La patraƱa de la censura

Lo importante no es la realidad, sino el realismo polĆ­tico; ficciones notables se vuelven verdad por afiliaciĆ³n polĆ­tica.
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Hace poco menos de dos aƱos, en un texto titulado “Al cielo por la izquierda”, Gabriel Zaid decĆ­a que en MĆ©xico no hay una palabra mĆ”s emputecida que la de “revolucionario”; porque si de algo sirvieron las banderas revolucionarias fue "para trepar y prosperar en nombre de los pobres mĆ”s que para acabar con su pobreza".

Los privilegios, la prosperidad vergonzante que se obtienen de encabezar la causa de los pobres se justifican ubicĆ”ndose retĆ³ricamente del lado bueno (la izquierda), y para ello no basta sino declararse en contra de los otros, los malos. Como explica Zaid, “para no ser perseguidos (sobre todo frente a posibles cuestionamientos desde la izquierda), hay que pasarse al lado de los perseguidores”. Es entonces que el juego de la legitimaciĆ³n exige no solo el apoyo a causas rentables, posiciones radicales e insultos, sino presumirse censurado y perseguido.

El 31 de julio de 2012, molesto por el hecho de que tres semanas seguidas sus comentarios no salieran al aire, John M. Ackerman publicĆ³ una carta a travĆ©s de la cual presentaba su renuncia irrevocable como colaborador de los informativos de Noticias MVS. Decidido a no ser “cĆ³mplice del silencio y la manipulaciĆ³n mediĆ”tica” (al menos eso dice su texto), Ackerman indagĆ³ hasta descubrir que sus participaciones habĆ­an sido suprimidas como "una obediente respuesta a una solicitud explĆ­cita formulada por personas cercanas al equipo de Enrique PeƱa Nieto".

La empresa y sus comunicadores respondieron que ademĆ”s de indignas, las acusaciones eran "un lamentable intento por llamar la atenciĆ³n". Su explicaciĆ³n fue mucho mĆ”s simple: Ackerman no habĆ­a estado al aire por falta de tiempo y una decisiĆ³n editorial consistente en dar prioridad a la informaciĆ³n de coyuntura.

El acusador no identificĆ³ a sus fuentes ni ofreciĆ³ pruebas de su dicho. Aun cuando se le invitĆ³ a presentarlas y a sostener sus acusaciones frente al conductor de la emisiĆ³n noticiosa en la que participaba y ante el vicepresidente de Relaciones Institucionales y ComunicaciĆ³n Corporativa de MVS, Ackerman se rehusĆ³ a dar la cara y ofrecer una sola prueba.

Igual que en 2007, cuando un grupo de acadĆ©micos rechazĆ³ un texto de su autorĆ­a al considerar que carecĆ­a de estĆ”ndares acadĆ©micos para su publicaciĆ³n, pues se sustentaba en “especulaciones” y contenĆ­a “serias imprecisiones o francas acusaciones sin sustento”, en lugar de argumentos, Ackerman jugĆ³ la carta de la censura.

Semanas mĆ”s tarde, una nueva puesta en escena. Los colaboradores de un sitio llamado el5antuario.org hicieron correr la versiĆ³n de que el creador del proyecto, Rodrigo Salvador LĆ³pez, quien aparecĆ­a con una mĆ”scara azul de luchador y se hacĆ­a llamar Ruy Salgado o El 5anto, se encontraba desaparecido. Medios irresponsables y organizaciones sin ningĆŗn rigor especularon sobre “un secuestro o incluso algo peor”, validando rumores sin fundamento, aun cuando sus hoy ex colaboradores lo acusaban de mentir en repetidas ocasiones.

El enmascarado jugaba con frecuencia al perseguido polĆ­tico; afirmaba que la PGR tenĆ­a abiertas investigaciones en su contra, que habĆ­a sido vĆ­ctima de amenazas de un grupo de la delincuencia organizada. Incluso llegĆ³ a inventar que estaba exiliado en CanadĆ”. Nadie presentĆ³ denuncia formal por su desapariciĆ³n, sencillamente porque no hubo desapariciĆ³n.

Con sus principios, sus convicciones y su cĆ”mara a cuestas, Epigmenio Ibarra dejĆ³ hace dĆ©cadas el periodismo para hacer telenovelas (las cuales Ć©l mismo considera arietes para la deformaciĆ³n del gusto mexicano, para el achatamiento de su sensibilidad, y tambiĆ©n uno de los instrumentos de control ideolĆ³gico mĆ”s poderosos del Estado).

Oportunista de las banderas populares, Ibarra llegĆ³ a extenderle cartas de justificaciĆ³n a los criminales por simple oposiciĆ³n a Felipe CalderĆ³n, al que habĆ­a que prodigarle resentimiento y rencor (“los asesinos nacen de la rabia que provoca la injusticia, la impunidad, el abuso, la violencia de las fuerzas federales”, escribiĆ³). Luego abrazĆ³ el discurso de la imposiciĆ³n y de una democracia casi muerta que solo “la tenacidad de AndrĆ©s Manuel LĆ³pez Obrador” habĆ­a mantenido con vida. Pero faltaba algo. HabĆ­a que encender la toma de protesta de Enrique PeƱa Nieto. A algunos les urgĆ­a un muertoy Epigmenio Ibarra se los dio.

Ibarra es la paradoja planteada en el citado texto de Zaid: las chambas, los ingresos, las prerrogativas y, en general, “las posiciones privilegiadas, se defienden con posiciones avanzadas. AdelantĆ”ndose a los posibles perseguidores. Siendo todavĆ­a mĆ”s radical”.

Por eso el productor ha empezado a buscar de manera afanosa y torpe la censura. Y ha escogido a Milenio (donde no se ha tocado en 11 aƱos ni una sola coma de los textos que ha escrito) para que sea el verdugo de su victimismo. Buscando un golpe en la mesa, dedica columnas enteras para acusar de cĆ³mplices del poder al diario y a sus directores. La empresa ha respondido y en el intercambio ha criticado agriamente a Ibarra por manipular polĆ­ticamente la tragedia, pero no ha cortado sus colaboraciones semanales.

Recurro una vez mĆ”s a Zaid. Lo importante no es la realidad, sino el realismo polĆ­tico; ficciones notables se vuelven verdad por afiliaciĆ³n polĆ­tica. AsĆ­, medios como la revista ZĆ³calo, en busca de su propio "gotero de censura" acusĆ³ a Televisa de bloquear su distribuciĆ³n en las tiendas Sanborns. No importĆ³ que la empresa distribuidora reportara que la revista habĆ­a sido sacada de catalogo y retirada de newsstand debido a una devoluciĆ³n de ejemplares que superaba el 85%; el director de la publicaciĆ³n contaba con la certeza que le daban sus "fuertes sospechas".

La patraƱa de la censura se ha vuelto la moneda de uso de los impostores. No son transgresores ni socavan ningĆŗn sistema; su inconformismo no ha generado ningĆŗn cambio verdadero y sĆ­, en cambio, terminarĆ” de minar la credibilidad de verdaderas vĆ­ctimas.

 

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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