El cerco de la ciudad de Mรฉxico es invisible pero real. La capital percibe, promulga y publica. Todo lo que ocurre en la gran ciudad es real y todo lo real ocurre en la gran ciudad.
La verdad sea dicha, es una gran ciudad. Como dicen en Chihuahua: “es chula de bonita”. Vivirla es escarcear sus temeridades, adentrarse en su lenguaje interior, escudriรฑar los dialectos de su diversidad; es sorprenderse de la ignorancia axiomรกtica de sus intelectuales, reรญr de la solemnidad de sus artistas, descifrar el lenguaje inhabitable de sus acadรฉmicos, renacer ante la multitud de sus voces y gestos solidarios. Junto a todos, el que se disfraza de misรกntropo, la dama del perrito, el formidable oficio de vivir.
En la metrรณpoli se percibe una clara intenciรณn de voto. Ergo, la voluntad sufragista no puede ser distinta en el paรญs. ¿Por quรฉ habrรญa de ser distinta? ¿Acaso no es evidente que la verdad emerge del fondo de la historia y se yergue omnipotente para que todos podamos verla, apreciarla, desearla? Si en el interior del paรญs quieren mรกs de lo mismo, ¿quรฉ le vamos a hacer? “¡Pobre paรญs!”
Candidatos, partidos y medios de comunicaciรณn estรกn sumidos en la trampa autoritaria: el Presidente es Todo. La Presidencia Imperial es cosa del pasado. Sin embargo, los medios de comunicaciรณn de cobertura nacional (todos domiciliados en la ciudad de Mรฉxico) han impetrado la memoria ciudadana: una elecciรณn y sรณlo una: la presidencial.
Ochenta millones de electores tenemos derecho a elegir senadores y diputados federales, de quienes no sabemos nada; varios millones elegirรกn gobernadores, alcaldes y diputados locales, de quienes sabemos menos que nada. Estas naderรญas electorales desaparecen completamente ante el vasallaje de las campaรฑas presidenciales. En un rรฉgimen presidencial es natural que la elecciรณn del Presidente sea la mรกs importante, tanto por razones histรณricas como por el hecho de que el gobierno del presidente concentra el ejercicio del 80% del presupuesto general de egresos. En la dรฉcada reciente (2000-2010), el gasto federal creciรณ un 30% y el gasto federalizado apenas un 12 %. El federalismo hacendario arrebuja en el cajรณn de la nada la elecciรณn de alcaldes y diputados locales.
La “verdad” polรญtica tiene la mala suerte de vivir en el centro del centro del paรญs. En tiempos de elecciones, la verdad es una moda pastoril que inventa la vida sin observarla; la realidad no se descifra, se mitifica a la propia imagen; lo que se ve y se oye es una misma cosa: el triunfo o el fraude. ¿Por quรฉ habrรญa de ser de otro modo en el paรญs? En la capital se cuecen las habas y se descuecen las uvas; basta un instante para que el caldo y el vino se desparramen en red nacional.. Por eso la gran ciudad es portadora de la patente de un mito y una profecรญa: el fraude de 1988 y el fraude del 2012.
Legiones de intelectuales, artistas, analistas y profesores de la capital enjambran la maraรฑa. No se puede huir de su arrebaรฑado impulso; ningรบn escarpelo sirve para desbrozar la maleza donde serpean las elecciones de gobernadores, senadores y diputados federales; nadie conoce los nombres de los candidatos a diputados locales y regidores, y menos que nadie los que vamos a elegir a quienes no hemos visto nunca ni veremos jamรกs.
Dicho con estilete acadรฉmico: el ethos electoral de los capitalinos es el presidencialismo redentor. El virus ha contagiado a muchos en el paรญs.
El viejo presidencialismo paternal y autoritario no es tan viejo; su transfiguraciรณn en muchos rostros trasmina los quehaceres locales. El estilo imperial de gobernar se ha federalizado: los gobernadores ascendieron a presidentes de sus estados y los alcaldes escalaron a gobernadores de sus municipios. En un municipio pobrรญsimo conurbado a la ciudad-estado donde vivo, la administraciรณn ha replicado la estructura de secretarรญas, direcciones y departamentos que tienen las administraciones estatales y la federal. Ese municipio de comunidades en pobreza extrema tiene incluso su Secretarรญa de Turismo. ¡Hombre, si ya sรณlo les falta su ministerio de relaciones exteriores!
En el paรญs sobreviven cientos de municipios cuyos alcaldes apenas les alcanza para remozar el quiosco y pagar los gastos de la verbena del 15 de septiembre. No obstante, muchos municipios “invierten” los pocos recursos que reciben (gasto social, seguridad, reforestaciรณn, servicios bรกsicos) en salarios de burรณcratas, camionetas de lujo y gastos de representaciรณn. No tienen los gobiernos estatales voluntad ni medios para controlar el gasto; las legislaturas no saben o no quieren; los organismos de fiscalizaciรณn deben su celebridad a que nadie sabe cuรกl es su domicilio ni su funcionamiento.
La capital del paรญs es una especie de jauja cultural y econรณmica. La vida es casi regalada: comida, transporte, salud, cultura, servicios, pensiones, impuestos. . . No hace mucho, por un departamento amplio en la colonia Santa Marรญa la Ribera, yo pagaba de impuesto predial setenta pesos ¡al aรฑo! Si cubrรญa el monto completo durante el primer bimestre, el descuento era del 30 %. Me abstengo de recordar lo que pagaba de agua, gas y luz por elemental pudor, pues en el norte del paรญs las vacas se desploman fulminadas por la sed y los maizales amarillean amortajados cuando apenas jilotean. ¡Cementerios de rastrojo erguido!
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(Querรฉtaro, 1953) es ensayista polรญtico.