La moderna batalla de las ideologías: entrevista con Paul Berman

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El barrio de Brooklyn, donde vive Paul Berman, es un caleidoscopio de las culturas del mundo. Al salir de la estación Bergen Street me encuentro confundido: ¿de verdad no estoy en El Cairo? Mi duda no es gratuita: un grupo que proviene de la civilización de la Media Luna sostiene una discusión en la rítmica lengua de Naghib Mahfouz. Un rumor de claxon me indica que estoy en Atlantic Avenue. Un hombre de mediana estatura me recibe. Luce más joven de lo que había previsto. La sala de su departamento está inundada de revistas y libros sobre el Medio Oriente, la política exterior de Estados Unidos: el valiente mundo nuevo del siglo XXI.
     Paul Berman es un escritor de la izquierda estadounidense que respaldó la acción militar de Estados Unidos en Iraq, pero a la vez un fino crítico del presidente Bush. Uno de los acontecimientos centrales en el panorama intelectual estadounidense ha sido la ruptura en la izquierda a raíz de la guerra. Si The Nation y Harper’s criticaron la intervención militar, algunos de los escritores en torno a Dissent, la venerable revista fundada por Irving Howe, la apoyaron firmemente.
     Pero Paul Berman es además un devoto de la literatura hispanoamericana. “Vivo la mitad de mi vida intelectual en español”, me confiesa guiñando un ojo cervantino. Es cierto: uno de sus anaqueles alberga gran parte de la obra de Benito Pérez Galdós. Los libros están llenos de notas en letra pequeñísima producto de la mente inquisitiva de Berman. Me comenta algo con lo que estoy de acuerdo, y que parece provenir de un profesor de literatura española en un café de Madrid: “La obra de Benito Pérez Galdós ha sido subestimada por la crítica.” Paul Berman o la hispanofilia estadounidense. Pero la conversación con Berman sobre el autor de los Episodios nacionales tendrá que esperar. El dilema de nuestro tiempo exige que hablemos de su nuevo libro: Terror and Liberalism.

A.J.: En su reciente libro Terror and Liberalism, argumenta que la guerra contra Iraq es fundamentalmente una guerra antifascista o antitotalitaria. ¿Qué le hace pensar eso?

P.B.: En mi interpretación, el hecho más significativo en los últimos veinte o treinta años en el Medio Oriente ha sido la difusión de regímenes de inspiración fascista o totalitaria, cuya fuente original se encuentra en Europa. Fue allí donde, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, surgió un movimiento de rebelión contra los conceptos y las realidades de la civilización liberal. Por civilización liberal entiendo una noción que presupone esferas diferenciadas de existencia: la separación entre el gobierno y la sociedad, entre el Estado y la Iglesia, entre el Estado y la economía, entre lo privado y lo público. Esta rebelión fue primero una teoría de la realidad paranoica y apocalíptica. Era la idea de que hay sectores dentro de la sociedad que representan fuerzas corruptas que pueden aliarse con enemigos satánicos del exterior. Era la noción de que este asalto llevaría a una gigantesca guerra de exterminio contra los enemigos internos y contra los oponentes externos. A esta idea se le dio un nombre distintivo, su verdadero nombre, cuando Mussolini acuñó la palabra totalitarismo. La rebelión totalitaria contra el liberalismo surgió a veces de la izquierda, pero tuvo mayor influencia de la derecha. La idea triunfó en Europa occidental en los años cuarenta, y duró en el este de Europa, en su versión de izquierda, hasta 1989 y 1991. Pero el mismo concepto se esparció por el mundo musulmán rápidamente a partir de los años veinte. El bolchevismo fue la forma más prominente en muchos países musulmanes, aunque allí también adquirió formas originales. Una de ellas fue el movimiento islamista radical que empezó en Egipto en 1928, y el otro fue el Baath, el movimiento nacionalista fundado en 1943 en Damasco. El Partido Baath se inspiró en los fascistas y los nazis, aunque también en la izquierda. El Baath [“resurgimiento”], en esencia, fue un movimiento totalitario clásico. Debido a que el Baath es el partido de Saddam Hussein, una guerra contra él no se puede considerar sino antifascista.

A.J.: Una guerra antifascista que es también una batalla de ideas europeas. Al oírlo hablar, parece que estamos viviendo la reedición de las guerras antifascistas de la primera mitad del siglo XX. ¿Cree, entonces, que hubo pensadores europeos de principios de siglo que tuvieron más influencia en la ideología de los terroristas que la tradición islámica?

P.B.: En efecto, creo que así es. Pienso que los conceptos del terrorismo moderno, la política del genocidio moderno en el Medio Oriente en sus varias versiones —que a veces son baathistas y a veces islamistas—, son principalmente un fenómeno moderno, y que sus orígenes intelectuales son europeos. En cuanto a la tradición islámica, debemos recordar que el islam es una religión antigua. Fue fundada en el siglo vii. Ha estado con nosotros cerca de mil trescientos años. Y muchos de esos siglos de civilización musulmana han sido capítulos gloriosos en la historia de la humanidad. En Andalucía se escribieron algunos de los grandes capítulos del conocimiento humano. Debemos recordar que esto ha sido así aun en siglos recientes. El Imperio Otomano no fue la historia de océanos de sangre, ni fue la historia de una masacre tras otra. Pero hablemos de lo que ha sucedido en los últimos veinte años.

A.J.: De acuerdo. Me gustaría que comentara cuál es su opinión sobre la idea que Bernard Lewis formula en uno de sus últimos libros en forma de pregunta: “¿Qué salió mal?”

P.B.: Lewis tiene una teoría sobre lo que salió mal en el Medio Oriente, y que él retrotrae muchos siglo en el pasado. Yo respeto a Bernard Lewis y no quiero discutir con él. Sólo quiero hacer una observación muy simple. En mi análisis, no es necesario mirar cientos de años atrás en el pasado para preguntar qué salió mal. La única diferencia es que los países musulmanes en el Medio Oriente adoptaron las ideas totalitarias con cuarenta años de retraso respecto de Europa. Desde este punto de vista, el mundo musulmán está esencialmente pasado de moda, pero no por varios siglos, sino por cincuenta o sesenta años. Así que no creo necesario enfocarnos en el Corán o en el islam. Creo que una gran religión es como una orquesta sinfónica. Puede tocar cualquier partitura. Por cientos de años el islam pudo interpretar magníficas partituras de la ciencia y el progreso humano, a pesar de que ahora existan musulmanes que exigen tocar una melodía totalitaria de asesinatos en masa. Pero esto no tiene nada que ver con deficiencias del islam. Creo que el problema que enfrentamos no es antiguo sino moderno. No es una lucha entre civilizaciones, sino una moderna lucha entre ideologías. Creo que el presidente Bush ha fracasado en muchas cosas, y una de ellas ha sido en explicar esta lucha adecuadamente.

A.J.: ¿Por qué piensa que ha fallado? ¿Cree que la respuesta tiene que ver con su incapacidad para entender la naturaleza de esta lucha entre ideologías, o tal vez porque ha sido mal asesorado?

P.B.: Creo que el presidente Bush es un hombre ignorante e inarticulado, que es incapaz de entender ideas complejas. Es además un tanto adicto a políticas de manipulación. Uno de los errores que cometió, durante la guerra contra Saddam, fue haber puesto todo el énfasis en las armas de destrucción masiva. Las armas de destrucción masiva nunca fueron, desde mi punto de vista, el principal problema, sino la naturaleza ideológica del régimen, que ponía en peligro a sus propios ciudadanos, a sus vecinos y en última instancia a Estados Unidos. Se trataba de una ideología paranoica y apocalíptica que, por su culto a la violencia, estaba condenada a unirse al terrorismo. Bush nunca pudo explicar esto, quizás porque nunca entendió sus propias motivaciones o porque no quiso explicarlo claramente a la gente. En términos de diplomacia, Bush es tal vez el peor presidente que Estados Unidos ha tenido. Por otro lado, está actuando con decisión en términos militares y eso es positivo. Pero su fracaso en entender las dimensiones políticas e ideológicas de la guerra con Iraq y Afganistán ha impedido que se logre por entero la derrota del régimen del Baath en Iraq, y del Talibán en Afganistán.

A.J.: Pero, más allá de la obvia explicación de que Bush tiene problemas para entender el mundo, creo que debe de haber algo más detrás de la incapacidad de su gobierno para explicar las razones de la guerra. Después de todo, como ha escrito Christopher Hitchens, los individuos que conforman el gobierno de Bush son más preparados e inteligentes que los que conformaban el gobierno de Clinton.

P.B.: Discrepo de la idea de Hitchens, según la cual quienes rodean a Bush son más inteligentes o mejor educados que quienes rodeaban a Clinton. Pienso que, cuando Clinton enfrentó la crisis en Bosnia y Kosovo, fue capaz de explicar los puntos delicados del asunto con razonable claridad. En el caso de la administración de Bush, gran parte del problema ha sido su extremismo ideológico. Han sido incapaces de pensar en el aspecto idealista de la guerra. Pero déjame explicar qué quiero decir con lo del aspecto idealista de la guerra. Si el terrorismo es un peligro para Estados Unidos, para el Medio Oriente y para el resto del mundo, puede ser también un peligro para los latinoamericanos: después de todo, no debemos olvidar que ciertos actos terroristas fueron perpetrados en Buenos Aires en los noventa.
A.J.: Fueron instigados desde Irán.

P.B.: Así es. Entre los islamistas radicales de Irán. Este peligro, que amenaza a todo el mundo, tiene su origen en un movimiento totalitario, no por un interés nacional o por razones económicas. Sus reclamos no se pueden negociar, porque proceden de ideologías paranoicas y apocalípticas. Estas doctrinas del baathismo radical o del islamismo, en sus diferentes corrientes, son sostenidas literalmente por millones de personas. Lo que debe hacerse ahora es persuadir a esos millones de personas de abandonar esas ideas en favor de ideas de tolerancia y libertad. Realizar eso en tiempos de violencia terrorista ha tenido que implicar una acción militar. Eso es verdad. Pero la acción militar es sólo una medida de emergencia con la que se puede lograr muy poco. La acción militar no puede persuadir a millones de personas a que cambien sus ideas. Esto sólo puede suceder si el mundo ayuda a los liberales musulmanes a construir sus propias sociedades, nuevos tipos de universidades y escuelas, nuevos sistemas de gobierno. Debemos hacer todo lo posible para ofrecer nuestra solidaridad y amistad a los musulmanes. Y esto es algo que Estados Unidos no puede hacer por sí mismo. Esto sólo se puede lograr con la participación de todas las naciones. Durante los setenta y ochenta, hubo ciudadanos de países occidentales que ofrecieron su solidaridad a los disidentes del bloque soviético y de Europa del Este. Lo mismo debería suceder, en mayor escala, con el mundo musulmán. Desafortunadamente, el presidente Bush ha provocado mucha hostilidad en todas partes, lo cual ha hecho que muchos se hayan convencido de que el propio presidente Bush es el peligro, en lugar de los terroristas o los gobiernos que han asesinado literalmente a millones de personas.

A.J.: Pienso que los ciudadanos de otros países no ponen el énfasis en ese peligro porque creen que Estados Unidos es el principal problema.

P.B.: Creo que hay cierta incapacidad entre la gente con ideas de izquierda, en todo el mundo, para reconocer la escala del peligro que ha existido por muchos años. La historia de los últimos ochenta años del siglo XX musulmán ha sido la de una enorme catástrofe genocida, pero ha sido también la historia de los intelectuales en el resto del mundo que no han querido percatarse de estos hechos. La historia se repite: hubo una gran incapacidad de parte de un gran número de intelectuales de occidente para comprender lo que estaba sucediendo en la Unión Soviética. Hubo incluso una incapacidad, la cual nadie recuerda hoy, para entender lo que sucedía en la Alemania nazi. El mismo fenómeno ocurre ante nuestros ojos respecto al mundo musulmán. Durante los últimos veinticinco años, literalmente millones de personas han sido asesinadas en el mundo musulmán en circunstancias de brutalidad totalitaria. Más de un millón de personas fueron asesinadas en una de las guerras más terribles de la historia, entre Irán e Iraq, en la cual olas humanas de guerreros suicidas fueron enviados desde Irán para ser ejecutados en campos minados cruelmente por Saddam. El mismo Saddam gaseó a su propio pueblo, asesinó a miles de personas en el sur de Iraq y destruyó la sociedad entera, así como la ecología. Entre un millón y medio y dos millones de personas han sido asesinadas en el Sudán como resultado de los ataques islámicos, cien mil han sido asesinadas en Argelia, decenas de miles en Siria, decenas de miles en Cachemira. Ha sido así de un país al otro. Todo esto ha ocurrido en los últimos veinticinco años. Ahora, empero, estamos presenciando algo más interesante. Mientras hablamos, en Afganistán, en Iraq, en Irán, una gran batalla se está desplegando, por un lado, entre aquellos que creen en los grandes ideales de la civilización moderna y, por otro, aquellos que promueven la idea totalitaria.

A.J.: Así que, más que una lucha entre civilizaciones, lo que estamos presenciando en el Medio Oriente es una lucha dentro de la civilización musulmana.

P.B.: Una gigantesca lucha se está desplegando allí. Es una guerra moderna de ideologías. Es una guerra entre la civilización liberal y sus enemigos. Esta guerra, que es violenta, parece que es invisible para el resto del mundo. Debería haber movimientos estudiantiles en todas las ciudades marchando en las calles, proclamando su solidaridad con los estudiantes en Teherán y con su demanda de libertad.

A.J.: Usted consagró varias páginas de su libro a Chomsky y Saramago, quienes han sido muy influyentes en Latinoamérica en los últimos años, y sobre todo después del 11 de septiembre del 2001. A diferencia de ellos, la prensa latinoamericana les ha dado muy poco espacio a pensadores y escritores como el canadiense Michael Ignatieff, el británico Christopher Hitchens, el alemán Hans Magnus Ensenzberger o el polaco Adam Michnik. ¿Por qué cree que está pasando esto?

P.B.: Me gustaría agregar a tu lista algunos nombres franceses, como Pascal Bruckner, André Glucksmann y Bernard Kouchner, el fundador de “Médicos sin Fronteras”. Me parece que una tremenda batalla intelectual se está librando en el mundo acerca de estas cuestiones. Pienso que la mayoría de las figuras que has mencionado representan la vanguardia de la izquierda. Aun así, creo que en el orbe hispano el rango del debate también es amplio. Los ensayos de Glucksmann han sido publicados en El País. En México, Enrique Krauze ha levantado la voz. Estoy seguro de que hay otras figuras que podemos nombrar. Sin embargo, es cierto que América Latina sufre una desventaja, pues tiene que vivir bajo la sombra de Estados Unidos. La sombra de Estados Unidos sobre América Latina ha guiado a una visión distorsionada de lo que sucede en el resto del mundo, según la cual todo lo terrible que pasa debe tener, tarde o temprano, su origen en la naturaleza maligna de Estados Unidos. La teoría entera de Noam Chomsky parte precisamente de esa idea.

A.J.: Pasando de Chomsky a los neoconservadores, ¿cuáles piensa que son las raíces intelectuales de la administración de Bush, en particular de los líderes en el Pentágono como Paul Wolfowitz? ¿Los considera, como otros lo han hecho, intelectuales straussianos?

P.B.: Creo que ha habido mucha exageración sobre el carácter straussiano de cierta parte de la administración Bush. También se han dicho cosas exageradas sobre el trotskismo. Se ha dicho mucho acerca de las ideas románticas de Trotski. Pienso que Wolfowitz y algunos de los otros neoconservadores han tenido ideas que merecen respeto. Han tenido la idea de que un gran cambio se ha llevado a cabo en la cultura política de gran parte del Medio Oriente. Creo que tienen razón. Sin embargo, han sido incapaces de explicar estas ideas porque se trata de un grupo aislado intelectualmente. En parte, su doctrina está reflejada en el Programa de Seguridad Nacional que Bush dio a conocer después del 11 de septiembre. A mi juicio, esta doctrina no tienen ningún sentido. La noción de guerra preventiva, la idea de mantener la superioridad americana por siempre…

A.J.: En su libro dice que, en vez de hablar de guerra preventiva, la administración de Bush debió referirse a una guerra defensiva.

P.B.: Así es, después de todo ¿por qué hablar de guerra preventiva? ¡Estados Unidos había sido atacado! ¿Por qué hablar de guerra preventiva contra Saddam Hussein? Él había atacado aviones de la coalición britanicoestadounidense desde 1991, intentó asesinar al viejo Bush, ha sido promotor del terrorismo suicida en Palestina. ¿Por qué hablar de esa guerra como preventiva? Pienso que esa guerra siempre fue defensiva. De cualquier manera, los neoconservadores dentro de la administración han tenido estas ideas extravagantes, muchas de las cuales son poco atractivas y extremas. Además, no han logrado, con ellas, hacer que Estados Unidos gane aliados ni simpatizantes. Considero poco afortunado lo que está sucediendo. Estados Unidos ha estado luchando en Afganistán y ahora en Iraq, y lleva a cabo operaciones en beneficio del mundo musulmán porque los millones de víctimas del terrorismo totalitario son precisamente musulmanes. Y sin embargo, el mundo entero está contra Estados Unidos. ¿Y por qué sucede así? Precisamente por los argumentos absurdos de la administración Bush, por la incapacidad del presidente para explicarse las cosas, por los argumentos falaces con los que ha intentado justificar sus acciones. Todo esto proviene de una combinación de la herencia nixoniana de una parte de su administración, y la herencia neoconservadora de otra parte de sus asesores. Por eso no puedo estar de acuerdo con Hitchens, cuando dice que el nivel intelectual de quienes están alrededor de Bush es alto.

A.J.: Ciertamente, los encargados del Departamento de Defensa difícilmente califican como intelectuales humanistas. Sin embargo, como usted lo ha señalado, los verdaderos enemigos de los valores democráticos y liberales no son los funcionarios de la Casa Blanca ni del Pentágono, sino los terroristas que han utilizado el nombre del islam para asesinar en masa. Gracias, Paul Berman, por esta conversación. ~

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(ciudad de México, 1967) es ensayista, periodista e historiador de las ideas políticas.


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