La televisiĆ³n no tiene poderes pĆŗblicos, pero tiene al pĆŗblico, y eso es un poder. Por eso, la pregunta de nuestro tiempo es ¿cĆ³mo usar ese poder para beneficio de la sociedad? Los estados totalitarios tienen una respuesta sencilla: estatizarlo. Pero en los estados democrĆ”ticos el problema, por fortuna, es mĆ”s complejo.
Daniel CosĆo Villegas creyĆ³ que el poder de la televisiĆ³n podĆa usarse para fines de educaciĆ³n y cultura. Su Historia mĆnima de MĆ©xico fue, en el origen, un guiĆ³n para televisiĆ³n. Al final de su vida, Don Daniel apareciĆ³ en varios programas con Lolita Ayala y Miguel Sabido comentando el escenario internacional. Octavio Paz creyĆ³ tambiĆ©n en la posibilidad de orientar el poder de la televisiĆ³n hacia la cultura. En el noticiero 24 Horas, de Jacobo Zabludovsky, Paz fue el precursor del comentario editorial que ahora se ha vuelto comĆŗn. Y a lo largo de casi veinte aƱos, Paz encabezĆ³ varios proyectos de alta calidad intelectual que tuvieron, ademĆ”s, un rating respetable: la serie "Encuentros", la serie "MĆ©xico en la obra de Octavio Paz", el "Encuentro Vuelta: La experiencia de la libertad" y finalmente el "Encuentro Vuelta: Los usos del pasado". Luego de su muerte, muchos de quienes lo criticaban por aparecer en la televisiĆ³n lo imitaron. La televisiĆ³n puede ser tambiĆ©n un esplĆ©ndido vehĆculo de difusiĆ³n histĆ³rica, como demostraron antes que nadie las telenovelas de Ernesto Alonso y Fausto ZerĆ³n Medina. Los documentales de ClĆo, que desde 1998 hasta hoy se han trasmitido por Canal 2, son -quiero pensar- otro ejemplo de que la televisiĆ³n puede llevar la atenciĆ³n del pĆŗblico a temas de la vida nacional que no son noticia cotidiana.
Se dice que la vocaciĆ³n de la televisiĆ³n es entretener. Puesto asĆ el asunto parece sencillo, pero se complica segĆŗn los contenidos. Los mĆ”s violentos, degradantes, transgresivos (para no hablar de los simplemente vacuos) pueden ser "entretenidos", pero hacen daƱo a la sociedad. Por eso Karl Popper -el filĆ³sofo liberal mĆ”s influyente del siglo XX- sostenĆa que, por la naturaleza de su "producto", la televisiĆ³n requerĆa de una reglamentaciĆ³n. SerĆa deseable -agregaba- que los medios electrĆ³nicos adoptaran pĆŗblicamente un cĆ³digo autoimpuesto de Ć©tica, y crearan un instituto que emitiera licencias revocables en caso de violaciĆ³n (Karl Popper: La televisiĆ³n es mala maestra, Fondo de Cultura EconĆ³mica). En el mismo sentido, serĆa tambiĆ©n muy sano que la televisiĆ³n privada mexicana tomara la iniciativa de abrir un debate crĆtico y autocrĆtico sobre todos sus contenidos, y explorara seriamente la manera de mejorarlos atrayendo la creatividad de muchos jĆ³venes egresados de carreras de comunicaciĆ³n. Un concurso abierto de guiones para series de televisiĆ³n, programas de concurso y hasta programas cĆ³micos serĆa un primer paso.
La televisiĆ³n naciĆ³ con el PRI, y no para servir al pĆŗblico, sino al poder. Al parecer, lo primero que transmitiĆ³ fue un informe presidencial. Su verdad era la verdad oficial. No habĆa lugar para la oposiciĆ³n, el debate o el documental histĆ³rico y polĆtico. El cambio sobrevino a cuentagotas.
En 1990, Mario Vargas Llosa denunciĆ³ "la dictadura perfecta" en el marco del "Encuentro Vuelta", trasmitido por Televisa. Los hechos dramĆ”ticos de 1994 se abrieron paso en la pantalla. En 2000, el noticiero de LĆ³pez DĆ³riga dio inicio a "En opiniĆ³n de…", espacio plural y abierto a todas las voces del espectro polĆtico, incluidos Carlos MonsivĆ”is, Carlos Montemayor y (de entonces hasta ahora) Elena Poniatowska. El mismĆsimo subcomandante "Marcos" saliĆ³ en la pantalla del Canal 2, entrevistado por Julio Scherer. Algo similar ocurriĆ³ en TelevisiĆ³n Azteca y en Canal Once. Aparecieron o se consolidaron programas de discusiĆ³n: "La Entrevista con Sarmiento", "Primer Plano". Los noticieros comenzaron a producir reportajes sobre temas que habĆan sido tabĆŗ. Y fue entonces tambiĆ©n cuando se trasmitiĆ³ el primer programa de ClĆo, con escenas del 68 nunca antes vistas en televisiĆ³n.
Durante el sexenio de Fox, la televisiĆ³n privada abriĆ³ sus espacios a la oposiciĆ³n, no sĆ³lo en los tiempos de cobertura sino en la filiaciĆ³n abierta de algunos de sus comentaristas. Conforme se aproximaron las elecciones del 2006, la izquierda tuvo una presencia mayor: en el 2006, el nĆŗmero de menciones en radio y televisiĆ³n de la CoaliciĆ³n por el Bien de Todos (encabezada por AndrĆ©s Manuel LĆ³pez Obrador) fue de 51,318; el PAN tuvo 39,243 y el PRI 43,467. Pero el candidato del PRI tuvo la ventaja de muchas apariciones formalmente no electorales mientras fue gobernador del Estado de MĆ©xico, como las tuvo antes LĆ³pez Obrador, mientras fue jefe del Gobierno del Distrito Federal.
¿Cumple la televisiĆ³n con su responsabilidad social? Sobre este tema, sigo sosteniendo lo que escribĆ hace nueve aƱos: "la televisiĆ³n no ha estado a la altura de los tiempos… ha relegado uno de sus deberes fundamentales, sobre todo en un paĆs atrasado y pobre como MĆ©xico: el deber de educar y formar opiniĆ³n" ("Para salir de Babel", Letras Libres 65, mayo de 2004).
No se trata, por supuesto, de que la televisiĆ³n tome el lugar de la SEP o que deje de producir programas de alto rating. Se trata, eso sĆ, de que asuma mejor su responsabilidad cĆvica produciendo contenidos de alto nivel, programas perdurables y reconocidos internacionalmente, como las series que ahora revolucionan la TV en Estados Unidos, Inglaterra, EspaƱa y Brasil. Y se trata tambiĆ©n de propiciar la cultura democrĆ”tica en MĆ©xico. Sobre este punto, en el mismo texto, escribĆ: "La televisiĆ³n podrĆa ser un foro esplĆ©ndido para que los actores de la vida pĆŗblica y los ciudadanos en general (estudiantes, acadĆ©micos, empresarios, militares, religiosos, obreros, campesinos) debatan (no sĆ³lo conversen) sobre los temas urgentes de nuestra agenda pĆŗblica". En MĆ©xico, los debates son una alternativa inexplorada y pueden ser una gran escuela de tolerancia y civilidad. De entonces a acĆ” hay avances (en los programas de Foro TV, en Canal 11) pero los verdaderos debates, con pĆŗblico abierto, siguen inĆ©ditos.
¿PodrĆ” mejorar la calidad de los contenidos a travĆ©s del mercado? En lo personal, pienso que la competencia es una condiciĆ³n necesaria pero no suficiente para lograrlo. El escritor Enrique Serna (autor de series memorables de televisiĆ³n) sugiere que sea la televisiĆ³n pĆŗblica la que enfrente el desafĆo de hacer programas comerciales de alto rating y calidad que compitan con los privados ("La competencia deseable", Letras Libres, febrero, 2013). Por su parte, Gabriel Zaid publicĆ³ una propuesta ("La tercera cadena", Reforma, 26 de febrero de 2012) con la idea de que la licitaciĆ³n de las futuras cadenas tenga un sentido cultural: que el pĆŗblico abierto pueda tener acceso a mejores contenidos, aunque no sean muy taquilleros. Tiene en mente una especie de BBC o PBS.
Para muchos millones de mexicanos, la televisiĆ³n abierta no es una opciĆ³n: es la Ćŗnica opciĆ³n. Las licitaciones anunciadas por el Presidente el 1 de diciembre deben tener en cuenta a ese pĆŗblico cautivo, y ofrecerle una mejor ventana al mundo. Esa, me parece, es la misiĆ³n de la televisiĆ³n.
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial ClĆo.