Las nuevas células troncales

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La semana pasada, la revista Nature publicó dos artículos en los que se anunciaba la producción de células madre a partir de células de la piel. Al parecer esto resolverá todos los problemas éticos que surgen al generar estas células a partir de blastocistos, es decir, embriones de 150 células a 5 días de la fecundación. La propiedad esencial de estas células es que pueden ser diferenciadas en cualquiera de los 220 tipos celulares que tiene el cuerpo humano. La aplicación médica parece obvia: utilizar estas células para regenerar tejidos dañados. Tejidos neuronales en enfermedades como parkinson, alzheimer y paralisis motora, pero también todo tipo de tejidos u órganos destruidos por cáncer o en accidentes. Lo cierto es que el gran interés generado por estas células ha traído ciencia teñida por fraude y experimentos de poca calidad. La ciencia no es inmune al star system, y el brillo de los reflectores degenera la materia gris.

Las nuevas células madre podrían ser la solución del dilema ético que ha detenido por tanto tiempo la investigación a su alrededor, o por lo menos de ello se enorgullece el presidente Bush (hasta la Iglesia bendice el descubrimiento). Pero yo no estoy tan seguro. Aunque James Thompson, el primero que aisló células madre en 1998, diga que “ estas células hacen exactamente lo mismo que las células derivadas de embirones”, si hoy por hoy mi padre tuviera parkinson, si mi abuela tuviera una parte del miocardio necrosado , o si mi hijo naciera con diabetes usaría sin pensarlo células troncales extraídas de blastocistos. Lo que sí cuidaría es el origen de estas células, tal y como se regulariza el origen de los órganos donados. Ahora, lo que yo piense importa poco. Después de todo, en México poco se podrá hacer: nuestro gobierno – como el de nuestro vecino del norte– prohíbe todo tipo de investigación sobre el tema, y que el flamante Instituto Mexicano de Medicina Genómica (INMEGEN) no pueda meter las manos en el asunto más emocionante en el ramo en las últimas décadas.

– Pablo Meyer

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Vive en Nueva York con el corazón en México, estudió física en la UNAM y es Doctor en Biología por la Universidad Rockefeller.


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