Las nacionalidades electivas

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En su prólogo a El otoño recorre las islas, de José Carlos Becerra, Octavio Paz afirmaba que “las antologías son el equivalente moderno de las ordalías y las otras pruebas de los antiguos ritos de pasaje”. En lo que toca a un poeta como Becerra y Poesía en movimiento, aquella legendaria antología de poesía mexicana, la frase de Paz adoptaría un especial relieve: el ingreso a las filas de una publicación así, no sólo habría de afectar el examen histórico y crítico que se practicaría a cada uno de sus participantes (y, en el caso del poeta tabasqueño, garantizaría su posición definitiva dentro de dicho colectivo), sino la lectura panorámica de una poesía tan en “presentes sucesiones” como la mexicana. En otras palabras, las antologías suelen conformar verdaderas tentativas de canonización o, cuando menos, postulaciones de variados perfiles y tendencias de escritura —unidos o no por su riqueza diferencial—, pero también la apuesta por un estrato más amplio de discurso que, aun con grados y oposiciones al interior, brinde una imagen prestigiada de localidad o nacionalidad a un determinado tipo de texto.
     En Reversible Monuments, antología bilingüe de poesía mexicana contemporánea editada por Mónica de la Torre y Michael Wiegers, la tentativa y la apuesta se transforman, dada su comunidad de lectores y ante la ausencia de actualizaciones periódicas en Estados Unidos sobre la producción poética en México, en una suerte de seguridad electiva. Digo “seguridad electiva” porque, como bien señala Eliot Weinberger en el prólogo a esta selección, el escenario de la lírica mexicana reciente es allá, después de todo, desconocido: han pasado más de tres décadas desde la publicación de New Poetry of Mexico, editada por el poeta Mark Strand, y otro horizonte de perspectivas se ha erigido más allá de José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, los por mucho tiempo omegas del quehacer antológico nacional. Pero en esas tres décadas la poesía mexicana no perdió el tiempo en esperar su turno para ser atendida en el extranjero —mucho menos, para un largo y arbitrario proceso de traducción. Prueba de ello es que el abundante abanico de propuestas surgido de ese lapso mantiene un intercambio muy intenso con vastas tradiciones poéticas como la sudamericana, la española y la misma estadounidense, pese a su negativa, tácita y constante, a que la lírica mexicana sea un móvil de atención, a que constituya un importante objeto de estudio y eche raíces en su árbol genealógico.
     Reversible Monuments cuenta y cumple de sobra con un clarísimo objetivo: dejar testimonio legible de las tesituras poéticas provenientes de generaciones “post-Paz” (¡sic!) —pero que, acaso como un signo de temida ilegitimidad, toma su nombre de uno de los Topoemas pazianos. La selección es generosa, y procura evitar en lo posible la fragmentación de poemas secuenciales o de largo aliento, para poder dotar a cada uno de los poetas de un espacio más que legible (y reconocible). Aunque el espectro abarca de Gerardo Deniz (1934) a Heriberto Yépez (1974), la moda de la antología se sitúa en los autores nacidos en las décadas de los cincuenta y sesenta. Incluso, Reversible Monuments ofrece, como parte orgánica de la muestra, aspectos de la obra de poetas mexicanos escrita en lenguas indígenas (Búffalo Conde, tzeltal; Juan Gregorio Regino, mazateco; Víctor Terán y Natalia Toledo, zapoteco).
     El cuerpo integral de traducción resulta muy atractivo por su alto grado de atención a los originales y su capacidad para resolver, certera e inventivamente, los rompecabezas gramaticales, lingüísticos, sintácticos y hasta fonéticos que ofrecen algunos autores. Sobre este punto, quiero resaltar la extraordinaria labor de Margaret Sayers Peden (Elsa Cross), Rebecca Seiferle (Alfonso D’Aquino y Ernesto Lumbreras), la misma Mónica de la Torre (Gerardo Deniz), Christian Viveros-Fauné (Francisco Hernández), Jen Hofer (Malva Flores) y de Roberto Tejada (Eduardo Milán), todos ellos traductores que confirman, en este volumen, su sobrado profesionalismo y la gracia indiscutible de su técnica.
     Leves inconsistencias opacan, sin embargo, los heroicos trabajos de Mónica de la Torre y Michael Wiegers: en primer lugar, la ausencia de un poeta mayor como Eduardo Lizalde (1929) es incomprensible; aún más si tomamos en cuenta que los criterios de entrada de Gerardo Deniz a esta antología descansan en la demorada publicación de su primer libro (Adrede, 1970) y que, por tanto, se enlaza en el tiempo con generaciones poéticas mucho más jóvenes. Así Lizalde. Aunque el primer libro de poemas que le da cierta notoriedad es Cada cosa es Babel (1966), no será hasta El tigre en la casa (1970) con el que Lizalde irrumpirá de lleno en la poesía mexicana. Ni qué decir que, desde entonces, este poeta resulta, en igual o superior medida, cercano a grupos de poetas que lo preceden. Si importa en algo la frontera cronológica de las escrituras, es menester señalar que una de las poetas antologadas, Elsa Cross (1946), escribe su primer conjunto de poemas, Naxos, entre 1964 y 1965.
     En segundo lugar, llama la atención que la poesía de Jorge Esquinca (1957), autor señero de su década, haya sufrido los embates de un olvido que curiosamente lo descarta, y elige en su lugar sorpresas como Pedro Serrano (1957) y Francisco Segovia (1958). El mismo azoro se produce con Heriberto Yépez, víctima solitaria de una imposición que, sin duda alguna, obedece al todavía más oscuro conocimiento de los nacidos a finales de la década de los sesenta y principios de la de los setenta, entre los que podemos mencionar a Julio Trujillo y Sergio Valero (1969), Mónica Nepote (1970), Luis Vicente de Aguinaga, Luigi Amara, Julián Herbert y María Rivera (1971), Rocío Cerón (1972) y Luis Felipe Fabre (1974). Si el criterio de selección —indicado por los editores en un “Prefacio”— también se funda en la publicación de por lo menos dos títulos de poemas, una de las excepciones la instrumenta el propio Yépez —más conocido y mejor estimado como ensayista, a la fecha de publicación de Reversible Monuments contaba con un solo libro de poemas y dos de ensayo, ya editados.
     En resumen, la publicación de esta antología en Estados Unidos, antes que buena noticia, es apenas un mínimo acto de justicia, un ajuste de cuentas con pasados y presentes ignorados.
     Se espera que, en el pensamiento de una vecindad responsable, aquel paístenga presente en fechas próximas la continuidad y ampliación de este y otros proyectos de intercambio cultural. Las políticas del olvido levantan en muy poco tiempo, por desgracia, sus propios monumentos reversibles. ~

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(Ciudad de México, 1979) es poeta, ensayista y traductor. Uno de sus volúmenes más recientes es Historia de mi hígado y otros ensayos (FCE, 2017).


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