar del lado izquierdo, se evitara pronunciar la palabra apropiada y se tendiera a reemplazarla por diversos vocablos, constantemente renovados.”
La renovación de eufemismos puede observarse en un caso diferente. Se dijo cojos (desde 1014, según Corominas), tollidos (desde 1220), baldados (1380), impedidos (1440), tullidos (1535), rencos (1570), inválidos (1600), cojitrancos (1620) y lisiados (1692), así como cojuelos, paticojos y rengos. Para evitar estas palabras que llegaron a parecer ofensivas, en el siglo xx se fueron inventando minusválidos, incapacitados y discapacitados que sonaron a respetuosos tecnicismos, pero también llegaron a parecer insultos. El último invento es una cursilería tecnocrática: personas con capacidades diferentes. En el mismo caso está la ridiculez de llamar invidentes a los ciegos.
Obsérvese también que derecha, right y droite son palabras de la misma raíz indoeuropea, mientras que izquierda, left y gauche no tienen origen indoeuropeo ni parentesco entre sí. Lo que tienen en común es que provienen de referentes negativos: torcido, débil, torpe. Obsérvese, por último, el contraste de connotaciones entre “ser diestro” y “ser siniestro”, entre “ser derecho” y acercarse a una mujer con “zurdo cálculo”, como dijo López Velarde.
En resumen, las dualidades arcaicas operan la separación que organiza el mundo y favorece la vida. La oposición entre izquierda y derecha es afín a muchas otras.
izquierda derecha
oriente occidente
sur norte
periferia centro
atrás adelante
abajo arriba
bajo alto
tierra cielo
costa montaña
descenso ascenso
infierno paraíso
profano sagrado
tabú permitido
manchado puro
malo bueno
injusto justo
incorrecto correcto
torcido derecho
indecente decente
femenino masculino
débil fuerte
torpe diestro
pasivo activo
reproducción producción
doméstico externo
luna sol
noche día
oscuridad luz
caos orden
dionisíaco apolíneo
monstruoso ejemplar
anormal normal
desmedido mesurado
nefasto afortunado
satánico divino
cuerpo espíritu
crudo cocido
naturaleza cultura
igualdad jerarquía
ruptura continuidad
nuevo antiguo
destrucción construcción
No hace falta añadir que estas dualidades tienen aún vigencia residual, aunque muchas han cambiado de signo y aparecieron otras. A pesar de lo cual, ayudan a situar los conceptos de izquierda y derecha en una perspectiva más amplia.
Es común remontar su contraposición al siglo XVIII, y en particular a la asamblea constituyente de la efímera monarquía parlamentaria de Francia en 1791, como si el origen histórico de la polaridad fuera casual. Sucedió que los monarquistas se sentaron a la derecha del legislador que presidía la asamblea y los revolucionarios a la izquierda. ¿Por qué? Quién sabe. Y, sin embargo, parece haber una afinidad simbólica entre revolución, izquierda, caliente y roja frente a monarquía, derecha, fría y azul.
Los simbolismos prehistóricos ayudan a entender mejor las polaridades religiosas que mueven a las tribus modernas. ~
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.