La nada es un parásito

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Séptima interpretación a la Colección Jumex

Aunque para muchos filósofos el existencialismo como área de investigación está superado, Shamin M. Momin, curadora adjunta del Whitney Museum of American Art, no logra deslindarse de El ser y la nada (1943) en su séptima interpretación de la Colección Jumex. El gesto de invertir el título de una de las tres obras filosóficas de Jean-Paul Sartre tal vez es suficiente para alejarse del autor francés, pero no de una vastedad casi inabarcable.

Inaugurada el pasado miércoles 22 de abril, en “La nada y el ser” es sobre todo la nada -en el sentido sartreano- el eje conceptual de la muestra. La nada que aparece en el mundo físico a través del hombre. La que está instalada en el hombre como el gusano en la manzana. Una especie de microbio que infecta la conciencia, el fluir del pensamiento. Una fuerza ineludible que cuestiona todo lo que es. En ese sentido, la elección de piezas que aluden a la oscuridad, la frustración, el arrepentimiento y la confrontación del espectador con espejos, resulta afortunada pues vuelve evidente la necesidad del artista contemporáneo de señalar a este parásito incómodo y doloroso.

Un dibujo en grafito de Mungo Thomson señala la disyuntiva a recorrer: las palabras faith y failure se abren desde la primera sílaba en trayectorias opuestas; el video de los ojos, colmillos y rugidos de una pantera amenaza desde la oscuridad absoluta (Los pasos del enemigo, Miguel Calderón, 2006); David Shrigley juega con la cotidianidad llevándola al absurdo y la ironía en sus minihistorias; una bruma espesa avanza desde el punto de fuga de las vías de un tren y termina por cubrir toda la pantalla (Real Remnants of Fictive Wars II, Cyprien Gaillard, 2004); la imagen de un clavo aparentemente clavado es solamente una proyección en la pared (Projection, Ceal Floyer, 1997); 6800 aspirinas nos apuntan a la cabeza desde el techo (Irremediable cefalea piramidal, Eduardo Abaroa,1996); un astronauta camina con traje y escafandra entre las vitrinas del Museo de Historia Natural de Nueva York (Dark Night of the Soul, Slater Bradley, 2006); un marco de aluminio completamente hueco (I see through you see through me see through they see through me, Jonathan Monk, 2004) y la frase de arrepentimiento What have I done sobre una pared, de Douglas Gordon conforman una constelación que bordea claramente la nada, ese intersticio que está a punto de ser conquistado por el vacío.

Pero entre la afortunada selección de piezas se cuelan algunas que, aunque cumplen con la temática, sorprenden por aparecer repetidamente en varias curadurías, víctimas de su popularidad: Snowman, de Gary Hume (dos fotografías de muñecos de nieve de colores, uno rosa y otro negro); Kiss of the Egg, de Gabriel Orozco (un ocho de hierro con un huevo en la intersección); Time is a trick of the mind, de Francis Alÿs (animación en la que un hombre hace chocar un palo contra una reja mientras camina), por mencionar algunas. Y otras, cuya relación es distante, abren demasiado el espectro y terminan por relativizarlo: Urinal, de Rober Gober, Monument to the birds of Guam, de Mark Dion o Steer Skull, Horned, de Sherrie Levine.

Si bien es cierto que una de las mayores virtudes de la obra de arte es su multiplicidad de lecturas y que dirigirse a un público mixto es difícil, encontrarse una y otra vez con las mismas piezas termina por interrumpir con la circulación de sentido. Éstas dejan de ser portadoras de un enunciado simple que señala o que pregunta, para convertirse en una especie de comodín. Hay algo que pierde la obra cuando puede mirarse desde tantos ángulos, cuando corresponde a tantas formas de pensar y ver, a tantos temas. El suceso es parecido al de las canciones más pedidas en las estaciones de radio, se vuelven tan transparentes que sus costuras, cada vez más visibles, empiezan a molestar: la repetición constante de una palabra hace que pierda su significado. Al final, como el firmamento o el espacio exterior, la nada y el ser parecen ser entidades inasequibles y desconocidas, incluso dentro de nosotros mismos.

– Verónica Gerber

Real Remnants of Fictive Wars II, Cyprien Gaillard, 2004

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(ciudad de México, 1981). Artista visual que escribe.


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