La presunta igualaciĆ³n

El deseo fundamental en la cultura del progreso no es ser igual: es distinguirse. Y distinguirse es no ser como todos.
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Hay cierta uniformidad biolĆ³gica de los seres humanos. No es normal que tengan tres brazos. Esta igualdad fundamental coexiste con diferencias transitorias (la estatura al crecer), secundarias (el color de la piel), decisivas (el sexo) o extremas (el ADN).

A pesar de lo cual, grandes espĆ­ritus y culturas enteras creyeron en la inferioridad de las mujeres, de los que eran de otra raza, tribu, casta, lengua o religiĆ³n, de los esclavos, de los campesinos, de los no aristĆ³cratas, de los no escolarizados, de los extranjeros. Casi cualquier cosa ha servido para discriminar.

El progreso moral ha combatido la discriminaciĆ³n desde hace milenios, generalmente bajo inspiraciones religiosas. JesĆŗs y San Pablo predicaron la hermandad de todos los seres humanos. San Francisco predicĆ³ la hermandad con toda la naturaleza. Hoy las Naciones Unidas repudian la discriminaciĆ³n, el mal trato a los animales y la destrucciĆ³n ecolĆ³gica.

Con este espĆ­ritu se comprende el salto a recomendar que se reduzcan la pobreza y la desigualdad. Pero hay que precisar. Si por pobreza se entiende alimentaciĆ³n insuficiente, falta de vestido y de techo, la pobreza no debe reducirse: debe eliminarse. Los recursos necesarios para lograrlo en una o dos dĆ©cadas son insignificantes para el nivel actual de desarrollo econĆ³mico.

En cambio, proponer que se reduzca la extrema riqueza es una fantasĆ­a retĆ³rica que sirve para distraerse de lo que realmente importa: acabar con la desnutriciĆ³n. Hay que subir el nivel de vida mĆ­nimo, promoviendo el desarrollo desde abajo. No sĆ³lo es posible: es una oportunidad de crecimiento y de mercado. Que al profesor Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI) le ofendan las grandes fortunas frente a la miseria es polĆ­ticamente correcto, pero de ahĆ­ no sale un plan para acabar con la miseria. Lo prĆ”ctico es aumentar la productividad de los pobres.

Un economista con mejor antena: Fritz Schumacher (Lo pequeƱo es hermoso) descubriĆ³ el papel esencial de la tecnologĆ­a para producir en pequeƱa escala. Otro: Muhammad Yunus (Hacia un mundo sin pobreza) simplificĆ³ mĆ”s aĆŗn la soluciĆ³n: los microcrĆ©ditos productivos permiten aprovechar muchas oportunidades. A lo cual hay que aƱadir las aportaciones de Paul Polak (microirrigaciĆ³n) y Bunker Roy (universidad descalza).

Tres metas nobles: la igualdad, la educaciĆ³n y el empleo han servido para posponer la eliminaciĆ³n de la pobreza. Han sido persistentes porque expresan ideales de la poblaciĆ³n universitaria. Implican generosidad: un universitario bien intencionado piensa que lo Ćŗnico deseable para todos es que lleguen a ser universitarios.

Hay cierto narcisismo en suponerse el modelo ideal de la humanidad. TambiĆ©n cierta demagogia. Que una minorĆ­a tenga una posiciĆ³n privilegiada parece justificarse si se explica como algo transitorio, mientras todos llegan a tenerla. Pero no todos quieren ser la persona mĆ”s rica del mundo, ni es posible que todos simultĆ”neamente lo sean.

La presunta igualaciĆ³n en un modelo supremo no sĆ³lo es imposible: es indeseable. Cuando se protesta diciendo: "¡No soy un nĆŗmero!", se afirma la desigualdad como un valor frente a la uniformidad. Esta protesta desde abajo (contra la opresiĆ³n que impide la expresiĆ³n personal) es simĆ©trica de la protesta desde arriba que acusa de "¡Igualado!" al que no reconoce las jerarquĆ­as: la desigualdad como valor. El deseo fundamental en la cultura del progreso no es ser igual: es distinguirse. Y distinguirse es no ser como todos.

La diversidad es un valor. Su reconocimiento es un progreso moral. EmpezĆ³ por la conciencia de los misioneros. ¿Evangelizar a los indios debe ser uniformarlos? PasĆ³ de la periferia a Europa con el movimiento romĆ”ntico, que criticĆ³ el universalismo de la IlustraciĆ³n. Los romĆ”nticos alemanes querĆ­an el desarrollo de su propia cultura, no la imposiciĆ³n napoleĆ³nica de la cultura revolucionaria. Afirmaron que cada cultura es su propia finalidad, no un paso previo a la supuesta cultura superior. La diversidad como afirmaciĆ³n se extendiĆ³ por el mundo, a pesar de la contradicciĆ³n implĆ­cita. Mejorar es cambiar, cambiar es dejar de ser. ¿Es posible superarse, igualar lo mejor, sin desnaturalizarse?

Las contradicciones pueden ser conflictivas, pero tambiĆ©n creadoras. Afortunadamente, la igualdad prioritaria, y en la cual se ha venido progresando, es la igualdad ante la ley, la no discriminaciĆ³n, el respeto fundamental que merece todo ser humano.

(Reforma, 27 de diciembre de 2015)

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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